En un hallazgo que desafía todo lo que creíamos saber sobre los ancestros de los cocodrilos, un equipo internacional de investigadores ha identificado huellas fósiles de una criatura que se movía de una forma completamente inesperada: sobre dos patas. Estas pisadas, encontradas en la región de Sacheon, Corea del Sur, pertenecen a un animal de hace aproximadamente 120 millones de años, un periodo en el que los dinosaurios dominaban la Tierra y los cocodrilos apenas comenzaban a diversificar sus habilidades evolutivas.
El descubrimiento, publicado originalmente en la revista Scientific Reports, no solo arroja luz sobre un capítulo inexplorado de la evolución de los cocodrilos, sino que además pone en jaque interpretaciones previas sobre otras huellas similares encontradas en la misma región años atrás. Esta nueva especie, bautizada como Batrachopus grandis, es el primer ejemplo documentado de un cocodrilo bípedo que podría competir en agilidad con algunos dinosaurios carnívoros de su época.
La historia detrás de las huellas
Las huellas fosilizadas fueron encontradas en el yacimiento de Jahye-ri, cerca de la ciudad de Sacheon. Lo que llamó la atención de los científicos fue su peculiar disposición: las huellas, de entre 18 y 24 centímetros de longitud, formaban un patrón que parecía más propio de un dinosaurio bípedo que de un cocodrilo típico. Estas huellas no mostraban marcas de manos ni arrastres de cola, lo que sugiere que el animal se movía completamente erguido sobre sus patas traseras, algo inaudito en los cocodrilos modernos.
La calidad del fósil permitió identificar incluso las texturas de la piel en las impresiones, lo que confirmó que se trataba de un reptil, pero no uno cualquiera. Los investigadores han calculado que el animal tendría una longitud aproximada de tres metros y un peso cercano a los 450 kilogramos, con una postura que lo habría hecho parecerse más a un depredador dinámico que a los cocodrilos que conocemos hoy.

Un debate científico
El hallazgo no ha estado exento de controversias. Cuando las primeras huellas de este tipo fueron descubiertas en 2012, los investigadores pensaron inicialmente que pertenecían a un pterosaurio, los reptiles voladores que compartían el cielo con los dinosaurios. Sin embargo, esta interpretación ha sido descartada tras el descubrimiento de las huellas en Sacheon, que son mucho más detalladas.
Para algunos expertos, el concepto de un cocodrilo bípedo sigue siendo difícil de aceptar. Esto se debe, en parte, a que los cocodrilos modernos, aunque pueden correr rápidamente, lo hacen en una postura cuadrúpeda, con las patas orientadas hacia fuera. No obstante, los datos recopilados del yacimiento de Jahye-ri parecen ser concluyentes: las huellas muestran un paso recto y estrecho, similar al de las aves o dinosaurios, lo que apunta irrefutablemente al bipedalismo.
Este patrón de huellas, sumado a la ausencia de rastros de cola y la forma de los dedos, ha llevado a los paleontólogos a reconsiderar su comprensión de los cocodrilos prehistóricos. Si bien las criaturas modernas tienen membranas interdigitales, las huellas fósiles de Batrachopus grandis no presentan esta característica, lo que sugiere que este ancestro podría haber estado adaptado a un hábitat terrestre, quizás con un estilo de vida más activo y depredador.

Una criatura fuera de lo común
Este reptil bípedo no solo es un descubrimiento peculiar, sino que también amplía nuestra perspectiva sobre la evolución de los cocodrilos. Tradicionalmente, se ha pensado en estos reptiles como animales acuáticos o semiacuáticos, con comportamientos poco dinámicos. Sin embargo, Batrachopus grandis muestra que algunos miembros de este grupo desarrollaron adaptaciones muy diferentes.
El hallazgo también plantea preguntas sobre su dieta y su lugar en el ecosistema del Cretácico. Con un tamaño considerable y una postura erguida, es probable que Batrachopus grandis haya sido un depredador terrestre que cazaba dinosaurios pequeños y otros animales de su entorno.
El hecho de que las huellas se encuentren en una disposición tan regular y sin marcas adicionales sugiere que esta especie tenía un control impresionante de su locomoción. Este nivel de especialización es una rareza entre los cocodrilos fósiles, que suelen estar asociados a entornos acuáticos.

Repercusiones para la paleontología
Más allá de la fascinación que genera un cocodrilo bípedo, este descubrimiento tiene implicaciones más amplias. Por un lado, reabre el debate sobre otras huellas fósiles en Asia que han sido atribuidas erróneamente a dinosaurios o pterosaurios. Por otro lado, ofrece nuevas pistas sobre cómo los cocodrilos y sus parientes se diversificaron durante el Mesozoico, un periodo marcado por una intensa competencia evolutiva.
El equipo liderado por el profesor Martin Lockley y Kyung Soo Kim continúa investigando en la región, con la esperanza de encontrar restos óseos que confirmen aún más la existencia de esta especie. De momento, las huellas son el único testimonio tangible de este depredador bípedo, pero su importancia ya es indiscutible.
Este hallazgo también refuerza la idea de que los fósiles pueden contar historias sorprendentes. En este caso, las huellas de Batrachopus grandis no solo revelan un capítulo poco conocido de la historia de los reptiles, sino que también desafían las ideas preconcebidas sobre lo que estos animales eran capaces de hacer.
Referencias:
- Kim, K.S., Lockley, M.G., Lim, J.D. et al. Trackway evidence for large bipedal crocodylomorphs from the Cretaceous of Korea. Sci Rep 10, 8680 (2020). DOI: 10.1038/s41598-020-66008-7