¿Por qué contamos de izquierda a derecha? Un experimento con pollitos revela la clave en el cerebro

Un experimento con pollitos muestra que una simple dosis de luz antes de nacer puede orientar cómo mapeamos cantidades en el espacio.
De izquierda a derecha- la división del cerebro determina cómo organizamos los números
Contar de izquierda a derecha no es casualidad: un estudio con pollitos lo demuestra. Representación artística. Fuente: Sora / Edgary Rodríguez R.

La imagen es familiar: números pequeños a la izquierda, grandes a la derecha. Pensamos así casi sin darnos cuenta. Pero ¿esa “línea mental” es fruto de la cultura o viene grabada de fábrica en el cerebro? Un equipo de la Universidad de Padua y colaboradores en EE. UU. llevó la pregunta al laboratorio… con pollitos recién nacidos.

En un estudio publicado en eLife, los investigadores manipularon un detalle mínimo —la luz que recibe el embrión dentro del huevo— y observaron un efecto enorme: la lateralización del cerebro cambió la forma de “contar” en el espacio. El resultado ofrece una pieza clave en un rompecabezas clásico de la neurociencia cognitiva.

La lateralización cerebral es un fenómeno común en muchas especies. Al reproducir y controlar este proceso, los investigadores lograron crear dos grupos de pollitos: los de luz —con cerebros fuertemente lateralizados— y los oscuridad —con menor diferenciación hemisférica. Esta diferencia inicial permitió explorar hasta qué punto la organización espacial de los números dependía de la arquitectura cerebral forjada incluso antes del nacimiento.

Esquema del experimento con polluelos: (A) disposición de objetos usada en el entrenamiento; (B) prueba con la serie girada en horizontal; (C) visión binocular, con ambos hemisferios activos; (D) visión monocular derecha, que activa el hemisferio izquierdo; (E) visión monocular izquierda, que activa el hemisferio derecho. El ojo tapado y su hemisferio aparecen en gris.
Esquema del experimento con polluelos: (A) disposición de objetos usada en el entrenamiento; (B) prueba con la serie girada en horizontal; (C) visión binocular, con ambos hemisferios activos; (D) visión monocular derecha, que activa el hemisferio izquierdo; (E) visión monocular izquierda, que activa el hemisferio derecho. El ojo tapado y su hemisferio aparecen en gris. Fuente: eLife.

La pista inicial: una línea invisible que todos usamos

Durante años se ha asumido que la “línea numérica” surge del aprendizaje, por ejemplo, de leer de izquierda a derecha. La cultura no lo explica todo. Ya se habían visto señales similares en bebés y en animales, lo que apuntaba a raíces más antiguas.

La nueva investigación quiso probar de forma directa si esa orientación depende de cómo el cerebro reparte tareas entre hemisferios. La lateralización importa. Y eligió a los pollitos porque permiten controlar el entorno antes de nacer con una precisión imposible en humanos. El concepto es sencillo: si el cerebro está más “dividido” en funciones, quizá el mapeo número-espacio se incline hacia una dirección concreta. La hipótesis se podía poner a prueba.

Los autores incubaron 100 huevos en dos condiciones: a la mitad les dieron luz en los días finales de gestación y la otra mitad permaneció en oscuridad. La luz fortalece la lateralización. Este procedimiento es clásico en etología de aves y cambia el peso relativo de cada hemisferio.

Tras nacer, todos los pollitos aprendieron lo mismo: picotear el cuarto tapón de una fila de diez, colocada en sentido antero-posterior respecto al animal. La regla era siempre “el cuarto”. Así se fijaba una meta ordinal sin pistas de color, forma o tamaño. Luego llegó la prueba crítica: los científicos giraron la fila 90 grados, de manera que ahora había dos opciones correctas, la cuarta por la izquierda y la cuarta por la derecha. El escenario revelaba la preferencia espacial.

Cuando manda el hemisferio derecho

Los pollitos con cerebro fuertemente lateralizado —los “de luz”— eligieron muchas más veces la cuarta posición por la izquierda. Apareció un sesgo izquierda-derecha. En cambio, los criados en oscuridad no mostraron preferencia: iban tanto a la izquierda como a la derecha.

Para afinar más, se cubrió temporalmente un ojo y luego el otro, aprovechando que en las aves cada ojo conecta sobre todo con el hemisferio contrario. El parche ocular separó el trabajo de cada hemisferio. Con el ojo izquierdo abierto (activa el hemisferio derecho), el sesgo hacia la izquierda se hizo aún más claro. Con el ojo derecho abierto (hemisferio izquierdo), los “de luz” tendieron a acertar por la derecha, coherente con un reparto funcional complementario. El patrón fue consistente con lo que se sabe del procesamiento espacial.

El equipo repitió el test variando la distancia entre tapones en cada ensayo para que la “geometría” no sirviera de guía. Quedaba solo la posición ordinal. En esas condiciones, desapareció el sesgo izquierda-derecha incluso en los cerebros más lateralizados.

La lectura es directa: la orientación de la “línea de números” emerge cuando el cerebro integra la cantidad con el mapa espacial, un cóctel en el que el hemisferio derecho lleva la batuta. La dirección depende de integrar espacio y número. Sin espacio fiable, no hay flecha hacia la izquierda. Esto no resta valor al aprendizaje cultural, pero muestra que hay cimientos biológicos sobre los que la cultura construye. Biología y experiencia se suman, no se excluyen.

De izquierda a derecha- la división del cerebro determina cómo organizamos los números 2. Contamos
De izquierda a derecha: cómo la especialización cerebral moldea la forma de contar. Fuente: Pixabay.

Por qué importa más allá del gallinero

El hallazgo ofrece una pieza de causalidad que faltaba: no solo correlación entre lateralización y sesgo numérico, sino manipulación prenatal que cambia el resultado. Es evidencia directa. Abre vías para entender por qué las habilidades numéricas varían entre individuos.

También sugiere que la orientación izquierda-derecha podría tener valor adaptativo: al forrajear, un escaneo sistemático ayuda a no perder ítems ni repetir zonas. Contar y orientarse van de la mano. En contextos naturales, número y espacio son inseparables.

Para la educación y la clínica, comprender este “anclaje” espacial podría informar intervenciones en dificultades de aprendizaje numérico o en cerebros con organización atípica. 

Qué modelos explican mejor el efecto

Los autores comparan tres explicaciones: dominio del hemisferio derecho en atención visuoespacial, “valencia emocional” (números pequeños negativos/izquierda, grandes positivos/derecha) y sintonía asimétrica de frecuencias espaciales. El derecho al mando encaja mejor. Los datos favorecen el modelo en que el hemisferio derecho guía el sesgo hacia la izquierda al integrar espacio y número.

La propuesta de valencia emocional no predice bien que el sesgo desaparezca cuando las claves espaciales se vuelven poco fiables. La emoción no basta aquí. Y el modelo de frecuencias espaciales no explica el sesgo claro observado cuando espacio y ordinalidad son coherentes. Con todo, el estudio no zanja el debate: muestra cuándo aparece el sesgo y qué lo potencia, y pide más trabajo sobre cómo la experiencia temprana “sintoniza” estos circuitos. Quedan preguntas abiertas.

De izquierda a derecha- la división del cerebro determina cómo organizamos los números 3. Contamos
Luz antes de nacer: cómo los pollitos ayudan a entender el origen biológico de las matemáticas. Representación artística. Fuente: Sora / Edgary R.

Qué nos dice de nosotros

Si bien el estudio es en aves, el principio —que la lateralización es clave para acoplar número y espacio— es relevante para vertebrados con cerebros laterales, incluidos humanos. Hay un sustrato compartido. No significa que nazcamos “con” la línea tal cual la usamos, pero sí con predisposiciones que la cultura moldea.

Esto ayuda a reconciliar hallazgos aparentemente opuestos: efectos culturales del sentido de lectura y señales de sesgo en bebés que aún no leen. Ambas cosas pueden ser ciertas. La biología fija el escenario y la experiencia escribe el guion. Mirando al futuro, la investigación invita a explorar cómo condiciones prenatales y primeras experiencias sensoriales influyen en habilidades cuantitativas. La ventana temprana importa.

Como toda investigación, esta tiene fronteras: es un modelo animal, en un entorno controlado, con una tarea concreta. Aun así, la precisión del diseño y la manipulación causal de la lateralización la hacen especialmente valiosa. El siguiente paso es mapear circuitos y tiempos: qué redes integran cantidad y espacio, y cuándo quedan “ancladas” por la experiencia. También, probar otras tareas numéricas y otras especies para cerrar el círculo comparado.

Si la “línea mental” se apoya en cómo el cerebro reparte el trabajo, se abren vías para personalizar enseñanza y rehabilitación según perfiles de lateralización. La aplicación práctica asoma.

Referencias

  • Rugani R., Macchinizzi M., Zhang Y., Regolin L. (2025). Prenatal light exposure affects number sense and the mental number line in young domestic chicks. eLife. doi: 10.7554/eLife.106356.3

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