Descubren 40 tumbas de hace 2.300 años en Irak: la sequía revela una necrópolis helenística olvidada y una ciudad con 5.000 años de historia enterrada

La sequía extrema en Irak ha destapado una necrópolis helenística oculta bajo las aguas del embalse de Mosul, revelando tumbas de hace más de 2.300 años y una historia aún por escribir.
Reconstrucción panorámica hiperrealista de un asentamiento helenístico en el actual norte de Irak, junto al embalse de Mosul
Reconstrucción panorámica hiperrealista de un asentamiento helenístico en el actual norte de Irak, junto al embalse de Mosul. Recreación artística. Foto: ChatGPT-4o/Christian Pérez

A orillas del embalse de Mosul, en el norte de Irak, las piedras han comenzado a hablar de nuevo. Lo que durante décadas estuvo oculto bajo toneladas de agua ha reaparecido con inquietante claridad: una vasta necrópolis con más de 40 tumbas cuidadosamente alineadas, vestigio de un mundo que vivió y murió en el siglo III a.C., en plena época helenística. El hallazgo, producido por el descenso drástico del nivel del agua, no solo está reescribiendo la historia antigua de la región, sino que también lanza un grito de alerta sobre las consecuencias visibles del cambio climático.

Los arqueólogos que trabajan en la zona no dan abasto. Este fenómeno de "arqueología por sequía", cada vez más frecuente, obliga a los equipos a moverse con rapidez para estudiar, excavar y preservar los restos antes de que vuelvan a quedar sumergidos. En este caso, el embalse, construido en los años 80, ha sido el custodio accidental de uno de los hallazgos más intrigantes de los últimos años en Oriente Próximo.

Las tumbas, muchas de ellas en forma de ataúdes cerámicos ovalados, están dispuestas con una lógica funeraria muy elaborada. Los arqueólogos han identificado una distribución jerárquica: los adultos ocupaban la parte alta del cementerio, mientras que los enterramientos infantiles se realizaban en la parte baja. Un patrón que sugiere no solo una organización social clara, sino también una visión simbólica del espacio funerario que aún estamos empezando a descifrar.

Un pasado helenístico que resurge entre las grietas del presente

Aunque hoy el norte de Irak pueda parecer alejado del mundo clásico, en la época helenística esta región formaba parte del extenso imperio fundado por Seleuco I, uno de los generales de Alejandro Magno. Aquel imperio, que abarcaba desde Asia Menor hasta la India, dejó huellas profundas en la arquitectura, la lengua, el arte y, como ahora vemos, también en los ritos funerarios. Las tumbas descubiertas son un testimonio silencioso de aquel mestizaje cultural.

La cerámica hallada en el lugar no deja lugar a dudas: ánforas, vasijas y objetos de uso cotidiano que siguen los cánones helenísticos, pero con ciertos elementos locales que hablan de una hibridación cultural. Esta mezcla entre la tradición griega y las costumbres mesopotámicas es uno de los grandes atractivos del hallazgo, que permite a los especialistas explorar cómo fue la convivencia entre las poblaciones autóctonas y los colonos o influencias externas del mundo helénico.

Las excavaciones han sacado a la luz una cuarentena de tumbas fabricadas con cerámica de época helenística, acompañadas de diversos objetos antiguos y recipientes cerámicos cuidadosamente elaborados
Las excavaciones han sacado a la luz una cuarentena de tumbas fabricadas con cerámica de época helenística, acompañadas de diversos objetos antiguos y recipientes cerámicos cuidadosamente elaborados. Foto: Rawan Subhi Obaiullah

Además de los objetos materiales, los cuerpos enterrados podrían ofrecer claves esenciales sobre enfermedades, nutrición, causas de muerte e incluso relaciones familiares gracias al análisis genético. Cada tumba es una cápsula del tiempo. Y mientras el sol calienta las losas de piedra recién expuestas, los arqueólogos trabajan contrarreloj para documentarlas antes de que el agua vuelva a cubrirlas o, peor aún, el tiempo las destruya.

Un hallazgo posible gracias a una catástrofe ambiental

El origen de este hallazgo tiene un trasfondo mucho más inquietante que el simple paso del tiempo. Irak está atravesando una de sus peores sequías en casi un siglo. Las precipitaciones han disminuido drásticamente, mientras que las temperaturas se disparan año tras año. A esto se suman los efectos de represas construidas río arriba, en países vecinos como Turquía e Irán, que han reducido el caudal de los grandes ríos históricos de la región: el Tigris y el Éufrates.

Hoy, el país tiene menos del 10 % de sus reservas de agua disponibles, y la situación en algunas regiones, como Basora, es ya directamente crítica. El colapso de cultivos, la migración forzada y el aumento de enfermedades transmitidas por el agua contaminada están dejando una huella dolorosa en millones de iraquíes. Y, paradójicamente, esta tragedia climática está permitiendo sacar a la luz tesoros arqueológicos largamente olvidados.

No es la primera vez que ocurre. En 2022, las mismas aguas del embalse de Mosul revelaron una ciudad de más de 3.000 años de antigüedad, probablemente de época mitani. En otros puntos del país, estructuras asirias, palacios sumergidos y canales de irrigación han emergido fugazmente durante periodos de sequía extrema. La historia, literalmente, está "flotando" de nuevo.

Una oportunidad única, pero también frágil

El descubrimiento de la necrópolis helenística podría ofrecer una nueva narrativa sobre la historia antigua de Irak, que tradicionalmente ha estado centrada en el esplendor de las civilizaciones sumeria, babilónica y asiria. Este hallazgo sugiere que la influencia griega fue más duradera y profunda de lo que se pensaba, y que incluso en zonas alejadas de los grandes centros como Seleucia o Babilonia, las ideas del helenismo echaban raíces.

El lugar donde se han hallado las tumbas parece corresponder a una acrópolis o asentamiento elevado, posiblemente una ciudad secundaria que vivió durante siglos. Las prospecciones han detectado signos de ocupación desde el periodo de Nineveh V hasta la época islámica. Esta continuidad demuestra que la zona fue un núcleo estratégico a lo largo de milenios, una suerte de microcosmos de la historia de Mesopotamia.

Miembros del Departamento de Antigüedades de Duhok han descubierto sepulturas milenarias en las riberas del embalse de Mosul
Miembros del Departamento de Antigüedades de Duhok han descubierto sepulturas milenarias en las riberas del embalse de Mosul. Foto: Ismael Adnan

Sin embargo, el futuro del yacimiento es incierto. Cuando suba el nivel del agua del embalse, las tumbas volverán a quedar ocultas y, en el peor de los casos, podrían sufrir daños irreparables. La conservación de estos espacios arqueológicos, expuestos al vaivén del agua, a la erosión y a la falta de recursos institucionales, es uno de los grandes desafíos que enfrentan los investigadores en Irak.

En un contexto donde las prioridades del país están marcadas por la supervivencia diaria de su población, la protección del patrimonio puede parecer un lujo. Pero lo que está en juego aquí no es solo un conjunto de piedras viejas: es la memoria de una civilización, la oportunidad de reconstruir una historia más compleja, más rica y más humana.

El legado que deja el retroceso del agua

La paradoja es evidente: mientras miles de personas en Irak sufren las consecuencias del colapso hídrico, las aguas que se retiran revelan capítulos inéditos de su pasado. Un pasado que, al desvelarse, nos recuerda la fragilidad de la memoria y la urgencia de preservarla.

La historia del hallazgo de las tumbas helenísticas en el embalse de Mosul es la historia de un país atravesado por la belleza y el desastre, por la grandeza del pasado y la incertidumbre del futuro. Pero también es una historia de resistencia: la de los arqueólogos que, entre el barro y el calor, siguen desenterrando las raíces de un pueblo milenario.

Recomendamos en