Cuando hablamos de la grandeza de la antigua Roma solemos pensar en emperadores, generales y políticos. Nombres como Julio César, Augusto y Trajano saltan rápidamente a nuestra mente, asociados con la expansión de un imperio que marcó la historia del mundo occidental. Sin embargo, detrás de estas figuras célebres se esconde un grupo de personas cuyas contribuciones fueron igual de importantes: los arquitectos que diseñaron y construyeron las maravillas que aún hoy nos siguen sorprendiendo.
La arquitectura monumental de la ciudad eterna
La ciudad de Roma ha sido llamada "la ciudad eterna" por su capacidad para desafiar al tiempo. Sus monumentos más icónicos, como el Coliseo, el Panteón y los acueductos, han resistido guerras, saqueos y siglos de cambios. La magnitud y sofisticación de estas construcciones son testimonio del dominio técnico y artístico de los antiguos romanos.
Entre los logros más impresionantes de la arquitectura romana se encuentran las innovaciones en materiales y técnicas constructivas, como el uso del hormigón, los arcos y las bóvedas, que permitieron erigir edificios de proporciones y durabilidad sin precedentes. Sin embargo, a pesar de la importancia de estas obras, el nombre de la mayoría de los arquitectos que las diseñaron no han trascendido.
La cultura del anonimato en la arquitectura romana
A diferencia de lo que ocurrió en la antigua Grecia, donde arquitectos como Ictinos y Calícrates, quienes diseñaron el Partenón, fueron ampliamente reconocidos, en Roma la práctica arquitectónica estaba íntimamente ligada a la política y al poder. Los proyectos monumentales a menudo eran encargados por los emperadores o altos funcionarios con el objetivo de glorificar su mandato y dejar un legado visible para la posteridad. En este contexto, el arquitecto era visto más como un ejecutor técnico que como un creador individual con una visión artística.
Por ejemplo, el Coliseo, el anfiteatro más famoso del mundo, fue encargado por el emperador Vespasiano en el año 72 d.C. Aunque se desconoce el nombre del arquitecto principal, sabemos que este colosal proyecto fue financiado con los botines obtenidos tras la guerra contra los judíos en Jerusalén. El nombre de Vespasiano es el que quedó asociado para siempre con la obra, y no el de quien diseñó y coordinó su construcción.
Lo mismo ocurre con el Panteón, una de las estructuras mejor conservadas de la antigua Roma. Aunque el emperador Adriano lo reconstruyó en el año 118 d.C., no hay mención alguna del arquitecto que ideó su revolucionaria cúpula, la mayor del mundo durante más de 1300 años. Se cree que Apolodoro de Damasco, un famoso ingeniero y arquitecto, pudo haber estado involucrado en su diseño, pero no existen suficientes pruebas para afirmarlo con rotundidad.

Apolodoro de Damasco: el maestro detrás del legado de Trajano
Apolodoro de Damasco es uno de los pocos nombres de arquitectos romanos que han llegado hasta nosotros. Originario de Siria, Apolodoro trabajó bajo el mandato del emperador Trajano y se le atribuyen obras monumentales como el Foro de Trajano, el Mercado de Trajano y la famosa Columna de Trajano, que narra en bajorrelieves las victorias militares del emperador en las guerras dacias.
Apolodoro también estuvo a cargo de la construcción de un puente sobre el río Danubio, una obra maestra de ingeniería que permitió a las legiones romanas cruzar el río durante la conquista de Dacia. Este puente, que fue el más largo de su tipo en la antigüedad, es un ejemplo del genio técnico de Apolodoro, quien combinaba funcionalidad y estética en todas sus obras.
Sin embargo, a pesar de sus logros, Apolodoro cayó en desgracia cuando Adriano, sucesor de Trajano, ascendió al trono. Según la leyenda, Apolodoro criticó uno de los diseños arquitectónicos de Adriano, lo que precipitó su exilio e incluso, posiblemente, su ejecución.

El papel de los ingenieros militares
La frontera del imperio requería una infraestructura vasta y sofisticada para mantener el control sobre los territorios conquistados. Es por esa razón por la que muchos de los arquitectos también eran ingenieros militares encargados de construir fortificaciones, puentes y caminos.
Vitruvio, uno de los pocos arquitectos cuyo nombre ha trascendido, fue un ingeniero militar que trabajó bajo las instrucciones de Julio César. En su tratado De Architectura, Vitruvio describe los principios de la arquitectura romana, abarcando desde el diseño de templos hasta máquinas de guerra. Gracias a este texto, tenemos un testimonio de la importancia que los arquitectos romanos daban a combinar belleza y funcionalidad en sus obras.
La importancia del hormigón romano
Uno de los grandes secretos que explica la durabilidad de la arquitectura romana es el uso del hormigón. Los romanos desarrollaron una mezcla a base de cenizas volcánicas (conocida como opus caementicium) que tenía propiedades excepcionales de resistencia y adaptabilidad. Este material permitió a los arquitectos romanos crear formas complejas, como las bóvedas y cúpulas, que habrían sido imposibles de construir con sólo con piedra o ladrillo.

La cúpula del Panteón es un ejemplo de cómo el hormigón permitió a los romanos desafiar las leyes de la física. Con un diámetro de 43,3 metros, la cúpula se estrecha progresivamente hacia la parte superior, lo que aligera su peso y distribuye las tensiones de manera uniforme. A través de innovaciones como esta, los arquitectos romanos pudieron crear espacios interiores amplios y luminosos, algo sin precedentes en la antigüedad.
El legado de los arquitectos romanos
A pesar del anonimato que rodea a muchos de los arquitectos de Roma, su legado ha perdurado a lo largo de los siglos y sus avances técnicos y estéticos sentaron las bases para gran parte de la arquitectura occidental. Durante el Renacimiento, figuras como Miguel Ángel y Brunelleschi se inspiraron en las obras romanas para crear nuevas maravillas arquitectónicas, como la Basílica de San Pedro y la cúpula de la Catedral de Florencia.