Arqueólogos descubren en México la ciudad perdida de mayas rebeldes que resistieron más de un siglo a la conquista española y desapareció en la selva durante 300 años

Tras tres siglos oculta por la selva, una ciudad maya rebelde que resistió más de un siglo a la conquista española vuelve a ver la luz.
Para determinar con precisión la ubicación probable de Sak-Bahlán, los arqueólogos combinaron datos extraídos de crónicas históricas con un modelo predictivo
Para determinar con precisión la ubicación probable de Sak-Bahlán, los arqueólogos combinaron datos extraídos de crónicas históricas con un modelo predictivo. Foto: Josuhé Lozada Toledo/CINAH Chiapas

En lo más profundo de la selva chiapaneca, un equipo internacional de arqueólogos ha localizado lo que podría ser la última capital de los lacandones rebeldes: Sak-Bahlán, la mítica “tierra del jaguar blanco”. Oculta durante más de tres siglos bajo la espesura de la Reserva de la Biosfera Montes Azules, esta ciudad se convirtió en el último refugio de un pueblo maya que resistió a la conquista española durante más de un siglo.

El hallazgo, respaldado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y documentado en un estudio que se publicará en la revista Chicomoztoc, es el resultado de un trabajo de precisión histórica y tecnológica. Mediante un modelo predictivo desarrollado por el arqueólogo Josuhé Lozada Toledo, basado en Sistemas de Información Geográfica (SIG) y el software ArcGIS Pro, fue posible reconstruir las rutas coloniales y prehispánicas, cruzando datos de topografía, vegetación, hidrografía y distancias de viaje descritas en crónicas del siglo XVII.

Un enigma histórico con coordenadas precisas

La existencia de Sak-Bahlán estaba documentada desde 1695, cuando expediciones españolas, guiadas por aliados mayas, lograron encontrar y ocupar la ciudad sin librar batalla. La urbe fue rebautizada como Nuestra Señora de los Dolores y, menos de tres décadas después, quedó abandonada. A partir de entonces, su ubicación se convirtió en un misterio que desafió a generaciones de exploradores.

Los registros históricos más valiosos proceden de un fraile español que describió el trayecto hasta Sak-Bahlán: varios días a pie desde el río Lacantún, seguidos de un viaje en canoa. Al introducir esos datos en su modelo geoespacial, Lozada pudo establecer un radio de búsqueda muy específico, en una zona donde la selva ha borrado cualquier trazo visible desde el aire.

El proyecto, codirigido por los arqueólogos Brent Woodfill (Universidad de Winthrop, EE.UU.) y Yuko Shiratori (Universidad Rissho, Japón), se adentró en el terreno con un equipo reducido, pero armado con datos precisos y la experiencia acumulada de expediciones anteriores que habían fracasado. Tras jornadas de marcha, navegación y machete en mano, dieron con un conjunto de estructuras de piedra, fragmentos cerámicos, herramientas de obsidiana e incluso restos de una pequeña iglesia colonial.

La última fortaleza de un pueblo indómito

Sak-Bahlán no era una ciudad monumental como las del periodo clásico maya. Sus construcciones, modestas y adaptadas al entorno, fueron diseñadas para pasar desapercibidas. Sin embargo, su significado histórico es enorme: fue la capital de los lacandones-ch’olti’es desde finales del siglo XVI hasta su caída en 1695.

Lago Miramar, situado en el corazón de la Reserva de la Biosfera Montes Azules
Lago Miramar, situado en el corazón de la Reserva de la Biosfera Montes Azules. Foto: Josuhé Lozada Toledo/CINAH Chiapas

Estos mayas habían abandonado su antigua capital, Lacam-Tún, tras su conquista por los españoles en 1586, internándose en una región remota donde mantuvieron su independencia durante más de un siglo. Allí continuaron cultivando maíz, chiles y frutales, criando guajolotes y practicando sus rituales ancestrales en cuevas cercanas, mientras establecían redes de comercio y, en ocasiones, de guerra con otros pueblos mayas y con asentamientos coloniales.

La caída de Sak-Bahlán se produjo por una combinación de diplomacia fallida y traición. Algunos de sus líderes aceptaron viajar a Guatemala para dialogar con las autoridades españolas y eclesiásticas, pero la mayoría murió por enfermedad antes de regresar. Poco después, un contingente de soldados y aliados indígenas entró en la ciudad, rebautizándola y marcando el fin de su historia independiente.

Del mito a la evidencia material

El descubrimiento de este asentamiento en la confluencia de los ríos Jataté e Ixcán no solo confirma las hipótesis del modelo predictivo, sino que también abre una ventana inédita a la vida cotidiana de un pueblo que eligió el aislamiento antes que la rendición.

Los trabajos de campo han identificado plazas, cimientos de edificios comunales y materiales que sugieren un intercambio de bienes más amplio de lo que las crónicas dejaban entrever. Los arqueólogos esperan que el análisis detallado de la cerámica y otros artefactos revele conexiones con centros mayas aliados y tal vez con productos europeos que pudieron integrarse en su cultura.

Próximamente, el equipo utilizará tecnología LiDAR para mapear el sitio bajo el dosel selvático y localizar estructuras ocultas. Este método podría mostrar no solo la extensión real de la ciudad, sino también caminos, sistemas agrícolas y zonas rituales que hasta ahora permanecen invisibles.

Resistencia, memoria y reivindicación

Más allá de su valor arqueológico, Sak-Bahlán es un símbolo de resistencia. Representa a un pueblo que prefirió la selva, el silencio y el aislamiento antes que someterse a un orden impuesto. Para los investigadores, su hallazgo no solo corrige un vacío en la historia de Chiapas, sino que reivindica la memoria de comunidades que fueron borradas de los relatos oficiales.

Este descubrimiento también se suma a un patrón más amplio: la conquista española del mundo maya no fue un episodio fulminante, sino un proceso prolongado, con zonas que resistieron durante décadas o incluso siglos. Sak-Bahlán fue la penúltima capital maya en caer; la última, Nojpetén, en Guatemala, resistiría dos años más.

Hoy, los descendientes de los antiguos lacandones viven en otras zonas de Chiapas y Guatemala, con identidades y lenguas diferentes a las de sus antepasados de Sak-Bahlán. Sin embargo, su historia, marcada por la resistencia y la adaptación, sigue latiendo en la memoria cultural de la región.

El regreso de Sak-Bahlán al mapa no es solo un triunfo científico, sino también un acto de justicia histórica. Y, como advierten los arqueólogos, apenas es el comienzo: las profundidades de Montes Azules guardan aún más secretos, esperando a quienes se atrevan a buscarlos.

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