Edificios para el teatro, los gladiadores y las carreras en Augusta Emerita

Los edificios más emblemáticos de Augusta Emerita fueron destinados a espectáculos como el teatro, la lucha de gladiadores o las carreras de carros, reflejo de la vida social y cultural de la época.
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A comienzos del siglo II el poeta Juvenal  escribió «al pueblo que ha conquistado el mundo ahora solo le interesan dos cosas: pan y circo». Y así era, hasta tal punto que en los circos y anfiteatros eran los propios espectadores los que tenían el poder de tomar decisiones, con sus gritos y abucheos eran capaces de doblegar las decisiones de sus gobernadores.

Poco a poco, los espectáculos de carreras y gladiadores se fueron haciendo cada vez más fascinantes para un pueblo pobre, amante de la fiesta, la sangre y la violencia desmedida. Pero el romano también demostró un gusto exquisito por las representaciones en el teatro, obras clásicas heredadas de los griegos , amantes de géneros como la tragedia, la comedia, el mito y la pantomima.

Pero veamos los edificios para espectáculos que podemos encontrar en la Mérida romana: el teatro, el anfiteatro y el circo.

El teatro romano de Augusta Emerita

El teatro es el edificio mejor conservado y más espectacular de la antigua Augusta Emerita. El cónsul romano Marco Agripa fue el principal promotor de su construcción, que se inició hacia los años 16 y 15 a.C., cuando la Colonia fue promovida como la capital de la Lusitania.

Las modificaciones arquitectónicas fueron continuas a lo largo de los siglos. Fue construido en la ladera del cerro de San Albín, con la idea de apoyar el graderío en la inclinación natural de la colina. Teatro y anfiteatro están construidos al mismo tiempo y comunicados por una pequeña calzada. Para su construcción fueron necesarias importantes remodelaciones en el diseño urbano de la ciudad, demoliendo varias manzanas de casas.

Su diseño se basa, como casi todos los teatros romanos, en los modelos vitruvianos. El acceso al teatro podemos hacerlo por las 16 puertas que se abren en la fachada. Tiene un graderío semicircular para albergar a 6000 espectadores, que estaban divididos en tres alturas: ima, media y summa cavea. En la parte más alta del graderío, peor conservada, era donde se sentaban los esclavos y las personas que pertenecían a un escalón social más bajo (ima). La zona media, compuesta por cinco filas de gradas, acogía a la plebe libre (media). En el graderío inferior, el más cercano al escenario (summa cavea), había 22 filas de asientos y estaban reservados a los equites o caballeros. En su centro y parte más baja se sitúa la orchestra, también semicircular, de 30 metros de diámetro y pavimentada con mármoles blancos y azulados, espacio reservado al coro. En esta zona también se localizan 3 filas de gradas donde se colocaban los asientos móviles de los senadores y de las máximas autoridades de la colonia. Accedían a sus reservados desde las grandes puertas laterales ubicadas en ambos extremos. Sobre estas puertas se hallaban las tribunas de los magistrados que costeaban las representaciones.

Vistas de la puerta del escenario del teatro romano de Mérida. FOTO: ASC.

Tras la orchestra se levanta el muro del proscenio, donde se desarrollaban las actuaciones y deambulaban los actores, de exedras circulares y rectangulares. Sobre él se desplegaba la escena. Originalmente era un entarimado de madera bajo el que se distribuían todos los artilugios de la tramoya, como podemos contemplar hoy en día en los teatros más modernos. La escena se cierra con un muro de unos treinta metros de altura, el frons scaenae, estructurado en dos cuerpos de columnas, entre la cuales podemos ver estatuas de emperadores divinizados y a los dioses del panteón clásico: Ceres, Plutón y Proserpina. Todo se eleva sobre un podio decorado con ricos mármoles.

En el frente escénico se encuentran tres vanos por los que accedían los actores al escenario. Desde la coronación del frente escénico pendería una marquesina de madera para mejorar la increíble acústica de todo el recinto. Tras el muro del frente escénico se desarrolla un amplio jardín porticado cerrado por muros con hornacinas, las cuales fueron decoradas con estatuas de miembros de la familia imperial. En el eje central del pórtico se halla la aula sacra, un pequeño espacio sagrado con una mesa de altar donde se honraba a la figura del divino Augusto, de Tiberio y Druso, lo cual nos atestigua que este espacio fue destinado a rendir culto al emperador.

Entre los años 333 y 335 todo el teatro de Augusta Emerita fue remodelado, introduciendo nuevos elementos arquitectónicos y decorativos. Años más tarde, cuando el teatro dejó de tener su función, un particular edificó una casa privada dentro del recinto en época bajoimperial, la conocida como «casa basílica». Destaca una habitación rematada en ábside, en la que se conservan pinturas murales que representan figuras humanas a tamaño natural interpretadas como siervos.

Lucha de gladiadores en el anfiteatro de Augusta Emerita

El primer combate de gladiadores registrado data del año 264 a.C. en Roma, cuando los hermanos Marco y Décimo Bruto organizaron un combate entre varias parejas de esclavos para honrar la memoria de su difunto padre. El público quedó maravillado con aquel espectáculo, lo que propició la creación de las escuelas de gladiadores y luchadores. Poco a poco estas escuelas se fueron extendiendo por todo el Imperio. En pocos años se construían coliseos por todas las grandes urbes y el pueblo oía hablar de aquellas luchas entre esclavos  y extrañas fieras procedentes de todos los rincones del mundo conocido.

El anfiteatro de Mérida fue inaugurado en el año 8 a.C., como atestiguan las inscripciones localizadas en sus tribunas. Era el epicentro de los espectáculos más populares: combates de gladiadores, cacerías de fieras y luchas entre animales salvajes en escenarios artificiales que recreaban bosques, selvas con lagunas o desiertos, todo ello sobre las grandes tarimas de madera que formaban la arena. El aforo de este edificio gigantesco se calcula que estaría entre los 15.000 y 17.000 espectadores.

Interior del anfiteatro de Mérida. FOTO: ASC.

Fue edificado a semejanza del teatro, con tres espacios que dividían las gradas, alta, media y baja, aunque hoy en día solo se conserva bien la cavea ima y algunos sectores de la cavea media. Las filas de asientos inferiores estaban reservadas para los magistrados y personalidades de la urbe. En tres de los ejes de la elipse que tiene un diámetro de 126 metros en su eje mayor, podemos apreciar la existencia de cuatro puertas monumentales que, desde el exterior, y a través de amplios corredores, dos de ellos escalonados, desembocaban en la arena.

Sobre las puertas del eje menor occidental quedaban ubicadas las tribunas de los magistrados, desde donde disfrutaban del espectáculo las personas que lo costeaban; a través de unas pequeñas escaleras los patrocinadores accedían a la arena. Cada tribuna lucía una monumental inscripción con menciones honoríficas que decían: «El emperador Augusto, hijo del Divino Cesar, Pontífice Máximo, cónsul por décimo primera vez, Emperador por décimo cuarta».

El podio del anfiteatro estaba ricamente decorado con grandes placas de mármol y con un antepecho de sillares decorados con pinturas alusivas a los juegos gladiatorios, actualmente expuestas en el Museo Nacional de Arte Romano.

Los gladiadores bajaban a la arena por dos grandes corredores a cuyos lados se abren dos habitaciones, cuya función no está aún clara para los investigadores. Se ha hablado de un posible lugar de culto a Némesis, divinidad protectora de los gladiadores y a la que se encomendaban antes de los combates. También se ha especulado que estas habitaciones fueran zonas reservadas para los propios gladiadores.

En la arena se excavó una gran fosa de planta cruciforme que servía para almacenar la tramoya del espectáculo y las jaulas de los animales feroces. La fosa estaba oculta a los ojos de los espectadores por un tablado sustentado por pilares de madera, tapando de esta forma todos los ingenios necesarios para el desarrollo de los espectáculos. Con posterioridad esta fosa fue recubierta de mortero y reaprovechada para almacenar agua, una vez que el edificio dejó de utilizarse para entretenimientos. El edificio sirvió como cantera para otras construcciones y hacia el siglo V ya se habría perdido su configuración.

Tenemos algunos testimonios de gladiadores de Augusta Emerita. La mayoría de los gladiadores eran esclavos o sirvientes, aunque también encontramos algunos soldados veteranos familiarizados con el manejo de las armas. Este debió ser el caso del gladiador emeritense Cassius Victorinus, muerto a la edad de 35 años, que acostumbraba a luchar con una red y blandiendo un tridente. Otro gladiador documentado en Mérida llamado Sperchius, nacido en Frigia (Asia Menor), encontró la muerte en Augusta Emerita a los 24 años.

El circo de Augusta Emerita, un recinto para las carreras de carros

El circo de Augusta Emerita fue uno de los edificios públicos más grandes de la ciudad. Situado en una vaguada próxima al acueducto de San Lázaro, bien comunicado por una de las vías principales de la ciudad, que unía Augusta Emerita con Corduba y Toletum.

Este circo era el más grande y mejor conservado de la península ibérica, con 30.000 m2. Un amplio recinto de forma ovalada con una separación central que dividía en dos carriles la arena, conformando así la pista de carreras.

Las excavaciones arqueológicas se vienen desarrollando desde el año 1920 y aún hoy aportan interesantes descubrimientos. Desconocemos muchos aspectos de este increíble edificio, como por ejemplo la fecha exacta de su construcción, que debió ser coetánea a la del teatro y anfiteatro, y por tanto de época augustea. Su graderío, hoy en día desaparecido, pudo llegar a albergar 11 filas de asientos, lo que daría un aforo aproximado de unos 30.000 espectadores.

Las carreras eran gestionadas por corporaciones de las ciudades, que se encargaban de pagarlas y organizarlas. La gente apostaba auténticas fortunas y en un día de carreras, que podía alargarse incluso hasta la noche, las ciudades quedaban completamente vacías; podríamos compararlo hoy en día a la final de fútbol de la Champions League.

Restos del circo romano de Mérida en la actualidad. FOTO: ASC.

La figura visible de las carreras en los circos eran los aurigas, que se convirtieron en ídolos de la multitud, aunque seguían siendo esclavos y libertos que competían en varias categorías: bigas (carreras de dos caballos), trigas (carreras de tres caballos), cuadrigas (carreras de cuatro caballos) y carros con tiros de seis, ocho y hasta diez caballos. Los aurigas salían todos a la vez, desde unos cajones similares a los actuales; en Mérida se han localizado doce cocheras que acogían a los carros, decoradas con columnas o pilastras. Cuando el árbitro agitaba una enseña blanca, se izaban los portalones de las cocheras y salían los carros. Debían dar siete vueltas al circuito. Quien primero llegara, ganaba la carrera, pero no todos lo conseguían.

Este tipo de espectáculo gustaba mucho a los romanos ya que había numerosas caídas, aplastamientos, desmembramientos, etc. Las carreras eran todo un espectáculo. La zona central de la arena estaba dividida por un muro central ricamente decorado. Hoy en día el circo de Augusta Emerita solo conserva su cimentación de hormigón, pero en su día debió tener esculturas y obeliscos. El edificio fue reconstruido entre los años 337 y 340, tal y como se describe en una inscripción localizada.

Llama la atención cómo unos años antes de la reconstrucción del circo, durante el Concilio de Elvira (año 310) y el Concilio de Arlés (año 314), se condenaron todos los juegos del Imperio, considerándose infames, incluso bajo pena de excomunión a los aurigas. Pese a ello, el circo de Augusta Emerita seguirá siendo escenario de carreras de carros hasta el siglo V, según se desprende de algunas inscripciones localizadas recientemente.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Interesante o Muy Historia.

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