Atenas, la cuna de la civilización Occidental: cómo la antigua ciudad griega cambió el mundo

Atenas fue la ciudad más importante de la antigua Grecia y una de las más influyentes de la historia. Su esplendor se alcanzó durante el siglo V a. C., cuando se convirtió en el centro de la cultura, la política, la filosofía, el arte y la ciencia de Occidente. Descubre cómo la antigua ciudad griega cambió el mundo a través de los siguientes párrafos.
La apoteosis de Homero (1827), obra encargada al pintor francés Ingres

Atenas, una de las ciudades más antiguas del mundo, ha sido testigo de una historia rica que ha moldeado la civilización occidental. Con más de tres mil años de historia, Atenas ha despuntado como un centro de desarrollo cultural, político y económico. Desde sus inicios en la Antigua Grecia hasta su papel como capital moderna de Grecia, la polis ha dejado una huella indeleble en la historia de la humanidad.

Historia de Atenas: de la antigua Grecia a la democracia moderna

Atenas en la Antigua Grecia: la evolución de una ciudad poderosa

Situada en una llanura rodeada de colinas y montañas, Atenas se convirtió en la principal ciudad de la antigua Grecia durante el primer milenio a. C. En el siglo VII a. C., reformas políticas como las de Dracón y Solón sentaron las bases para la democracia ateniense, que alcanzó su apogeo bajo el liderazgo de figuras como Clístenes y Pericles. Este período clásico fue testigo de un auge en la literatura, filosofía y artes gracias a pensadores como Sócrates y Platón.

La influencia de la ciudad se extendió más allá de sus fronteras gracias a su formidable flota y su capacidad para formar alianzas estratégicas. La creación de la Liga de Delos en el 477 a. C. consolidó su posición como una de las ciudades más poderosas de la Hélade. Sin embargo, este poderío también generó tensiones con otras polis griegas, especialmente con Esparta, lo que eventualmente condujo a la Guerra del Peloponeso.

Comparativa entre Esparta y Atenas: oligarquía espartana vs. democracia ateniense

En el centro de la fértil tierra de Lacedemonia, también llamada Laconia, se encontraba la ciudad de Esparta. A la cabeza del gobierno espartano figuraban dos reyes hereditarios que dirigían el ejército en tiempo de guerra, pero en momentos de paz el poder lo asumían dos familias terratenientes, lo que favorecía un régimen oligárquico, totalmente opuesto al régimen democrático que imperaba en Atenas

Por debajo de las clases dirigentes espartanas se encontraban los ilotas (esclavos), siervos locales, y los mesenios, descendientes de un pueblo preespartano que eran tratados como simples ilotas.

Los espartanos libres eran educados y entrenados para la guerra y llevaban una vida austera. La agogé o educación espartana era muy diferente a la de otras ciudades-Estado. Esparta militarizaba la vida privada de los jóvenes hasta los 30 años, de modo que su legendaria infantería se alimentaba de los extremos métodos de entrenamiento que recibían desde recién nacidos. 

Esparta podía reunir un pequeño ejército de unos 6.000 hombres cuyo entrenamiento militar los hacía temibles en el campo de batalla, aunque esa rudeza que caracterizaba el espíritu espartano fuera despreciada por la mayoría de los atenienses.

Si bien el entrenamiento extremo de la agogé o educación espartana daba como resultado los soldados más letales de Grecia, Esparta asistía con preocupación a la imparable ascensión de Atenas, una ciudad a la que había intentado manejar en los primeros años de la democracia. Una vez rechazados los persas, los espartanos vieron a los atenienses como sus enemigos más temibles.

Los Juegos Olímpicos y la educación física en la sociedad ateniense

La educación física era básica, ya que en Atenas no se consideraba educado a quien no fuera capaz de practicar algún deporte. Esta afición se reflejaba en los Juegos Olímpicos, que tenían lugar cada cuatro años. Eran una manifestación de esta cultura deportiva. Durante estos eventos, se suspendían las hostilidades entre las ciudades-estado para permitir la participación pacífica de atletas y espectadores.

En Delfos se celebraban los Juegos Píticos, que también se convocaban cada cuatro años, y en Corinto los Juegos Ístmicos, que se organizaban cada dos años. Durante tres meses se establecía una suspensión de hostilidades entre las ciudades para que los deportistas y el público pudieran ir o volver en paz al lugar donde se realizaban las actividades deportivas. 

Conflictos y alianzas: Atenas en el centro de las Guerras Médicas

La Liga de Delos: el poderío ateniense frente a Persia

Para mantener la ofensiva contra Persia, en el año 477 a.C. se creó la Liga de Delos, que encabezó el ateniense Arístides y cuyo centro administrativo se ubicó en la isla de Delos, cuna del dios Apolo. Pero esta liga solo representaba a la mitad del mundo griego. La otra mitad, que era dirigida por Esparta, la componían una serie de polis que se aliaron en torno a la Liga del Peloponeso.

Los miembros la Liga de Delos debían proporcionar barcos o dinero a la flota de la alianza, compuesta en su mayor parte por trirremes atenienses, y los que no podían ofrecer barcos aportaban dinero para sufragar los gastos militares de la liga. Arístides controlaba los hilos de aquella alianza desde Atenas, la ciudad- Estado más poderosa y la que contribuía con mayor número de naves al servicio de la guerra contra el enemigo común, el Imperio persa gobernado por Jerjes I.

El Erecteón de la Acrópolis de Atenas, templo construido entre 421 y 406 a.C. Foto: ASC

Sin embargo, la primera intervención de la liga no fue contra Persia, sino contra el espartano Pausanias, que colaboraba con el Imperio de Jerjes desde Bizancio. Cimón lo persiguió y lo derrotó en la costa sur de Asia Menor, lo que puso a las ciudades de la región bajo la esfera de influencia de Atenas.

Polarización del mundo griego

Poco después, la isla de Naxos, en las Cícladas, se separó de la Liga de Delos arguyendo que, derrotada Persia, la alianza no tenía sentido, por lo que dejaron de pagar el tributo.

La estabilidad de la Liga de Delos era fundamental para que los atenienses pudieran controlar el Egeo y una deserción podía llamar a otras muchas. Por esa razón, Atenas reaccionó con severidad contra Naxos, enviando un ejército que redujo por la fuerza de las armas la rebelión en la isla. Aquel terrible castigo hizo que los atenienses perdieran popularidad entre sus aliados. Pero, si quería mantener la cohesión en la liga, Atenas tenía que mostrar su fuerza militar para alertar a navegantes y evitar futuras desafecciones.

En 465 a.C., la isla de Tasos, que contribuía con barcos a la liga, también se sublevó. Sus autoridades gobernaban una sociedad que se había enriquecido con los yacimientos de oro que poseían en el continente. Los habitantes de Tasos debieron pensar que con su riqueza podían actuar en solitario, sobre todo tras la sonada derrota del ejército persa, pero el desplante a su poderoso socio les salió muy caro. 

La flota tasia fue derrotada por la ateniense en Curión y, tras un largo tiempo sitiada, la ciudad se rindió. Los hoplitas atenienses demolieron sus murallas y capturaron los barcos que no habían sido hundidos para transportarlos a Atenas.

Tensiones entre Atenas y Esparta: el papel de Cimón

Pese a los continuos desencuentros con Esparta, el ateniense Cimón hizo todo lo posible para mantener buenas relaciones con ella. En el año 464 a.C., un terrible terremoto destruyó gran parte de Lacedemonia, momento dramático que aprovecharon los ilotas mesenios para sublevarse contra las autoridades. 

Los espartanos reclamaron la ayuda de Atenas y Cimón no dudó en enviar 4.000 hoplitas para acabar con los rebeldes. A pesar de su pericia en asedios, los atenienses tuvieron muchas dificultades para tomar la ciudad de Mesania. 

La lentitud del avance ateniense hizo creer a Esparta que Atenas estaba favoreciendo a los sublevados, por lo que proclamó que ya no necesitaba ayuda militar. Este incidente fue el inicio de una tensión política que no dejaría de aumentar. Durante aquellos años, ambos bandos fueron estableciendo ciertas uniones para reforzar sus posiciones estratégicas.

Por otro lado, este desaire molestó mucho a los atenienses y puso en un grave aprieto al filoespartano Cimón, que había actuado con cierta ingenuidad al prestar ayuda a una ciudad que se mostraba tan crítica con el gobierno democrático de Atenas. De hecho, en el año 461 a.C., el general Cimón fue acusado por Pericles de actuar contra los intereses de la ciudad. 

Los atenienses, que no perdonaron el apoyo que brindó Cimón a los espartanos, lo condenaron al ostracismo. Atenas pasó a considerar a Esparta como la personificación del mal y el principal enemigo de la ciudad. Ya nada podría evitar el enfrentamiento armado entre las dos polis predominantes en Grecia. 

El creciente poderío de la Liga de Delos evidenciaba la preponderancia de los atenienses en gran parte del mundo griego. Eran los que más se habían beneficiado del triunfo griego frente a los persas, lo que provocó el recelo de los espartanos, que no estaban dispuestos a perder el papel hegemónico que pretendían jugar ante las diversas ciudades- Estado de la Hélade.

La Terraza de los Leones en el ágora de Delos. Foto: ASC

Efialtes y el ascenso de la facción democrática en Atenas

Mientras Esparta esperaba el momento de desenvainar la espada contra su principal enemigo, Atenas nombró a Efialtes como nuevo líder de la ciudad. Este –que pertenecía a una familia prestigiosa, aunque no especialmente rica en propiedades– encabezaba la facción democrática de Atenas desde el año 465 a.C. y se opuso al aristócrata Cimón, cabeza del partido aristocrático (también se opuso a conceder ayuda a Esparta cuando esta la solicitó tras la sublevación de los ilotas mesenios en 463 a.C.). 

Efialtes presionó con fuerza para que las familias más ricas de Atenas dejaran de tener tanta influencia en el gobierno de la polis. En un intento de frenar a los privilegiados, privó al Areópago de su poder legislativo y judicial, reduciendo sus funciones a las de un simple tribunal encargado de los casos de homicidio. 

También ordenó que el Estado pagase a los ciudadanos para que tuvieran un papel más destacado en la administración de justicia, lo que facilitaba que todos ellos, hasta los que no tenían tierras, pudieran ocuparse de esa tarea.

Este afán reformista, al que se sumó el joven Pericles, le enfrentó a las familias más poderosas de la ciudad. En el año 461 a.C. fue asesinado por un sicario que nunca pudo ser identificado. Es probable que los poderosos de Atenas fueran los inductores de la muerte violenta de Efialtes. Sabían que gozaba de un gran apoyo ciudadano y que jamás se reunirían los votos necesarios para condenarlo al ostracismo.

El rey de Esparta Pausanias ofreciendo un sacrificio a los dioses antes de la batalla. Foto: The illustrated History of the World (1881-1884).

Pericles y la expansión de la democracia ateniense

El que sería llamado con orgullo por los atenienses ‘el gran estratega’ –por el papel tan influyente que desempeñó como general durante gran parte de la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.)– nació hacia el año 490 a.C. Pericles pertenecía a una familia noble que organizó su educación en torno a los nuevos movimientos filosóficos que imperaban en Atenas. 

En la primavera de 472 a.C., financió y presentó la pieza teatral Los persas, de Esquilo. La financiación de una obra teatral era la forma en que un joven aristócrata se daba a conocer como ciudadano comprometido con el bienestar y el auge cultural de Atenas. También era un trampolín para iniciarse en la carrera política. La elección de esta obra podría significar que el joven político apoyaba a Temístocles, cuyo partido lo había enviado al ostracismo, frente a su oponente Cimón.

Ningún griego de su época tuvo tanto poder en sus manos como Pericles. Aumentó los fondos financieros para que todos los ciudadanos pudieran actuar en diferentes cargos públicos, lo que fortaleció el régimen igualitario de que disfrutaba Atenas. Fue un hábil político que logró reunir a los menos radicales de cada extremo ideológico para llevar a cabo una política aceptable para la mayoría. Logró que todos los ciudadanos, independientemente de su poder económico, accedieran a cargos públicos.

Propició una democracia real, aunque no representativa como la que conocemos hoy día: su democracia se basaba en la esclavitud. “La mayoría de los ciudadanos libres tenía que trabajar para vivir, pero el empleo de esclavos, que los liberaban de las tareas más pesadas, les permitía cierto ocio”, recuerda el historiador C.M. Bowra.

Arte, Cultura y Economía en la Época de Pericles

Cultura y arte en Atenas bajo el gobierno de Pericles

El gobierno de Pericles fue una época dorada para la cultura y el arte en Atenas. La ciudad se convirtió en un centro de innovación artística, donde arquitectos, escultores y filósofos florecieron bajo el patrocinio estatal. Pericles fomentó la creación de obras maestras que reflejaban el espíritu y la grandeza de la civilización ateniense.

Figuras como Fidias, Ictinio y Calícrates dejaron su huella en la arquitectura y escultura de la época, creando monumentos que simbolizaban el poder y la devoción de Atenas. Al mismo tiempo, la filosofía y el teatro alcanzaron nuevas cotas, con pensadores como Sócrates y dramaturgos como Sófocles y Eurípides.

La Acrópolis y el Partenón: símbolos del poder ateniense

En el siglo V a.C., la Acrópolis se convirtió en el zócalo en donde estaban ubicados los templos de los dioses. La ciudad exhibía orgullosa su muralla, que construyó en el siglo VI a.C. el tirano Pisístrato y que posteriormente se amplió para conectar Atenas con su puerto de El Pireo. Gracias a estas defensas, Atenas podía ser aprovisionada por barco incluso en tiempo de guerra. La Acrópolis se encontraba al sur, a causa de la importancia que adquirieron el barrio Cerámico y su ágora, con multitud de tiendas y talleres donde los comerciantes y artesanos hacían negocios.

En ese período, los arquitectos y artistas que florecieron alrededor de Pericles construyeron un magnífico templo cerca del lugar que ocupaba el paupérrimo santuario que los persas habían quemado hasta los cimientos hacía más de treinta años. Lo llamaron el Partenón o Casa de la Virgen y lo erigieron, como el anterior, en homenaje a la diosa Atenea. Pericles quería que el templo se mostrase a otros pueblos como el símbolo del poder de Atenas en aquella región del Mediterráneo.

Los arquitectos Ictinio y Calícrates lo construyeron con mármol, piedra, bronce, madera, oro y marfil. Sus paredes, pintadas de un intenso rojo caldero, verde y azul celeste, ofrecían un fascinante espectáculo cromático. 

Las bellas esculturas que lo adornaban, incluida la de Atenea, que medía más de doce metros, salieron de los talleres del gran artista Fidias. Al amparo de su nuevo templo, los atenienses siguieron filosofando en el ágora y asistiendo al teatro, donde admiraron las obras de Sófocles y otros autores clásicos.

La suntuosidad y tamaño del Partenón proclamaban la gloria de Atenas a los barcos que navegaban por el golfo de Sarónica. Pericles concedía gran importancia a los cultos religiosos. Su espíritu científico no impedía que respetara la influencia que tenían los dioses en el pueblo llano. Comprendió que Atenas necesitaba a sus deidades. 

A través de ellas se exaltaba el patriotismo de los ciudadanos y se los elevaba hacia una esfera más noble. La importancia de la diosa Atenea y su relación con otros moradores del Olimpo constituyeron una parte destacada de la estrategia que siguió Pericles para atraerse el voto de los ciudadanos.

La flota de la Liga de Delos, al mando de Cimón de Atenas. una ilustración de a Historia de las Naciones de Hutchinson (1915). Foto: GETTY

El teatro y la filosofía en la vida cotidiana ateniense

A los atenienses les encantaba filosofar, discutir en el ágora y disfrutar con el teatro. Entre los grandes poetas y autores teatrales descollaba Esquilo, que ganó el premio de las fiestas dionisíacas de Atenas con una obra titulada Orestíada. Las tragedias se representaban en un festival de primavera y las funciones duraban de la aurora al crepúsculo. 

El público ateniense también apoyó a Sófocles, autor que cosechó notables éxitos en el teatro de la ciudad, un escenario para quince mil espectadores que se abría en semicírculo junto al recinto de la Acrópolis. Cuentan los clásicos que, tras la primera representación de Antígona, sus enfervorizados seguidores corrieron a abrazarlo y vitorearlo.

El dramaturgo Eurípides era un hombre entrado en años cuando Pericles estaba en el apogeo de su poder. Sus obras teatrales se hacían eco de algunas opiniones del sabio Anaxágoras, como, por ejemplo, que nada nacido muere aunque cambie de forma, que el Sol era “una bola incandescente” o que las aguas del Nilo provenían de las nieves fundidas de montañas lejanas. 

Eurípides fue una figura intelectual clave en la transición de la vieja manera de pensar en mitos a la nueva manera de razonar en conceptos abstractos. Los poemas de las obras de mayor éxito, aquellas que se ponían en escena una y otra vez, eran recitados por el público, que se sabía de memoria la trama.

Sin duda, el teatro era la gran diversión de los atenienses, pero estos podían ser también muy crueles con los autores. Cuando una nueva obra les disgustaba, los espectadores abucheaban la función y lanzaban al escenario lo que tuvieran a mano. El bullicio y la bronca eran de tal calibre que existía un servicio de orden armado de varas que vigilaba los excesos del público.

Fidias terminando el busto de Zeus (1802), pintura del vienés Joseph Dorffmeister. Foto: ALBUM

Economía ateniense: el rol del esclavismo y el comercio

La riqueza de la ciudad provenía de los tributos, del comercio, de sus minas de mármol y del rico filón de plata descubierto en el monte Laurión. Sus establecimientos comerciales y sus colonias en el Mediterráneo también contribuyeron a sustentar el poder político y financiero de Atenas.

Como ya hemos dicho, era una democracia imperfecta en la que los atenienses sobrevivían gracias al trabajo de los esclavos. El Estado cedía la administración de las minas a contratistas que pagaban un tanto por ciento al año sobre el producto extraído. 

La explotación la llevaban a cabo los esclavos, dado que los ciudadanos despreciaban el trabajo, pues lo consideraban una mortificación de la dignidad humana. Mientras los 40.000 atenienses que dirigían la ciudad se dedicaban a disfrutar y filosofar, el resto de la población (metecos, libertos y esclavos) trabajaba duro para mantener la economía.

En La muerte de Sócrates (1787), del francés Jacques-Louis David. Foto: ASC

Atenas moderna: de la capital de Grecia a un centro cosmopolita

La ciudad de Atenas: crecimiento urbano y desafíos contemporáneos

En la actualidad, Atenas es una metrópoli vibrante que enfrenta los desafíos del crecimiento urbano y la modernización. Con una población de aproximadamente 1,5 millones en el municipio y 6 millones en el área metropolitana, la ciudad ha vivido un crecimiento acelerado desde el siglo XX por el éxodo rural y la llegada de refugiados.

Este crecimiento ha traído consigo problemas como el tráfico y la contaminación, que afectan la calidad de vida de sus habitantes. Sin embargo, Atenas también ha realizado esfuerzos significativos para revitalizar su infraestructura, incluyendo la modernización de su sistema de transporte público y la mejora de sus espacios urbanos.

Atenas como destino turístico y centro cultural de Europa

Atenas sigue siendo un destino turístico de primer orden que atrae a millones de visitantes cada año. La ciudad ofrece una rica oferta cultural y arqueológica, con monumentos emblemáticos como el Partenón, el Museo de la Acrópolis y los barrios históricos de Plaka y Monastiraki. Además, Atenas ha sido sede de eventos deportivos internacionales, incluidos los Juegos Olímpicos de 1896 y 2004. La ciudad también alberga varias universidades y centros de investigación que la han consolidado como un núcleo de educación superior en Grecia. Con su mezcla de historia, cultura y modernidad, Atenas continúa siendo un faro de la civilización occidental.

Referencias

  • Canfora, Luciano. 2014. El mundo de Atenas. Barcelona: Editorial Anagrama.

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