¿Cambiar lo que comemos puede reducir la agresividad? La evidencia científica sugiere que sí

Conductas agresivas como la impulsividad, el acoso o la violencia pueden disminuir con una intervención simple y segura: el omega-3. Un nuevo metaanálisis muestra cómo este suplemento nutricional mejora el control emocional en distintas edades y contextos.
¿Cambiar lo que comemos puede reducir la agresividad? La evidencia científica sugiere que sí
El metaanálisis muestra una disminución de comportamientos agresivos tras suplementar con omega-3. Fuente: iStock (composición ERR)

Conductas agresivas como la violencia física, verbal, el acoso o la destrucción de bienes afectan no solo la vida individual, sino también la convivencia y la salud mental comunitaria. Buscar estrategias eficaces, accesibles y seguras para reducir estos comportamientos es una prioridad en salud pública y educación. Un nuevo metaanálisis aporta una posible solución: la suplementación con ácidos grasos omega-3.

El estudio, publicado en la revista Aggression and Violent Behavior, analizó 29 ensayos clínicos aleatorizados (RCTs) que incluyeron a 3.918 personas de diferentes edades y contextos. Los resultados mostraron una reducción significativa de la agresión, tanto reactiva como planificada, tras la administración de suplementos de omega-3, con un efecto promedio del 22%.

El trabajo fue liderado por el neurocriminólogo Adrian Raine, de la Universidad de Pensilvania, quien destaca que estos hallazgos deberían implementarse como medida complementaria en comunidades, clínicas e incluso entornos judiciales. El omega-3 no es una solución milagrosa, pero puede ser parte de una estrategia más amplia para reducir la violencia.

El poder del omega-3 sobre el cerebro y la conducta

Los ácidos grasos omega-3 son nutrientes esenciales presentes en pescados grasos como el salmón, la caballa o las sardinas. Tienen un papel clave en el desarrollo neurológico, la regulación de neurotransmisores y la estructura de las membranas celulares cerebrales.

Estudios previos ya habían sugerido que niveles bajos de omega-3 podrían asociarse con problemas conductuales, impulsividad y menor control emocional.

Esta revisión sistemática se centró exclusivamente en ensayos clínicos que medían agresión de manera explícita, excluyendo diagnósticos amplios como conductas opositoras o problemas de comportamiento general.

La reducción de la agresión observada no se limita a un grupo etario o clínico específico: se halló en niños, adultos, hombres y mujeres, y en distintos entornos de intervención.

Alimentos ricos en omega 3
Alimentos ricos en omega-3 como salmón o sardinas pueden ser aliados contra la violencia cotidiana. Fuente: iStock (composición ERR).

Agresión reactiva y proactiva: efectos diferenciados

Uno de los objetivos del estudio fue distinguir si el omega-3 tiene mayor efecto en un tipo de agresión que en otro. En psicología se diferencia entre:

  • Agresión reactiva: impulsiva, como respuesta emocional a una amenaza.
  • Agresión proactiva: planificada, orientada a un fin específico, más fría o instrumental.

El omega-3 redujo ambas formas de agresión, con un efecto más notable sobre la agresión reactiva (g = 0,27) que sobre la proactiva (g = 0,20). Esto sugiere que la modulación emocional y el control de impulsos son especialmente sensibles a esta intervención nutricional.

El metaanálisis revela que la suplementación con ácidos grasos esenciales puede reducir en un 30% los comportamientos agresivos, según los datos divulgativos combinados de 29 ensayos clínicos con casi 4.000 participantes. Este efecto, aunque considerado moderado en magnitud, resulta significativo desde el punto de vista clínico y social.

Resultados consistentes y sin efectos secundarios

Para evitar distorsiones metodológicas, los investigadores promediaron los resultados en tres niveles: muestras independientes, estudios independientes y laboratorios independientes. En todos los casos encontraron efectos positivos con tamaños de efecto entre 0,16 y 0,28, lo que consolida la validez del hallazgo.

También se realizó un análisis de moderadores y sensibilidad, que confirmó que los efectos no dependían de la edad, el sexo, la dosis, la duración del tratamiento ni del tipo de reclutamiento. No se detectó sesgo de publicación.

Esto respalda que el omega-3 puede ser utilizado como complemento terapéutico seguro y de bajo costo, sin efectos adversos conocidos.

"Creo que ha llegado el momento de implementar la suplementación con omega-3 para reducir la agresión, independientemente de si el entorno es la comunidad, la clínica o el sistema de justicia penal", dijo Raine.

¿Cambiar lo que comemos puede reducir la agresividad? La evidencia científica sugiere que sí
El omega-3 influye en neurotransmisores y funciones cerebrales asociadas a la agresión y el autocontrol. Fuente: iStock (composición).

Un suplemento para el aula, la familia o el sistema penal

Raine propone que esta intervención podría aplicarse más allá del ámbito clínico. Escuelas, centros de salud y sistemas penitenciarios podrían beneficiarse de incluir omega-3 como estrategia de prevención de la agresividad.

Si bien los efectos son moderados, la agresión tiene un costo social y económico tan alto que incluso mejoras modestas pueden tener un gran impacto acumulativo.

En niños, también podría mejorar la convivencia escolar y prevenir escaladas en el comportamiento.

"Por lo menos, los padres que buscan tratamiento para un niño agresivo deben saber que, además de cualquier otro tratamiento que reciba su hijo, una porción extra o dos de pescado cada semana también podría ayudar", dijo Raine.

El estudio recuerda que el omega-3 no reemplaza las terapias psicológicas o farmacológicas. Debe entenderse como un complemento o coadyuvante, especialmente en planes integrales que incluyan intervención cognitivo-conductual o apoyo familiar.

Una herramienta neurobiológica con respaldo experimental

La hipótesis de fondo del estudio es que la agresividad tiene, al menos en parte, una base neurobiológica modulable.

El omega-3 influye sobre la expresión génica, regula neurotransmisores como la dopamina o serotonina y reduce la inflamación cerebral. Estas acciones podrían explicar por qué su deficiencia se asocia con mayor reactividad emocional o conductas impulsivas.

A diferencia de fármacos psicotrópicos, el omega-3 tiene un perfil de seguridad alto, es fácil de administrar y está disponible sin receta médica. Esto lo convierte en una opción de bajo umbral de acceso.

Aunque faltan datos sobre su eficacia a largo plazo, los autores afirman que su aplicación es razonable desde ya, dada su seguridad y costo reducido.

¿Cambiar lo que comemos puede reducir la agresividad? La evidencia científica sugiere que sí
Esta intervención no reemplaza terapias, pero puede potenciar tratamientos psicológicos o educativos. Fuente: iStock (composición ERR).

Ciencia nutricional contra la violencia cotidiana

Este estudio refuerza un enfoque que gana terreno: la nutrición como herramienta complementaria en salud mental y prevención conductual. A través de 29 ensayos clínicos, muestra que el omega-3 puede ayudar a reducir la agresión en diversos contextos humanos.

Su efecto puede ser modesto, pero su aplicabilidad es amplia. No sustituye otras terapias, pero puede amplificarlas. No previene todos los comportamientos violentos, pero puede suavizarlos. En tiempos de polarización y tensión social, incluso una pequeña dosis de regulación emocional vale mucho.

"El Omega-3 no es una solución mágica que va a resolver el problema de la violencia en la sociedad. ¿Pero puede ayudar? Basándonos en estos hallazgos, creemos firmemente que puede, y deberíamos comenzar a actuar sobre el nuevo conocimiento que tenemos", dijo Raine.

Quizá sea hora de considerar que un poco más de pescado, o un suplemento diario de omega-3, pueda ser también un aporte a la paz cotidiana.

Referencias

  • Raine A, Brodrick L. Omega-3 supplementation reduces aggressive behavior: A meta-analytic review of randomized controlled trials. Aggress Violent Behav. 2024;71:101956. doi:10.1016/j.avb.2024.101956

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