El hallazgo arqueológico que revela algo sorprendente sobre el idioma azteca: Teotihuacan, la gran ciudad, dominó Mesoamérica

Un nuevo estudio propone que los habitantes de Teotihuacan hablaban una lengua ancestral al náhuatl. Esto podría cambiar la forma en que entendemos la historia lingüística y cultural de Mesoamérica.
Fuente: ChatGPT / E. F.

Entre las muchas rutas arqueológicas que atraviesan México, hay una que nunca deja de fascinar a quienes la recorren: la Calzada de los Muertos en Teotihuacan. A cada paso, los visitantes se enfrentan a una ciudad monumental que floreció hace más de mil años, pero cuya identidad aún se mantiene en buena parte oculta. Frente a la Pirámide del Sol, una de las estructuras más imponentes de Mesoamérica, surge una pregunta que lleva siglos sin respuesta clara: ¿quiénes fueron realmente los habitantes de esta ciudad misteriosa?

Un nuevo estudio publicado en la revista Current Anthropology ofrece pistas sorprendentes. Los investigadores Christophe Helmke y Magnus Pharao Hansen proponen que los signos encontrados en los murales y objetos de Teotihuacan no solo eran decorativos, sino que conformaban un sistema de escritura. Y lo más revelador: esta escritura estaría codificando una lengua emparentada con el náhuatl, el idioma de los aztecas. El hallazgo reaviva la posibilidad de que los orígenes de esta lengua —y por tanto de ciertos pueblos mesoamericanos— estén más profundamente ligados a Teotihuacan de lo que se pensaba hasta ahora.

Un misterio persistente entre ruinas colosales

Teotihuacan fue una ciudad singular. En su apogeo, entre los siglos I y VI d.C., albergó hasta 125,000 personas y fue un centro político, económico y religioso de enorme influencia en Mesoamérica. Por su tamaño, poder e impacto cultural, ha sido comparada por los investigadores con “la Roma de Mesoamérica”. La analogía ayuda a dimensionar su importancia: una ciudad que marcó a todo su entorno y cuyo legado perduró, incluso sin que se conozca a fondo la identidad de su población.

Sin embargo, a diferencia de otras grandes civilizaciones como la maya, los teotihuacanos dejaron pocos registros que expliquen quiénes eran o qué lengua hablaban.

Lo que se ha conservado son murales ricamente decorados, fragmentos cerámicos con inscripciones y una arquitectura profundamente simbólica. Durante años, los especialistas se preguntaron si esos signos eran realmente escritura o si simplemente se trataba de imágenes rituales. Ahora, gracias a la investigación liderada por Helmke y Pharao Hansen, cobra fuerza la hipótesis de que esos símbolos sí componían un sistema de escritura, uno que seguía principios similares a los de otros sistemas mesoamericanos, como el uso de logogramas y del principio del rebus.

Ejemplos de logogramas que forman el lenguaje escrito de Teotihuacan. Fuente: Christophe Helmke, Universidad de Copenhague

El principio del rebus y el “deletreo doble”

Descifrar la escritura teotihuacana no ha sido sencillo. Según los investigadores, este sistema combina logogramas —signos que representan palabras completas— con una estrategia llamada "rebus", en la que se utilizan imágenes cuyo sonido se asemeja al de las palabras deseadas. Por ejemplo, una imagen de un coyote puede representar no solo al animal, sino también una sílaba con sonido similar en el idioma original.

Helmke y Pharao Hansen introducen además el concepto de “deletreo doble”, una estrategia en la que un mismo glifo puede tener tanto valor fonético como semántico. Esta complejidad ha dificultado el desciframiento, ya que muchas veces los signos deben interpretarse en múltiples niveles: sonoros, simbólicos y contextuales.

“Argumentamos que esta escritura codificaba un idioma específico e identificable, específicamente, un idioma yuto-nahua, inmediatamente ancestral al náhuatl, cora y huichol”, afirman los autores Este punto es clave, ya que sugiere que los hablantes de estas lenguas modernas podrían tener un vínculo directo con los antiguos habitantes de Teotihuacan.

Un puente inesperado con los aztecas

Uno de los elementos más intrigantes del estudio es la propuesta de que el idioma teotihuacano era una forma temprana de una lengua yuto-nahua, familia lingüística a la que pertenece el náhuatl, hablado por los aztecas y aún vigente en muchas comunidades del centro y sur de México. Tradicionalmente se ha creído que los mexicas, hablantes de náhuatl, migraron a la región del Valle de México tras la caída de Teotihuacan. Sin embargo, esta investigación plantea una hipótesis diferente.

Según los autores, los glifos analizados en Teotihuacan podrían estar escritos en una forma arcaica del náhuatl o de una lengua emparentada. Esto cambiaría la cronología conocida y sugeriría que los pueblos de habla náhuatl llegaron a la región mucho antes de lo que se pensaba, e incluso que podrían haber sido los propios teotihuacanos.

En palabras de los investigadores: “Nadie antes que nosotros había usado una lengua que encajara con el periodo para descifrar este sistema de escritura”, lo que subraya lo novedoso de su enfoque.

Fuente: ChatGPT / E. F.

Decodificando el pasado con herramientas del presente

La metodología empleada por el equipo danés consistió en reconstruir versiones antiguas del náhuatl y compararlas con los signos teotihuacanos, una tarea comparable a tratar de leer inscripciones vikingas usando danés antiguo en lugar del moderno. Como explica Helmke: “Hay que intentar leer el texto usando una lengua más cercana en el tiempo y contemporánea”.

Este enfoque les permitió identificar patrones fonéticos y logográficos en los glifos, lo que refuerza la hipótesis de que los signos encontrados en Teotihuacan constituyen un sistema escrito con estructura y reglas. La investigación también señala que muchos de los símbolos han sido hallados en diferentes contextos arqueológicos, como cerámicas y murales, lo que sugiere un uso generalizado y estandarizado dentro de la sociedad teotihuacana.

Limitaciones, pero también oportunidades

Uno de los grandes desafíos del estudio es la escasez de inscripciones disponibles. Los textos conservados no son numerosos ni largos, lo que limita la posibilidad de corroborar hipótesis de manera concluyente. Pharao Hansen reconoce que “es claramente una limitación para nuestra investigación no contar con más textos”.

Sin embargo, el equipo se muestra optimista. A medida que continúan las excavaciones, es probable que aparezcan nuevos murales o artefactos que contengan inscripciones. Además, su método podría inspirar a otros investigadores a revisar materiales ya conocidos bajo esta nueva perspectiva lingüística.

Los autores también han manifestado su intención de organizar talleres internacionales para compartir su método y debatirlo con otros expertos, lo que podría acelerar el proceso de validación o refinamiento de sus propuestas.

Nuevas preguntas para una vieja ciudad

Este hallazgo no solo tiene implicaciones para la historia de Teotihuacan, sino para toda la narrativa sobre los orígenes de las culturas mesoamericanas. Si los teotihuacanos hablaban una forma temprana de náhuatl, eso podría significar que el legado cultural y lingüístico de esta ciudad aún está vivo, aunque transformado, en muchas comunidades indígenas actuales.

Además, replantea la forma en que se ha contado la historia de los mexicas, a menudo considerada como un capítulo tardío y separado del periodo clásico. La posibilidad de una continuidad lingüística y cultural más extensa obliga a reconsiderar las divisiones cronológicas tradicionales.

Aunque queda mucho por investigar, esta propuesta abre una vía de estudio fascinante: entender las lenguas modernas como herederas no solo culturales, sino también textuales, de civilizaciones milenarias. Teotihuacan, lejos de ser un misterio sin voz, podría estar empezando a hablar.

Referencias

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