Perdiendo el Norte: ¿podría el GPS estar afectando nuestra inteligencia?

Al no utilizar ciertas zonas cerebrales no se genera una impronta y se corre el riesgo de que haya atrofia de esa materia gris.
Perdiendo el Norte: ¿podría el GPS estar afectando nuestra inteligencia?

El hipocampo está localizado en el lóbulo temporal de nuestro cerebro y es una zona muy relacionada tanto con la memoria como con el aprendizaje, que sirve para orientarnos en lugares desconocidos.

En el año 2014 el Premio Nobel de Fisiología y Medicina recayó en John O`Keefe y el matrimonio Moser por sus avances sobre como nuestro cerebro crea un mapa espacial de todo lo que nos rodea, ayudándonos a transitar a través de él. Y es que estos científicos sentaron las bases del conocimiento del sistema de posicionamiento cerebral, esto es, nuestro sistema de geolocalización.

Gracias a estos avances hemos podido conocer que cuando vamos de un lugar a otro nuestro cerebro establece una ruta en función del camino que menos se desvíe del destino final, no en función del camino más corto, el que nos haría ahorrar más tiempo y energía.

Si no usamos algunas áreas del cerebro, no se crea una huella y puede haber un riesgo de que se atrofie esa materia gris. Foto: Istock

Los taxistas tienen un hipocampo mayor

En el año 2000 científicos del University College de Londres publicaron un estudio en el que se demostraba que el hipocampo, la región cerebral relacionada con el sentido de la dirección, aumentaba de tamaño en los taxistas.

El hipocampo es una zona con forma de caballito de mar que se encarga de guardar la información relacionada con la orientación espacial. En otras palabras, se podría decir que el hipocampo es nuestro GPS de serie.

Los taxistas londinenses tienen que aprender a ubicar unas 25.000 calles para conseguir la licencia. Gracias a un entrenamiento (The knowledge) que dura entre dos y tres años consiguen aprender las posibles rutas para conectar dos puntos.

Pues bien, a través de resonancia magnética los investigadores del University College demostraron que el volumen del hipocampo es mayor en los taxistas que en el grupo de voluntarios que se prestaron como control.

Cuando se analizó el tiempo de experiencia y el volumen del hipocampo el resultado fue, en parte, el esperado: existía una correlación positiva entre el tiempo de experiencia y el volumen del hipocampo posterior. En otras palabras, a mayor experiencia existe un mayor volumen de material gris en esa zona cerebral.

Seis años después el mismo grupo de investigadores analizó si existían diferencias entre los hipocampos de los taxistas y los de los conductores de los autobuses que, como es sabido, siguen una ruta definida. Las dos poblaciones estudiadas tenían características similares (edad, nivel de inteligencia, nivel educativo…) y nuevamente se observó que el hipocampo posterior de los taxistas era de un volumen mayor que el de los conductores de autobuses.

Los geolocalizadores “embrutecen” nuestro hipocampo

Desde esos estudios nuestra forma de relacionarnos con el medio ha cambiado de forma considerable. En estos momentos nos movemos con GPS, Waze, Google Maps o con cualquier otro dispositivo de geolocalización. Una tecnología que, sin duda alguna, nos hace la vida más sencilla, hasta el punto de que ya no es necesario que retengamos ubicación de calles, nomenclatura y numeración, simplemente nos debemos dejar guiar, basta con seguir sus indicaciones para llegar y regresar.

Esto hace que nuestro hipocampo se pueda relajar, puesto que no le necesitamos. Ahora bien, ¿y su uso fuese abusivo y resultase nocivo para nuestro cerebro?

En el año 2017 se realizó un estudio con veinticuatro participantes que recorrieron de forma virtual la zona del Soho londinense mientras se monitorizaba su actividad cerebral. El grupo de participantes que contó con la ayuda de un navegador se observó que su actividad cerebral hipocampal era menor en comparación con aquellos que no usaron navegador.

El uso frecuente del modo piloto automático de geolocalización afecta al correcto funcionamiento de nuestro hipocampo. Foto: Istock

Los investigadores observaron que cuando en el recorrido se llega a intersecciones se estimula el hipocampo, un hecho que no sucedía en las personas que tenían el navegador. Es más, se observó que cuanto más compleja fuese una calle en intersecciones más importante era la actividad en esa zona cerebral. En definitiva, se podría decir que los sistemas de geolocalización provocan una atrofia de nuestro navegador cerebral.

En resumen, y a modo de conclusión, el uso frecuente del modo piloto automático de geolocalización afecta al correcto funcionamiento de nuestro hipocampo, por lo que deberíamos evitar su abuso. Una forma saludable para fortalecer nuestras redes cognitivas sería estimular la memoria espacial al prestar más atención a la trayectoria, recrearnos con el entorno e, incluso, tratar de memorizar la ruta.

Algunos científicos bromean en este sentido diciendo que ahora ni Caperucita Roja sería capaz de encontrar la casa de su abuela sin el GPS, ni el leñador habría llegado a tiempo para ayudarla sin el Waze, vamos que el cuento sería totalmente diferente.

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