Desde los primeros poemas épicos hasta los relatos tardíos del cristianismo primitivo, las figuras de dragones y serpientes marinas han ocupado un lugar central en el imaginario mitológico de occidente. Estas criaturas, híbridos colosales que sembraban el caos, representaban las fuerzas descontroladas de la naturaleza, el mal y el desorden cósmico. Exploramos, a continuación, la imaginería clásica los principales mitos que definen la evolución y el significado de estas bestias en la tradición grecorromana.
Orígenes mitológicos: entre el caos y la genealogía divina
Los dragones (drákontes) del mundo clásico forman parte de una genealogía mitológica. Muchos provienen de un linaje monstruoso vinculado a la diosa Gaia y a seres primordiales como Tifón y Equidna, quienes engendraron a múltiples bestias de apariencia aterradora.
Un ejemplo es Ladón, el dragón o serpiente que custodiaba las manzanas de oro del jardín de las Hespérides. Hércules mató a esta figura, descrita a veces con cien cabezas y una voz múltiple, como parte de sus doce trabajos. Ladón estaba emparentado con otras criaturas similares, como la Hidra de Lerna, cuyas cabezas se regeneraban cada vez que se cercenaban.
Este patrón de criaturas de apariencia monstruosa que actúan como guardianes de lugares sagrados o tesoros míticos es habitual en numerosas tradiciones culturales. Así, el dragón se transforma en el obstáculo que se interpone entre el héroe y el conocimiento, el poder o la gloria.

Dragones acuáticos y serpientes marinas: terrores de las profundidades
El agua constituye un elemento clave en la configuración del dragón grecorromano. Muchas de estas criaturas pueblan los ríos, los lagos y los mares. A menudo, su encuentro con los humanos genera escenas de tensión dramática o castigo divino.
Uno de los ejemplos más célebres lo constituye el episodio de Andrómeda y el monstruo marino. Según la versión de Apolodoro, Cefeo y Casiopea debían sacrificar a su hija Andrómeda para aplacar a Poseidón, quien había enviado un kētos (una bestia marina) a devastar sus tierras. El héroe Perseo logró liberarlos matando al monstruo.
Los kētoi se presentaban como figuras ambivalentes. Unas veces, se correspondían con criaturas reales magnificadas, como las ballenas o los tiburones. Otras eran proyecciones de terrores colectivos asociados al océano en cuanto el peligroso límite del mundo conocido.
El combate simbólico: héroes contra monstruos
El arquetipo del matadragones, el héroe masculino que se enfrente y vence a esas criaturas, se encuentra ya en la mitología griega. Apolo, por ejemplo, mató a Pitón, una enorme serpiente que custodiaba el oráculo de Delfos, una hazaña que le permitió fundar su propio culto. Este relato ejemplifica una estructura narrativa recurrente en la mitología: el joven dios o héroe que vence al monstruo y funda un nuevo orden.
Cadmo, el fundador de Tebas, también protagonizó un combate similar. Tras matar al dragón que custodiaba la fuente de Ares, Cadmo sembró sus dientes que dieron origen a una nueva estirpe guerrera. En ambos casos, el dragón aparece como figura liminar entre el caos primigenio y el nacimiento de una civilización.
Este esquema se perpetuó en la literatura posterior, e incluso en la iconografía. Es ahí donde emerge la representación del dragón como enemigo fundamental del bien, especialmente en los relatos cristianos de santos como san Jorge o san Teodoro.

El dragón en la tradición romana
Aunque los romanos heredaron parte del imaginario griego, aportaron también una visión militarizada del dragón como símbolo tanto de poder como de amenaza. En el contexto imperial, los dracones aparecen como estandartes de las tropas auxiliares, sobre todo aquellas de origen oriental, y su imagen se asocia al enemigo bárbaro.
En el plano mitológico, los romanos reelaboron episodios conocidos de las luchas contra dragones y serpientes, como el de Hércules, que incorporaban elementos teatrales y espectaculares. El dragón, convertido en el símbolo visual del desafío extremo, se convierte en una presencia habitual en mosaicos, relieves y sarcófagos.

De lo pagano a lo cristiano: el dragón como símbolo del mal
En la transición hacia el cristianismo, la figura del dragón experimentó una transformación ideológica profunda, pasando de ser una criatura liminal o caótica a representar directamente al demonio. En el Apocalipsis bíblico, por ejemplo, el dragón rojo de siete cabezas y diez cuernos es Satanás, enemigo de Dios y perseguidor de la Iglesia.
Los relatos hagiográficosque narran las vidas de los santos retomaron el modelo clásico del héroe contra el monstruo, pero ahora con un mensaje moral. Así, san Jorge mata al dragón no como acto heroico secular, sino como manifestación del poder de Dios sobre el mal. Este proceso de reinterpretación, que se alimenta de las fuentes clásicas, añade una nueva capa de matices simbólicos que perdurará en la Edad media.

Persistencia y resignificación: el legado del dragón clásico
Los estudios sobre estas criaturas míticas han demostrado que el dragón grecorromano no tiene una única forma ni un único significado. Al contrario: es una criatura plural, adaptable y cargada de simbolismo. Marca el paso del desorden al orden, del caos a la cultura. Al ser incorporado por el cristianismo, el dragón sobrevivió como metáfora del pecado, el paganismo o la vorágine que debe vencerse. Esta continuidad explica su presencia constante en la iconografía posterior, desde los manuscritos medievales hasta los bestiarios renacentistas.
Una criatura necesaria
El dragón en la mitología grecorromana expresa las tensiones fundamentales entre lo humano y lo monstruoso, lo sagrado y lo profano. Ya sea como serpiente marina, guardián de un tesoro o enemigo de los santos, su poder simbólico radica en su ambigüedad: puede ser hijo de la tierra o del infierno, protector o destructor, monstruo desafiante o reto a vencer. Protagonistas de las estructuras narrativas que organizaron el pensamiento mítico y religioso del mundo antiguo, su presencia aún perviven en nuestra cultura contemporánea.
Referencias
- Felton, Debbie (ed.). 2024.The Oxford Handbook of Monsters in Classical Myth. Oxford University Press.