Después de 50 años consiguen resolver el misterio: este fósil hallado bajo el metro de Toronto pertenecía a una especie extinta que convivió con mamuts y desapareció tras la Edad de Hielo

Un fósil olvidado durante medio siglo revela la existencia de un ciervo único que convivió con mamuts y mastodontes en el corazón de la actual Canadá.
Un fósil olvidado durante décadas bajo el metro de Toronto resultó ser una especie extinta de ciervo que vivió hace más de 11.000 años, revelando un nuevo capítulo de la extinción de la megafauna
Un fósil olvidado durante décadas bajo el metro de Toronto resultó ser una especie extinta de ciervo que vivió hace más de 11.000 años, revelando un nuevo capítulo de la extinción de la megafauna. Recreación artística. Foto: ChatGPT-4o/Christian Pérez

En 1976, mientras las excavadoras abrían paso a una nueva línea del metro en Toronto, un trabajador de la construcción hizo un hallazgo inesperado: unos fragmentos óseos y unas astas pesadas y desproporcionadas emergieron del suelo helado. Lo que parecía al principio una simple curiosidad se convirtió en una pieza de museo, y más tarde, en uno de los enigmas paleontológicos más intrigantes de Canadá.

El fósil fue bautizado como Torontoceros hypogaeus, literalmente “el ciervo de Toronto subterráneo”. Durante años, su identidad biológica quedó envuelta en la incertidumbre. El espécimen, etiquetado como ROMM75974 y conservado en el Royal Ontario Museum, constaba de un cráneo parcial y unas astas que no encajaban con ninguna especie conocida. Se parecía, vagamente, a un caribú, pero las formas de las astas—gruesas, casi horizontales y asimétricas—no coincidían con ningún pariente vivo. Así nació la leyenda del “ciervo del metro”.

Durante casi cinco décadas, paleontólogos y zoólogos debatieron sobre su lugar en el árbol genealógico de los ciervos de América del Norte. ¿Se trataba de una variación rara de una especie conocida? ¿Un caribú con una deformidad? ¿O realmente una especie que nunca antes había sido registrada por la ciencia?

Una nueva mirada con herramientas del siglo XXI

Casi 50 años después de su descubrimiento, la ciencia finalmente tiene una respuesta. Un equipo de investigadores del programa de Ciencias Ambientales y Biológicas de la Universidad de Trent, en colaboración con el Royal Ontario Museum, ha utilizado técnicas de ADN antiguo para estudiar el fósil. Su investigación, publicada como preprint en bioRxiv en septiembre de 2025, marca un hito en la comprensión de la megafauna extinta del Pleistoceno en América del Norte.

A través del análisis de ADN mitocondrial y nuclear, comparando el genoma del “ciervo del metro” con el de especies actuales como el alce, el ciervo de cola blanca, el caribú, el wapití y el ciervo mulo, los científicos pudieron descartar por completo su pertenencia a especies vivas. Lejos de ser un caribú, como algunos sospechaban, Torontoceros hypogaeus resultó ser un pariente cercano, pero distinto, de los actuales ciervos de cola blanca y los ciervos mulos. Una rama extinta del género Odocoileus, que caminó por las tierras del actual Ontario hace más de 11.000 años, justo al final de la última Edad de Hielo.

Ejemplar ROMM75974 de Torontoceros hypogaeus, conservado en el Museo Real de Ontario, en Toronto
Ejemplar ROMM75974 de Torontoceros hypogaeus, conservado en el Museo Real de Ontario, en Toronto. Foto: Paul Eekhoff. bioRxiv (2025)

El ciervo que vivió entre gigantes

El descubrimiento no solo es relevante por resolver un viejo misterio, sino por lo que revela sobre la fauna que habitaba el sur de Canadá al final del Pleistoceno. En esa época, el paisaje que hoy conocemos como Toronto era una mezcla de praderas abiertas, tundra y bosques boreales. Allí convivían especies emblemáticas de la megafauna como los mamuts, mastodontes, osos de cara corta y alces gigantes.

Torontoceros hypogaeus habría compartido su hábitat con estas criaturas colosales. Pero a diferencia de otras especies que dejaron restos fósiles en grandes cantidades, este ciervo parece haber sido excepcionalmente raro o haberse extinguido de forma abrupta. El único fósil descubierto hasta ahora es el que dio origen al misterio.

Gracias al nuevo análisis genético, los investigadores pudieron determinar que el ciervo era un macho y que su ADN muestra señales claras de divergencia respecto a sus parientes vivos, lo que refuerza la hipótesis de que se trataba de una especie distinta, extinguida en el contexto del colapso climático de hace unos 12.000 años.

Otro capítulo de la extinción masiva del Pleistoceno

América del Norte perdió entre 33 y 37 géneros de grandes mamíferos durante el evento de extinción que marcó el final del Pleistoceno. Hasta ahora, los científicos se centraban sobre todo en los grandes protagonistas—los elefantes, los caballos prehistóricos, los grandes carnívoros—pero este nuevo estudio añade una pieza más a ese mosaico de desapariciones.

La historia del “ciervo del metro” subraya la importancia de mirar más allá de los fósiles espectaculares. No todas las especies extintas dejaron miles de restos esparcidos por cuevas o yacimientos. Algunas, como esta, se esconden en los anaqueles polvorientos de los museos, etiquetadas como incógnitas biológicas.

Ahora, con la ayuda de herramientas como la genómica y el análisis de ADN degradado, los investigadores pueden estudiar incluso fragmentos minúsculos de hueso para reconstruir árboles genealógicos enteros. Y eso no solo permite identificar especies extintas, sino entender cómo reaccionaron a los cambios ambientales.

Recreación artística del ciervo del metro
Recreación artística. Ilustración: Sherri Owen, bioRxiv (2025)

En este caso, los científicos creen que Torontoceros hypogaeus pudo haber estado especialmente adaptado a un paisaje abierto, tal vez similar a una sabana fría. Con el abrupto cambio climático que siguió al fin de la Edad de Hielo, esa vegetación fue sustituida por bosques densos, lo que pudo haber supuesto la sentencia de muerte para un animal que dependía de otro tipo de hábitat.

ADN antiguo, museos y la historia que aún no se ha contado

Lo más fascinante del estudio es que abre la puerta a nuevas reinterpretaciones del pasado. Los investigadores sospechan que puede haber otros ejemplares de este ciervo —o especies similares— guardados en colecciones de museos, erróneamente clasificados o no identificados del todo.

Además, el caso muestra cómo el uso combinado de tecnología moderna y colecciones históricas puede generar descubrimientos inesperados. Lo que parecía un fósil más en una vitrina del museo ha resultado ser una especie extinta que cambia lo que sabíamos sobre la diversidad de ciervos en América del Norte durante el Pleistoceno.

La vuelta del fósil a la exhibición pública está prevista para diciembre en el Royal Ontario Museum, donde se presentará con una nueva narrativa: no como un objeto sin clasificar, sino como un protagonista de una historia aún inacabada. Una historia que une geología, paleontología, genética y la persistencia de los científicos que no dejaron que este enigma se enterrara para siempre bajo el cemento de una ciudad moderna.

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