Humanos contra bestias en los albores de la prehistoria: hallan la prueba de un posible enfrentamiento entre un humano y un perezoso acaecido hace más de 30.000 años

Una lesión en el hueso de un perezoso gigante podría ser la prueba más antigua de un ataque humano a un megamamífero en Sudamérica
Lestodon en la prehistoria
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto. Imagen del calcáneo perforado. Fuente: Fariña et al. 2025 - Enfrentamientos entre humanos y megafauna en la prehistoria

Para los humanos del Pleistoceno, la vida estaba plagada de peligros mortales, pero el ingenio y la organización les permitieron sobrevivir incluso en los contextos más difíciles. Ahora, un equipo internacional de investigadores ha documentado una posible evidencia de interacción violenta entre un ser humano y un perezoso gigante ocurrida hace unos 33.000 años. El hallazgo, que se realizó en el yacimiento paleontológico de Arroyo del Vizcaíno (Uruguay) y cuyos detalles se publicado en el Swiss Journal of Palaeontology, se centra en una extraña perforación presente en el calcáneo (hueso del talón) de un ejemplar de Lestodon armatus, uno de los grandes representantes de la megafauna pleistocena.

La importancia de esta investigación radica en el contexto cronológico de excepcional antigüedad del sitio y en la posible implicación humana en la formación de esta lesión ósea. Podría representar una de las evidencias más tempranas de caza activa de megafauna en América del Sur.

Lesión de un Lestodon
Marcas de un impacto contundente en el calcáneo. Fuente: Fariña et al. 2025

Un sitio singular en la ruta de los primeros pobladores

El yacimiento de Arroyo del Vizcaíno se ubica cerca de la localidad de Sauce, en el sur de Uruguay. Desde hace años, se ha convertido en un punto clave de estudio por la abundancia y la excepcional conservación de restos fósiles de megamamíferos. Se han recuperado más de 2.000 elementos óseos, en su mayoría pertenecientes a perezosos gigantes del género Lestodon. La datación por radiocarbono de huesos y los restos vegetales asociados ha permitido fijar una cronología en torno a los 33.000 años calibrados antes del presente, lo que lo convierte en uno de los sitios más antiguos con posible presencia humana en América.

A lo largo de la última década, varios estudios, a través de los análisis estadísticos y las técnicas de inteligencia artificial, han logrado identificar marcas de corte en huesos atribuidas, muy probablemente, a la actividad antrópica. Sin embargo, la comunidad científica ha preferido mantener la cautela a la hora de interpretar estos indicios como una prueba concluyente de la ocupación humana en épocas tan tempranas.

Herida de un Lestodon
Posición anatómica de la lesión en el calcáneo. Fuente: Fariña et al. 2025

Una marca que podría reescribir la historia

Entre los fósiles recuperados en Arroyo del Vizcaíno, se encuentra el calcáneo derecho de un Lestodon armatus con una profunda indentación en su cara dorsal. La cavidad, de forma cónica y unos 40 milímetros de profundidad, presenta características morfológicas y microestructurales que sugieren haber sido causada por un objeto penetrante contundente. Para analizar esta huella, los investigadores recurrieron a escaneos por tomografía computarizada (CT-scan), moldes de silicona, y análisis microscópicos de desgaste y residuos.

Los resultados revelaron que la lesión no presenta las marcas características de la mordedura de carnívoros, fracturas postmortem ni enfermedades óseas. La herida se produjo por un impacto perimortem con un objeto que, con probabilidad, se introducido con gran fuerza en el cuerpo del animal. La ausencia de signos de regeneración ósea sugiere que la herida se produjo poco antes o inmediatamente después de la muerte del animal.

Moldes de silicona, lesión de un Lestodon
Moldes de silicona de la lesión. Fuente: Fariña et al. 2025

Indicios de una herramienta primitiva

Los análisis microscópicos detectaron estriaciones paralelas, fibras vegetales y colágeno dentro de la cavidad, lo que refuerza la hipótesis de que fue causada por un instrumento hecho con materiales orgánicos, como hueso, marfil o madera endurecida. La forma de la cavidad sugiere que se empleó un objeto cónico y sin punta afilada. Los investigadores proponen que el objeto se rotó y se movió lateralmente durante el impacto, lo que produjo una doble cavidad interna. Este tipo de daño es compatible con un proyectil o una punta de lanza insertada en un mango y empleada a corta distancia, tal vez como parte de un garrote.

Los investigadores calcularon que la energía necesaria para causar dicha perforación ronda los 120 julios, una cifra considerablemente elevada. Dado que sería inviable alcanzar esa energía similar mediante una lanzada a distancia, el escenario más plausible implica un ataque cercano, a no más de uno o dos metros del objetivo.

¿Caza o confrontación?

Este hallazgo plantea preguntas fascinantes sobre las estrategias de caza de los primeros humanos en América. La elección del talón como zona de impacto sugiere un intento deliberado de inmovilizar al animal al reducir su capacidad de escape. El ángulo de ataque, de unos 60 grados respecto al suelo, también coincide con las trayectorias documentadas durante los estudios experimentales sobre armas arrojadizas o de empuje.

Aunque no se han recuperado proyectiles líticos en el sitio que coincidan con la morfología de la herida, sí se han hallado otras tipologías de herramientas de piedra, como raspadores, con señales de uso. Además, al menos 40 huesos del yacimiento presentan marcas de corte asociadas a tareas de despiece y carnicería, así como otros elementos que podrían relacionarse con la manipulación humana de animales.

Recreación fantasiosa de un perezoso
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Implicaciones arqueológicas y paleobiológicas

Si se confirma la autoría humana en esta herida, estaríamos ante una de las evidencias más antiguas de caza activa de megafauna en América del Sur, anterior incluso a las icónicas puntas Clovis de América del Norte o a las industrias líticas del sitio de Monte Verde en Chile. El caso del calcáneo de Lestodon se une, así, a un corpus creciente de indicios de confrontación entre humanos y grandes mamíferos extintos. En Argentina, México y Venezuela se han descrito huesos de megaterios, gliptodontes y otros perezosos con marcas compatibles con la acción humana. Sin embargo, hasta ahora, los ejemplos de lesiones punzantes provocadas por armas resultaban muy escasos.

Un vistazo a una escena perdida del Pleistoceno

Aunque no podemos reconstruir con certeza lo ocurrido hace más de 30.000 años, la evidencia apunta a un escenario en el que un humano primitivo se acercó lo suficiente a un perezoso gigante como para atacarlo con un arma contundente de madera, hueso o marfil. Quizá lo hizo solo, o en grupo. Tal vez fue una caza planeada o un acto de defensa. En cualquier caso, lo que permanece es un hueso herido, el testimonio histórico de que en algún momento, humanos y bestias compartieron el mismo espacio… y se enfrentaron.

Referencias

  • Fariña, R.A., Hayes, E., Lemoine, L.A. et al. 2025. "An indentation in a 33,000-year-old right calcaneus of the ground sloth Lestodon (Xenarthra, Folivora) from Uruguay and its possible human agency". Swiss Journal of Palaeontology, 144. 31. DOI: https://doi.org/10.1186/s13358-025-00379-0

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