Citius, altius, fortius: el lema que bebe de los Juegos Olímpicos antiguos

Sumérgete en el espíritu olímpico que encuentra sus raíces en la antigua Grecia con la poderosa tríada 'Citius, Altius, Fortius'. Este lema, adoptado por los modernos Juegos Olímpicos, refleja la búsqueda eterna de la excelencia, la superación y la grandeza que ya resonaba en los corazones de los atletas helénicos.
Imagen de los Juegos Olímpicos antiguos generada por IA. Foto: DALL-E/Daniel Gómez.

"Más rápido, más alto, más fuerte” fue el lema acuñado por el barón de Coubertin cuando inauguró en 1896 los primeros Juegos Olímpicos de la modernidad. Pero los atletas de la antigua Grecia competían ya cada cuatro años en las polis principales para saber quién era el mejor de ellos. Aunque reutilizado en la historia reciente, este emblema tiene su origen en los Juegos Olímpicos antiguos.

Origen y significado del lema olímpico "Citius, altius, fortius"

Aunque el lema en latín pueda tener reminiscencias a los Juegos Olímpicos antiguos, lo cierto es que fue introducido en la Era Moderna, con la intención de relanzar los JJOO que conocemos hoy en día.

El barón de Coubertin y la revitalización de los Juegos en 1896

El lema "Citius, altius, fortius", que se traduce como "Más rápido, más alto, más fuerte", fue introducido por el barón Pierre de Coubertin en 1896, cuando restableció los Juegos Olímpicos en la era moderna. Inspirado por el espíritu competitivo de la Antigua Grecia, Coubertin buscó revivir el evento como un símbolo de paz y unidad entre las naciones. Al acuñar este lema, Coubertin no solo promovió la excelencia atlética, sino también la superación personal y el desarrollo integral del ser humano.

El pedagogo y barón francés Pierre de courbetin, que acuñó el lema olímpico 'Citius altius, fortius'. Foto: Wikimedia Commons.

Impacto del lema en los atletas y su filosofía

El lema "Citius, altius, fortius" ha resonado profundamente en la filosofía de los atletas a lo largo de los años. Más allá de ser un simple eslogan, estas palabras encapsulan el deseo de los competidores de ir más allá de sus límites, tanto físicos como mentales. En cada entrenamiento y competencia, los atletas se esfuerzan por encarnar estos ideales, buscando no solo la victoria, sino también el crecimiento personal y la mejora continua. Esta filosofía ha permeado en todas las disciplinas deportivas, inspirando a generaciones de jóvenes a perseguir sus sueños con determinación y pasión.

Los Juegos Olímpicos en la Antigua Grecia

Pero antes de convertirse en el lema moderno, 'Citius, altius, fortius' tuvo su resonancia en los Juegos Olímpicos antiguos, concretamente, en la Grecia Clásica.

Los agones: competiciones deportivas y culturales

En la Antigua Grecia, los agones eran competiciones que abarcaban tanto pruebas deportivas como eventos culturales, reflejando la importancia de la armonía entre el cuerpo y el espíritu. Los participantes no solo competían en disciplinas atléticas, sino también en certámenes musicales y teatrales. Esto demostraba que el ideal griego de excelencia no se limitaba al ámbito físico, sino que también abarcaba el cultivo del intelecto y el arte. Los agones eran una celebración de la diversidad de habilidades humanas y una oportunidad para que los griegos mostraran su destreza en múltiples campos.

El culto a los dioses: Zeus y Apolo en el centro de la celebración

Pero además de ser una forma de juego que el hombre transformó en deporte, muchas veces el culto en los santuarios griegos consistía en la celebración de estos agones, en los cuales no solamente se desarrollaban pruebas físicas, sino también certámenes teatrales y musicales, en una clara unión entre el ejercicio del cuerpo y el cultivo del espíritu. 

En el mundo griego antiguo se celebraban, además de los conocidos Juegos Olímpicos en honor de Zeus, más competiciones deportivas para otros dioses en otros tantos santuarios: Juegos Píticos para Apolo (Delfos), Nemeos también para Zeus, (Nemea), Panatenaicos para Atenea (Atenas) e Ístmicos en homenaje a Poseidón (en Istmia, dependiente de Corinto), por señalar los más conocidos e importantes. 

Las pruebas deportivas se realizaban como parte del ritual de culto y, aunque con el tiempo se convirtieron en un atractivo turístico y ciudadano en sí mismas, la realidad es que nunca dejaron de tener esa conexión con la religión griega.

La tregua sagrada (ekecheiría): un pacto de paz entre naciones

En una historia caracterizada por el desarrollo de la polis o ciudad-Estado, estos eventos deportivos y su escenario eran una ocasión ideal para que los griegos tomaran conciencia de su identidad cultural, la de pertenecer a un mismo pueblo con idénticos dioses y una única civilización, por encima de las variantes regionales. Este pacto (ekecheiría) permitía a los atletas y espectadores viajar de manera segura a Olimpia, dejando de lado las rivalidades y conflictos bélicos. La tregua sagrada simbolizaba la capacidad del deporte para unir a las personas, promoviendo la paz y el entendimiento mutuo. A través de este acuerdo, los Juegos se convirtieron en una plataforma para la cooperación y la coexistencia pacífica.

Apolo y Dafne. Obra de Bernini. Galleria Borghese, Roma. - Alvesgaspar / Wikimedia

Así, los santuarios se convertían en un escenario panhelénico: eran muy concurridos por gentes venidas de todas partes y el triunfo de un atleta se convertía en motivo de celebración para la ciudad que lo había enviado y a la cual este representaba.

El pentatlón: la prueba estrella de los Juegos Olímpicos antiguos

Si el lema 'Citius, altius fortius' hace honor a la resistencia y entrega de la que hacían gala los atletas en los Juegos Olímpicos antiguos, es en parte por una de sus principales pruebas: el pentatlón.

Las pruebas del pentatlón

El pentatlón era una de las competiciones más prestigiosas de los Juegos Olímpicos antiguos, compuesto por cinco pruebas que ponían a prueba la versatilidad y habilidad de los atletas. Las disciplinas incluían el dromos, una carrera de velocidad que medía la agilidad del competidor, y el halma, un salto de longitud que requería una combinación de fuerza y técnica. Además, el lanzamiento de disco o discobalia demostraba la precisión y el control del atleta, mientras que el akontismo, o lanzamiento de jabalina, destacaba la destreza en el manejo de armas. Finalmente, la lucha servía para determinar al vencedor en caso de empate, combinando fuerza y estrategia.

Precisión, fuerza y elasticidad

Cada prueba del pentatlón exigía una combinación única de precisión, fuerza y elasticidad, cualidades que eran altamente valoradas en la sociedad griega. El salto de longitud, por ejemplo, requería una sincronización perfecta entre el movimiento de los brazos y las piernas, mientras que el lanzamiento de disco demandaba un equilibrio entre potencia y técnica. Estas habilidades no solo eran esenciales para el éxito en las competiciones, sino que también reflejaban los ideales griegos de armonía y perfección física. Los vencedores del pentatlón eran considerados héroes, y su victoria se celebraba como un logro de excelencia personal y cultural.

Le seguía el salto de longitud o halma, semejante al actual triple salto, que tuvo gran aceptación en los gimnasios y palestras de toda Grecia y era practicado por jóvenes y lizaba la prueba, a pesar de la multitud de imágenes que la representan, pues los corredores saltaban con unas pesas o halteras en las manos, de un par de kilos de peso cada una, que obligaban al atleta a una perfecta sincronía de brazos y piernas.

Imagen de los Juegos Olímpicos antiguos generada por IA. Foto: DALL-E/Daniel Gómez.

Otras pruebas

Además del pentatlón, los Juegos Olímpicos antiguos incluían una variedad de otras pruebas que desafiaban las habilidades de los atletas en diferentes formas. Las carreras hoplíticas, por ejemplo, requerían que los competidores corrieran equipados con armaduras, simulando las condiciones de combate. El pugilato, similar al boxeo moderno, y el pancracio, una forma de lucha libre, ponían a prueba la resistencia y la valentía de los participantes. Aunque no todas las pruebas han perdurado hasta la era moderna, estas competiciones reflejaban el espíritu de innovación y desafío que caracterizaba a los Juegos Olímpicos antiguos.

El lanzamiento de disco o discobalia, a pesar de su artificialidad, era practicado ya por los héroes homéricos. El dískos u ‘objeto que se lanza’ acabó por dar nombre a la forma circular del objeto arrojado, tanto de piedra como de bronce, cuyo peso oscilaba entre 1,5 y 5 kg dependiendo de la edad, peso y tamaño del atleta. El vencedor era aquel que sacaba la mejor media de cinco intentos.

El akontismo o lanzamiento de jabalina estaba claramente ligado al entrenamiento militar y a la caza. En su práctica, el lanzador griego se valía de un propulsor, una correa de cuero enrollada en el akón, cuyo extremo se sujetaba con dos dedos con el fin de dar mayor impulso y un efecto de giro a la jabalina, que aseguraba un mayor alcance y una mejor estabilidad en su vuelo. Su longitud también era variable, pues dependía asimismo de la talla del participante.

Ruinas del templo de Zeus en Atenas / Getty

La evolución de los Juegos Olímpicos: de la antigüedad a la era moderna

Según la tradición griega, los juegos olímpicos fueron instituidos por Heracles, allá en la noche de los tiempos, cuando decidió celebrar una carrera de carros en honor de su amigo Pélops, el héroe local de Olimpia y de quien recibe su nombre la península del Peloponeso

Desde los funerales de héroes hasta el escenario mundial

Estamos en la etapa final de la Edad del Bronce y por aquel entonces los funerales de cualquier personaje de cierta importancia se celebraban con diversos juegos, entre los cuales destacaban las carreras de carros, en las que no solo el vencedor sino todos los participantes solían obtener premios tales como trípodes, calderos y otros presentes más o menos valiosos. 

Dicha carrera de carros, establecida como juegos funerarios, con el tiempo dio lugar a otras pruebas celebradas en la llanura fluvial del Alfeo, el más largo y caudaloso río de esta región. Los primeros Juegos Olímpicos de la Antigüedad de los que tenemos noticia, según una tradición muy extendida en la antigua Grecia, tuvieron lugar en el año 776 a.C. Al menos desde esa fecha, y hasta que el emperador Teodosio los prohibiese en 393, no dejaron de celebrarse cada cuatro años. 

A ellos podían acudir todos los ciudadanos griegos, pero en Olimpia siempre fueron mayoría los participantes del Peloponeso, de Creta y de las islas del Sur, es decir, los ciudadanos del mundo dorio.

La influencia cultural y el espíritu de competencia sana

Los Juegos Olímpicos han tenido un impacto cultural significativo, promoviendo valores como el respeto, la amistad y la excelencia. Desde sus inicios en la Antigua Grecia, los Juegos han sido un símbolo de la armonía entre cuerpo y espíritu, y su influencia se ha extendido a través de la historia. En la era moderna, los Juegos continúan inspirando a millones de personas a perseguir sus sueños y a cultivar un espíritu de competencia sana. Este legado cultural perdura en cada edición de los Juegos, recordándonos la importancia de esforzarnos por ser "más rápidos, más altos y más fuertes", no solo en el deporte, sino en todos los aspectos de la vida.

Elegante y atemporal, el Discóbolo de Mirón personifica la perfección del cuerpo humano en movimiento. Foto: Tolga Bayraktar/Istock

Parte de la herencia griega que reciben actualmente los JJOO está en el pentatlón –literalmente, los cinco ejercicios–, cuyo vencedor alcanzaba un enorme prestigio entre los griegos. La primera de las pruebas era el dromos o carrera a todo lo largo del estadio –192,27 metros, equivalente a la actual prueba de velocidad, los 100 metros lisos de las modernas Olimpiadas– y su vencedor era el que encendía el fuego sagrado en el altar de Zeus, gracias al cual los sacerdotes obtenían sus oráculos. 

De este acto es de donde procede la actual costumbre –al menos desde Berlín, 1936– de portar la antorcha desde Olimpia, donde precisamente se enciende, hasta la respectiva sede de los Juegos modernos.

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