Los problemas en las articulaciones son muy habituales en nuestro tiempo. Son muy pocas las personas que no los sufren. Los dueños de perros y gatos saben muy bien que los dolores y las inflamaciones articulares son también comunes entre las mascotas.
La osteocondritis disecante
La mayor parte de las afecciones articulares están asociadas con la edad adulta o la vejez, aunque también hay algunas propias de la infancia y la adolescencia; como la osteocondritis disecante. Se trata de una enfermedad en la que el hueso que se encuentra bajo el cartílago de la articulación muere por falta de riego sanguíneo. Al suceder, el hueso y el cartílago pueden desprenderse, causando gran dolor y dificultando el movimiento.
Las articulaciones más afectadas son las rodillas, aunque también pueden afectar a codos, tobillos, hombros y otras articulaciones. En los casos leves, la lesión puede remitir por sí sola, pero en los casos más graves, requiere atención médica o incluso cirugía. Normalmente se desencadena después de una actividad física o de impacto, y suele manifestarse con una respuesta inflamatoria y dolorosa —que se incrementa al contacto—, bloqueo y debilidad articular, y disminución en la amplitud del movimiento. Esta sintomatología la comparten humanos y otros animales.
El hecho de que esta patología aparezca en humanos y animales íntimamente ligados a humanos por igual implica que, potencialmente, puede aparecer en casi cualquier mamífero. Sin embargo, es muy raro en animales silvestres y hay un buen motivo para ello. Este tipo de dolencias suelen implicar dificultad en el movimiento, mayor lentitud y torpeza; con lo cual el animal herbívoro que lo sufre en la naturaleza se convierte en una presa fácil y si es un depredador pierde la capacidad de cazar.

Félidos y cánidos prehistóricos con problemas articulares
Pero, si es poco común esta patología en la fauna silvestre, resulta como mínimo sorprendente hallar pruebas que sugieren que animales que se extinguieron hace más de 10 000 años sufrieran osteocondritis disecante, o al menos, una patología compatible.
Esto es lo que ha hallado recientemente un grupo de investigación de la Academia Evidencia, de Estocolmo, liderado por Hugo Schmökel, tal y como recoge un artículo científico publicado en la prestigiosa revista PlosONE.
El descubrimiento realizado en dos animales fósiles es realmente impresionante. Uno de ellos, el mal llamado lobo gigante (Aenocyon dirus), también llamado lobo huargo, poco más grande que los lobos modernos, aunque sí más robusto. Vivió en el continente americano desde hace 1,8 millones de años hasta hace apenas 10 000 años, momento en el que se extinguieron junto con el resto de la megafauna americana.
El otro, aún más popular, fue el poderoso tigre de dientes de sable (Smilodon fatalis). Un félido del tamaño de un tigre moderno —aunque con la cola corta— que, a pesar de tener una mordida relativamente débil para su talla, sus larguísimos colmillos suponían una sentencia de muerte para sus presas. También habitó en América, desde hace 1,6 millones de años hasta su extinción, más o menos a la vez que el lobo huargo.
Los investigadores emplearon para su estudio fósiles obtenidos del abundante yacimiento del Rancho La Brea, en California, una zona que se caracteriza por un afloramiento natural de alquitrán que, durante el pleistoceno, atrapó a abundante fauna, entre la que se incluye, además de los dos grandes depredadores citados, coyotes, osos, perezosos terrestres, bisontes e incluso mamuts.
El grupo analizó cientos de muestras de articulaciones de lobo huargo y de tigre de dientes de sable, y halló una prevalencia de enfermedades articulares muy superior a la que se esperaría de la fauna silvestre. En torno al 2,6 % de las rodillas y el 4,5 % de los hombros de lobo huargo estaban afectados, valores que ascendían hasta el 6 % en Smilodon. Valores que, de hecho, se aproximan a los que presentan los animales domésticos.

La endogamia previa a la extinción
Los investigadores plantean una hipótesis de origen genético para esta elevada presencia de problemas articulares. La mayoría de los perros domésticos modernos afectados por osteocondritis disecante presentan una elevada endogamia; en el grupo de Schmökel, la elevada prevalencia de esta patología en los fósiles puede sugerir una fuerte endogamia a medida que sus poblaciones se reducían por la presencia humana y por el cambio climático que se acrecentaba con la retirada de los hielos de la última glaciación, y se encaminaban hacia la extinción.
Además, el mismo entorno de la zona con trampas de brea, pudo ayudar a que los animales con problemas articulares sobrevivieran y se desarrollara su patología lo suficiente como para hacerse patente en sus fósiles, a pesar de sus dificultades. Un herbívoro atrapado en la brea sería presa fácil incluso para un depredador con cierta pérdida de movilidad y no sería raro que, tarde o temprano, el tigre o el lobo que rondase estas áreas terminara siendo víctima de la misma trampa de alquitrán que antes lo alimentara.
Referencias:
- Adrián Romairone. 2014. Osteocondritis disecante. Diagnóstico Veterinario.
- Maruyama, M. et al. 2018. Diagnosis and treatment of osteochondritis dissecans of the humeral capitellum. Journal of Orthopaedic Science: Official Journal of the Japanese Orthopaedic Association, 23(2), 213-219. DOI: 10.1016/j.jos.2017.11.013
- Schmökel, H. et al. 2023. Subchondral defects resembling osteochondrosis dissecans in joint surfaces of the extinct saber-toothed cat Smilodon fatalis and dire wolf Aenocyon dirus. PLOS ONE, 18(7), e0287656. DOI: 10.1371/journal.pone.0287656