Si bien la muerte forma parte de nuestra existencia, no todas las culturas humanas se enfrentan a ella del mismo modo. Entre el siglo I a. C. y el 668 d. C., en la península de Corea, floreció la compleja tradición funeraria del sunjang, una práctica de sacrificio humano vinculada a la tumbas de la élite. Estos rituales, que se documentan, sobre todo, en las regiones de Silla y Gaya, consistían en enterrar, junto al ocupante principal de la tumba, a una o varias personas, presumiblemente para acompañarle en la otra vida. Hasta hace poco, las investigaciones se centraban en describir las estructuras arquitectónicas y ajuares de estas suntuosas inhumaciones, pero un nuevo estudio publicado en International Journal of Osteoarchaeology ha abordado una cuestión esencial. ¿Quiénes eran las personas sacrificadas?
El análisis de 65 individuos procedentes del Complejo funerario de Imdang, en Gyeongsan, ofrece ahora un panorama inédito sobre el sexo, la edad, el estado de salud y las relaciones sociales entre el ocupante principal y las víctimas. Los resultados obligan a matizar la imagen simplista de un sacrificio reservado a esclavos o prisioneros, y sugieren que el sunjang tuvo significados sociales mucho más complejos.

El contexto arqueológico del sunjang
En la región de Gaya, el sunjang se documenta por primera vez a finales del siglo III y, hacia el siglo V, se había extendido a Silla. Sin embargo, se prohibió oficialmente en el año 502, durante el reinado de Jijeung, aunque siguió practicándose de manera residual hasta mediados del siglo VI. Las evidencias de esta práctica proceden de la excavación arqueológica de las tumbas, que suelen contar con una cámara principal y una cámara subsidiaria.
En el caso del Complejo funerario de Imdang, que se asocia a la élite del pequeño estado de Apdok, las excavaciones iniciadas en la década de 1980 han permitido recuperar más de 250 esqueletos. De estos, solo una parte corresponde a contextos de sunjang. El estudio se centró en 20 individuos procedentes de Imdang y 45 de Joyeong, ambos considerados contemporáneos y similares en lo que a función se refiere.

Metodología: cómo se identificó a las víctimas
Como punto de partida, los investigadores distinguieron entre los ocupantes principales y las víctimas sacrificadas, combinando, para ellos, los criterios arquitectónicos con la orientación de los cuerpos y la distribución de los ajuares. En las cámaras principales, los objetos de alto estatus —como coronas de bronce, espadas ornamentadas y calzado dorado— se disponían junto al ocupante principal. Las víctimas, en cambio, solían portar objetos más sencillos, como pendientes o vasijas corrientes. En muchos casos, incluso carecían de ajuar.
La determinación del sexo se realizó a través del análisis de ADN siempre que fue posible. En los casos sin material genético utilizable, se optó por aplicar criterios morfológicos craneales y pélvicos. La edad se estimó con métodos osteológicos estándar. Los estudiosos diferenciaron tres categorías adultas (21-35, 36-50 y más de 51 años), mientras que los subadultos se evaliuaron a partir de la dentición y la fusión epifisaria. También se examinó el estado de salud por lesiones, patologías dentales y óseas, y signos de estrés fisiológico.

Los sorprendentes sesultados: edad y sexo de las víctimas
De los 65 individuos analizados, 11 correspondían a los ocupantes principales y 54 a las víctimas. Desde el punto de vista estadístico, no se detectaron diferencias significativas en la proporción de sexos entre ambos grupos. Con todo, se verificó que las mujeres sacrificadas se encontraban con mayor frecuencia en la cámara principal, mientras que los hombres predominaban en las subsidiarias. Este patrón sugiere una posible asociación ritual diferenciada en función del sexo.
En cuanto a la edad, el 67,2 % de los individuos eran adultos y el 32,8 % subadultos. Entre las víctimas, había un porcentaje mayor de jóvenes y adolescentes, con un grupo destacado de individuos de 10 a 15 años y tres menores de 10 años. En cambio, los ocupantes principales eran casi siempre adultos, salvo dos casos excepcionales de subadultos, uno de ellos de menos de 10 años, algo único en el registro arqueológico coreano.
Otro hallazgo llamativo fue la correlación positiva entre la edad del ocupante principal y el número de víctimas sacrificadas. Los difuntos de mayor edad llegaban a tener hasta una media de 4,2 acompañantes, frente a 1,5 en los enterramientos de subadultos.

Estado de salud y condiciones de vida
El estudio no encontró diferencias significativas en la frecuencia de patologías entre los ocupantes principales y las víctimas. Sin embargo, ciertos problemas de salud, como la hipoplasia lineal del esmalte, las caries y las lesiones craneales, se verificaron con mayor frecuencia entre las víctimas. Esta evidencia lo podría apuntar a una dieta más pobre o a condiciones de vida menos favorables entre los individuos sacrificados. Las investigaciones isotópicas previas ya habían detectado diferencias en la dieta, con un mayor consumo de proteína animal, aves y mariscos entre los ocupantes principales, pero no necesariamente un patrón uniforme de privación en las víctimas. Aun así, algunos individuos sacrificados tenían ajuares y signos de estatus similares a los de los ocupantes principales, lo que pone en entredicho que todos ellos perteneciesen a un bajo rango social.
Un sacrificio con múltiples significados
El sunjang en Imdang y Joyeong no puede interpretarse únicamente como un gesto de dominación de la élite sobre personas de bajo estatus. La diversidad en las edades, sexos y ajuares sugiere que las víctimas pudieron ocupar posiciones sociales distintas, algunas quizá cercanas a la élite. El sacrificio pudo servir tanto para reforzar la autoridad y el prestigio del difunto como para cumplir otras funciones simbólicas y religiosas.
Por otro lado, la disposición espacial de los cuerpos, la correlación entre la edad del difunto principal y el número de víctimas, y la ubicación diferenciada por sexo apuntan a una elaborada escenografía funeraria aún por desentrañar.

Limitaciones y perspectivas futuras
Los autores del estudio han advertido que el tamaño reducido de la muestra de ocupantes principales limita el alcance de las conclusiones. La preservación desigual de los restos, además, también pudo haber influido negativamente en la detección de patologías. Por tanto, recomiendan aplicar en el futuro análisis isotópicos más amplios (carbono, nitrógeno, estroncio y oxígeno) para reconstruir dietas, movilidad y procedencia geográfica de cada individuo. Tales estudios podrían determinar si las víctimas procedían de comunidades lejanas o formaban parte de la misma sociedad.
Un fascinante ritual fúnebre
El estudio del Complejo funerario de Imdang ofrece la imagen más completa hasta la fecha de las personas implicadas en los sacrificios sunjang. Aunque no se hallaron diferencias significativas en sexo o edad global entre ocupantes principales y víctimas, la mayor presencia de mujeres en la cámara principal, la concentración de adolescentes y jóvenes entre las víctimas, y la relación entre la edad del difunto principal y el número de sacrificios aportan claves para entender la lógica social y ritual de estas prácticas.
Referencias
- Woo, E., Y. Jeong, D. Kim, and M. Seo. 2025. “ Demographic Composition and Pathology of the Human Occupants and Sacrificial Victims at Ancient Korean Tombs”. International Journal of Osteoarchaeology: 1–11. DOI: https://doi.org/10.1002/oa.70017.