Arqueólogos excavan junto al mítico manzano de Newton y descubren una casa perdida con objetos que revelan el lado más desconocido del genio

Un hallazgo arqueológico en el campo donde cayó la famosa manzana de Newton saca a la luz la vida cotidiana de su familia en el siglo XVII.
Descubren restos del hogar familiar de Isaac Newton con objetos de hace 400 años
Descubren restos del hogar familiar de Isaac Newton con objetos de hace 400 años. Foto: National Trust/Christian Pérez

A escasos metros del manzano más famoso de la historia de la ciencia, ese que según la leyenda inspiró a Isaac Newton a formular su teoría de la gravedad, un grupo de arqueólogos ha desenterrado los restos de una casa que estuvo ligada estrechamente a su infancia. Pero lo realmente fascinante no es solo la confirmación del lugar donde se encontraba la vivienda de su madre, Hannah Ayscough, sino la colección de objetos cotidianos que han emergido del subsuelo: fragmentos de vajilla, jarras decoradas con rostros barrocos, hebillas, botones, utensilios de costura e incluso fichas de juego. Un conjunto de hallazgos que ofrece una ventana única al mundo íntimo de la familia Newton en el corazón rural de Inglaterra, en plena era de las revoluciones científicas.

La excavación, dirigida por el equipo del National Trust y los arqueólogos de York Archaeology, ha tenido lugar en Lincolnshire, en el mismo terreno que en el siglo XVII albergó la casa construida por Hannah tras enviudar por segunda vez. La importancia del hallazgo no radica en su espectacularidad visual, sino en lo que representa: un retrato detallado de la vida doméstica en una Inglaterra aún marcada por las tensiones religiosas, la inestabilidad política y la lenta gestación de lo que luego se conocería como la Revolución Científica.

La infancia fragmentada de un genio

Isaac Newton nació en 1642 en Woolsthorpe Manor, una pequeña finca de piedra gris en el campo inglés. Su padre murió antes de que él naciera, y su madre volvió a casarse pocos años después. El pequeño Newton fue entonces criado por sus abuelos, mientras su madre vivía en la casa ahora excavada junto a sus nuevos hijos. A pesar de la proximidad física entre ambas viviendas, existía una separación emocional profunda. Este distanciamiento marcaría la psicología de Newton durante toda su vida, alimentando su carácter reservado, obsesivo y solitario.

El redescubrimiento de esta casa, demolida tras un incendio en el siglo XIX, viene acompañado de restos materiales que permiten imaginar cómo era el día a día en ese pequeño núcleo familiar: utensilios domésticos, juegos, costura, preparación de alimentos, relaciones entre hermanos. Todo ello en un entorno que Newton sin duda frecuentó a diario. La arqueología aquí no revela solo objetos, sino vínculos emocionales, momentos compartidos, gestos repetidos durante años que tejieron una vida común antes de que el joven Isaac emprendiera el camino hacia la Universidad de Cambridge.

Durante la excavación en los terrenos de Woolsthorpe Manor, los arqueólogos desenterraron los cimientos de la casa perdida de la madre de Newton, junto con objetos cotidianos como este antiguo dedal, que ofrece una conexión directa con la vida doméstica del siglo XVII
Durante la excavación en los terrenos de Woolsthorpe Manor, los arqueólogos desenterraron los cimientos de la casa perdida de la madre de Newton, junto con objetos cotidianos como este antiguo dedal, que ofrece una conexión directa con la vida doméstica del siglo XVII. Fotos: National Trust/Christian Pérez

Una excavación que reconstruye la vida diaria del siglo XVII

Entre los hallazgos más llamativos destacan piezas de un tipo de cerámica vidriada con decoraciones en colores cálidos, muy típica del periodo. También apareció un fragmento de una jarra Bellarmine, con la efigie abultada de un rostro barbudo, un objeto curioso tanto por su aspecto como por su historia: estas jarras eran comunes en la Europa protestante y a menudo se asociaban con rituales domésticos e incluso con supersticiones.

Más allá de los objetos decorativos, el equipo encontró restos que hablan del trabajo cotidiano: tres dedales (dos de adulto y uno infantil), agujas, botones de hueso, hebillas y herramientas de cocina. También se hallaron fichas de juego llamadas jettons, utilizadas en la contabilidad doméstica o en simples pasatiempos. Junto a estos elementos, huesos de animales con marcas de corte revelan los hábitos alimenticios del hogar y sugieren que la carne era preparada en casa, una tarea fundamental que implicaba a toda la familia.

Este conjunto material revela una escena muy distinta a la imagen solemne y aislada del joven Newton bajo el manzano, contemplando el misterio de la gravedad. La realidad era mucho más humana: una infancia en un entorno rural, rodeado de hermanos, objetos, olores, juegos, costuras y comidas compartidas. El genio de la física nació y creció entre platos de barro, dedales de hierro y jarras con caras grotescas.

Del mito al contexto: más allá de la manzana

La leyenda de la manzana, aunque encantadora, ha oscurecido durante siglos el contexto real en el que Isaac Newton desarrolló sus ideas. Durante su retiro en Woolsthorpe en 1665 y 1666, mientras la peste asolaba Londres y Cambridge cerraba sus puertas, Newton tuvo lo que él mismo llamó sus “años milagrosos”. Fue en ese periodo cuando formuló las bases del cálculo, desarrolló sus estudios sobre la óptica y comenzó a pensar en la gravitación universal.

Pero lo que a menudo se olvida es que estos momentos de concentración e inspiración no se produjeron en un vacío. Estaban inmersos en un entorno rural, doméstico, cargado de referencias emocionales, sociales y materiales. Newton trabajaba en su laboratorio improvisado mientras su madre y sus hermanos quizás cocinaban al lado, jugaban o reparaban ropa. La arqueología ha permitido vislumbrar esta dimensión cotidiana que rara vez aparece en los retratos oficiales.

El hallazgo también invita a una reflexión más amplia sobre cómo la historia de la ciencia se ha narrado tradicionalmente: centrada en momentos de genialidad individual, desvinculada de la vida real. Esta excavación nos recuerda que incluso las mentes más brillantes nacen en contextos concretos, entre platos sucios, juegos y discusiones familiares. El genio no flota en el aire: pisa tierra firme, y en este caso, tierra inglesa llena de fragmentos del pasado.

Entre los hallazgos destacan fragmentos de dedales, agujas oxidadas y botones que pertenecieron al entorno familiar de Newton, además de restos de suelos empedrados que habrían formado parte de la vivienda original destruida hace más de 200 años
Entre los hallazgos destacan fragmentos de dedales, agujas oxidadas y botones que pertenecieron al entorno familiar de Newton, además de restos de suelos empedrados que habrían formado parte de la vivienda original destruida hace más de 200 años. Fotos: National Trust/Christian Pérez

Una exposición para revivir el pasado

Los objetos descubiertos formarán parte de una nueva exposición que se abrirá al público en 2026 en Woolsthorpe Manor, ahora gestionado como museo por el National Trust. Será una oportunidad para que visitantes de todo el mundo conozcan no solo al físico, matemático y alquimista, sino también al niño, al hermano, al hijo de una familia rural del siglo XVII.

El proyecto no solo ha servido para recuperar patrimonio, sino también para acercar la arqueología a la comunidad local. Durante el llamado “Festival de la Arqueología”, familias y escolares participaron en actividades junto al equipo profesional, aprendiendo a excavar, limpiar y catalogar objetos. Una forma de conectar generaciones y transmitir el valor de descubrir nuestro pasado desde la propia tierra que lo sustenta.

El redescubrimiento de la casa de Hannah Ayscough, y la vida que encerraba, pone en primer plano una historia invisible: la del mundo que rodeó a uno de los grandes genios de la humanidad. Una historia que, gracias a la arqueología y al trabajo de varios años de investigación, empieza por fin a contarse con la riqueza y la humanidad que merece.

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