A lo largo de la historia han sido muchas las mujeres que han aportado conocimiento y saber fuera del ámbito doméstico pero cuyo papel ha sido silenciado y reprimido. La Edad Media fue seguramente uno de los periodos más oscuros en este aspecto y donde se pone de manifiesto la tremenda desigualdad existente: mientras que el hombre que experimentaba y trataba dolencias usando hierbas medicinales era un alquimista, la mujer que lo hacía era una bruja. En el texto ‘Malleus Maleficarum’ se llegaba a decir que las mujeres capaces de sanar debían ser quemadas en la hoguera.
En este contexto parece todo un milagro el que hubiera mujeres que sortearan todos los obstáculos y ejercieran la medicina, pero las hubo. Gracias a lugares como la famosa Escuela Médica de Salerno, la más importante de su época. Era laica y admitía a mujeres, tanto alumnas como profesoras: toda una excepción en una Europa oscura y reprimida.
Una de las figuras más importantes de la Escuela de Salerno fue Trotula de Ruggiero, una mujer aristocrática que tuvo la oportunidad de estudiar y de formarse en medicina. La cosa quedaba en familia: se casó con Giovanni Platerario, médico, y sus dos hijos también acabaron dedicándose a lo mismo.
Trotula de Salerno destacó en numerosos campos de la medicina y escribió muchos tratados, pero sin duda los más famosos son los de obstetricia y ginecología. Su obra culmen, ‘De mulierum passionibus’ (Sobre las enfermedades de las mujeres), se ha venido consultando hasta el siglo XIX y fue tal la influencia de sus enseñanzas en todo el continente que muchos historiadores llegaron a afirmar que Trotula era un hombre. ¿Una mujer escribiendo tratados que serían consultados por médicos y ginecólogos de toda Europa incluso varios siglos después de muerta? La idea era inconcebible.
La infertilidad también es cosa de hombres
Las enseñanzas de Trotula eran revolucionarias, por ejemplo, consideraba que los problemas de infertilidad podían tener su causa tanto en el hombre como en la mujer. En uno de sus escritos afirma que “… algunos hombres tienen los testículos demasiado fríos y secos, razón por la cual no engendran nunca… ya que su semen es inútil para la procreación”. Por otro lado, Trotula de Ruggiero reconocía el derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad y en sus obras aportaba consejos y remedios para evitar la concepción.
Recomendaba opiáceos para superar los dolores del parto y abordaba cuestiones relacionadas con la sexualidad en términos prácticos y totalmente desprovistos del tono moralizador de la época. Hablaba del control de la natalidad, afirmaba que las dolencias de las mujeres no se deben solo a la menstruación y también daba indicaciones para el cuidado de la piel y del cuerpo. Además, concedía mucha importancia a la prevención de las enfermedades, a la buena alimentación y al ejercicio físico.
En sus recomendaciones para la asistencia al parto reconocía que no se puede dejar el proceso ‘en manos de Dios’ y recomendaba crear una atmósfera serena y tranquila para la parturienta, respetando su pudor. En el momento del nacimiento aconsejaba proporcionar calor, un ambiente protegido de excesivos estímulos y dedicar “nanas y palabras fáciles” al recién nacido. A la vista de todo esto, podríamos afirmar que Trotula de Salerno fue también pionera en manifestar la importancia de tener un parto respetado.
Aunque se conocen pocos detalles de la vida de esta sabia revolucionaria, dicen que su fama llego a ser tal, que a su entierro asistió un cortejo fúnebre de tres kilómetros de largo, y el hasta el escritor inglés Geoffrey Chaucer la menciona en sus míticos Cuentos de Canterbury.