Camboya convierte el horror en memoria: los sitios conmemorativos del genocidio de Pol Pot entran en la Unesco

Antiguas prisiones, centros de tortura y campos de ejecución donde miles de personas fueron asesinadas durante el régimen de los Jemeres Rojos, hoy se transforman en lugares de compromiso con los derechos humanos. La Unesco los ha reconocido como Patrimonio Mundial, reforzando el papel de la memoria frente al olvido.
Camboya convierte el horror en memoria, los sitios conmemorativos del genocidio de Pol Pot entran en la Unesco-
Templo del recuerdo. El memorial de Choeung Ek alberga una estupa de cristal que resguarda los cráneos y huesos exhumados de miles de víctimas. Fuente: Wikimedia Commons.

Los muros que una vez encerraron el terror hoy custodian la memoria. La Unesco ha reconocido como Patrimonio de la Humanidad tres sitios marcados por el régimen de los Jemeres Rojos en Camboya, transformados con los años en espacios de reflexión, duelo colectivo y educación. Donde antes hubo tortura, ejecuciones y represión sistemática, hoy se alzan centros abiertos al público que invitan a comprender la historia para que no se repita.

Entre 1975 y 1979, el régimen liderado por Pol Pot impuso en la entonces Kampuchea un proyecto radical que pretendía borrar toda huella de modernidad. Intelectuales, minorías étnicas, religiosos y quienes fueran considerados enemigos del nuevo orden agrario fueron perseguidos sin tregua. Las cifras estremecen: entre 1,7 y 2,2 millones de personas murieron asesinadas, por inanición o trabajo forzado.

Una cuarta parte de la población del país desapareció en menos de cuatro años.

Hoy, tres de los lugares más representativos de esa tragedia han sido oficialmente protegidos por su valor histórico y simbólico. La prisión M‑13, donde comenzó la maquinaria represiva del régimen; el centro de detención Tuol Sleng (S‑21), convertido en el Museo del Genocidio, y los campos de exterminio de Choeung Ek, donde miles fueron ejecutados sin juicio. Cada sitio cuenta una parte del horror, y juntos forman un relato crudo pero necesario para las generaciones presentes y futuras.

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Estos lugares conservan archivos esenciales para los juicios internacionales por crímenes de lesa humanidad. Fuente: Wikimedia Commons.

M‑13: el laboratorio del terror camboyano

En lo profundo de la provincia de Kampong Chhnang, oculto entre la selva y el silencio, se encuentra el lugar donde comenzó a gestarse una de las dictaduras más brutales del siglo XX. La prisión M‑13 funcionó como el primer engranaje del aparato represivo que los Jemeres Rojos desplegarían a escala nacional apenas unos años más tarde.

Entre 1971 y 1975, mientras la guerra civil aún sacudía Camboya, el régimen de Pol Pot utilizó este sitio como campo de prueba para afinar los métodos de vigilancia, tortura y purga interna que luego aplicarían de forma sistemática en todo el país. M‑13 no fue una prisión convencional. Allí, en condiciones precarias, los guardias detenían a supuestos traidores, cuadros disidentes y civiles señalados por rumores o sospechas.

Más que una cárcel, M‑13 operó como un experimento. Allí se puso a prueba la lógica paranoica del régimen. Lo que comenzó como una operación clandestina de “depuración” interna pronto se convirtió en un modelo replicado a gran escala tras la llegada de los Jemeres Rojos al poder en 1975.

Su existencia, durante años negada o minimizada, comenzó a documentarse como la primera manifestación concreta del genocidio que vendría. Hoy, gracias al reciente reconocimiento de la Unesco, este sitio deja de ser solo una ruina cubierta de maleza para convertirse en memoria activa. Un símbolo del origen del horror, pero también un recordatorio de lo que puede ocurrir cuando el poder se impone sin límites y la humanidad se convierte en objeto descartable. M‑13 ya no es secreto. Es una advertencia.

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En este lugar yace una de las fosas comunes de Choeung Ek, donde fueron enterradas cientos de víctimas del régimen de los Jemeres Rojos en Camboya. Fuente: Wikimedia Commons / Michael Darter.

Tuol Sleng: donde el aula se volvió cámara de tortura

En el corazón de Phnom Penh, un antiguo colegio secundario se transformó en el símbolo más cruel del régimen de los Jemeres Rojos. En mayo de 1976, el edificio de Tuol Svay Prey fue reconvertido por la dictadura de Pol Pot en la prisión S‑21, uno de los centros de detención y tortura más infames del siglo XX. Bajo la dirección de Kang Kek Iew —conocido como Duch—, el complejo se convirtió en una fábrica de muerte cuidadosamente documentada.

Por sus aulas, convertidas en celdas improvisadas, pasaron entre 14 000 y 20 000 personas: campesinos, profesionales, religiosos, funcionarios del propio régimen, mujeres, niños. A cada uno lo fotografiaron al ingresar. Lo interrogaron durante días o semanas, a menudo bajo tortura, hasta forzarlo a firmar confesiones por crímenes que no cometió. La mayoría no volvió a salir con vida. Los archivos de S‑21 muestran que solo una docena de personas sobrevivió a su paso por el lugar.

Cada confesión obtenida servía para justificar una ejecución o una nueva purga. Tras los interrogatorios, los prisioneros eran enviados a los campos de exterminio de Choeung Ek. Hoy, Tuol Sleng funciona como Museo del Genocidio. Las celdas, los grilletes y los instrumentos de tortura siguen en pie. Las paredes exhiben miles de rostros: retratos en blanco y negro tomados por los propios carceleros.

Esa evidencia fue crucial en los juicios contra los responsables del genocidio. Pero su valor no se limita al pasado judicial. Tuol Sleng es hoy un archivo vivo, un recurso pedagógico irremplazable y una advertencia a quienes creen que el poder absoluto puede ejercerse sin consecuencias. Convertido en sitio protegido por la Unesco, este lugar no solo narra lo que fue: exige que miremos de frente lo que nunca debe volver a ser.

Mapa con cráneos de las víctimas. Museo de Tuol Sleng.
Mapa con cráneos de las víctimas. Museo de Tuol Sleng en Camboya. Fuente: Wikimedia Commons / Donovan Govan.

Choeung Ek: donde la tierra aún habla

En lo que alguna vez fue un tranquilo huerto de mangos a las afueras de Phnom Penh, el régimen de los Jemeres Rojos levantó uno de sus más siniestros escenarios de exterminio. Entre 1975 y 1979, Choeung Ek funcionó como campo de ejecución masiva. Allí terminaron sus días miles de prisioneros procedentes de Tuol Sleng (S‑21), asesinados en silencio, sin disparos, con herramientas agrícolas, piedras, hachas y bayonetas. La eficiencia del horror se medía en su discreción: economizar balas, acelerar muertes.

Tras la caída del régimen en 1979, los equipos de investigación hallaron más de 80 fosas comunes. De ellas emergieron cerca de 8 900 cuerpos, muchos con fracturas craneales que evidenciaban la brutalidad del método. Aún hoy, con cada temporada de lluvias, el suelo devuelve fragmentos óseos a la superficie. La tierra, incapaz de callar del todo, sigue hablando por quienes no pudieron hacerlo.

En el centro del recinto se alza una estupa budista de cristal acrílico. Dentro, más de 5 000 cráneos humanos, clasificados por edad y sexo, están expuestos como un memorial silencioso y directo. No hay filtros. No hay metáforas. Solo evidencia. Cada 9 de mayo, sobrevivientes y visitantes de todo el mundo se congregan para rendir homenaje a las víctimas y reafirmar un compromiso con la memoria, la justicia y los derechos humanos.

A través del proyecto PEACE, se han implementado nuevas instalaciones didácticas, archivos digitales, material audiovisual y recorridos guiados que permiten a las nuevas generaciones comprender el pasado desde una mirada crítica y empática.

El valor de la memoria frente al olvido

Recorrer los pasillos del Museo Tuol Sleng o permanecer en silencio frente a las fosas de Choeung Ek no es solo una experiencia conmovedora, sino un acto de memoria activa. Estos sitios no fueron restaurados para atraer turistas, ni embellecidos para edulcorar el pasado: fueron preservados tal y como quedaron tras el derrumbe del régimen, precisamente para que el horror no pudiera diluirse con el tiempo.

En un país donde el trauma generacional todavía pulsa bajo la superficie, conservar estos espacios es una manera de nombrar a los desaparecidos y dar testimonio a las nuevas generaciones.

Hoy, estudiantes camboyanos visitan regularmente los lugares reconocidos por la Unesco, y muchos reciben allí sus primeras lecciones sobre lo que significó el genocidio.

Activistas por los derechos humanos, educadores y responsables del patrimonio coinciden en que estos lugares funcionan como puentes entre el pasado y el presente. Su valor trasciende el marco nacional: representan una advertencia universal sobre las consecuencias del totalitarismo. Al conservarlos, Camboya no solo honra a sus muertos, sino que ofrece al mundo una lección urgente sobre la necesidad de enfrentar el pasado con dignidad y coraje. Porque olvidar sería permitir que vuelva a ocurrir.

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El reconocimiento de la UNESCO garantiza la protección de estos sitios como lecciones vivas contra la barbarie. Fotografías de las víctimas. Fuente: Wikimedia Commons.

Un mensaje para el futuro

Durante años, los supervivientes, activistas y educadores han luchado por preservar estos lugares frente al deterioro, la indiferencia o el olvido. Ahora, con esta distinción internacional, se garantiza su protección y se reconoce su valor universal como espacios de reflexión sobre los abusos del poder, la fragilidad de la vida y la capacidad humana para la crueldad, pero también para la resistencia.

Hoy, muchos de los que sobrevivieron al horror caminan voluntariamente por los pasillos donde estuvieron prisioneros. En Tuol Sleng, algunos colaboran como guías o educadores, compartiendo su historia con los visitantes.

El papel de la memoria histórica se vuelve esencial en la construcción de sociedades. No basta con reconstruir escuelas, carreteras o instituciones si no se reconstruye también la conciencia colectiva.

Estos lugares de duelo se transforman, así, en aulas vivas donde el aprendizaje más importante es el respeto por la vida humana. Para Camboya, y para el mundo, el reconocimiento de estos sitios conmemorativos es una llamada a no dejar que el silencio entierre lo que jamás debe repetirse.

Referencias

  • Chandler, D. (2023). Voices from S-21: Terror and history in Pol Pot's secret prison. Univ of California Press.
  • Unesco. (2024). Sitios conmemorativos de Camboya: de centros de represión a lugares de paz y reflexión. Lista del Patrimonio Mundial. https://whc.unesco.org/es/list/1748

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