La edad a la que las mujeres tienen su primer hijo ha sido un indicador crucial de cambios sociales y económicos en Europa. Según estimaciones de Eurostat, la edad media de las mujeres al tener su primer hijo en la Unión Europea (UE) ha aumentado gradualmente en los últimos años.
En 2013, la media se situaba en 28,8 años, y ocho años después, en 2021, había ascendido a 29,7 años. Un incremento que, según los expertos, refleja las tendencias y desafíos que actualmente enfrentan las mujeres en el viejo continente.

La edad media de la maternidad varía significativamente entre los Estados miembros de la UE, con diferencias de hasta cinco años. En 2021, según el portal de datos Statista, las mujeres de Bulgaria fueron las madres primerizas más jóvenes, con una edad media de 26,5 años.
En contraste, las mujeres en España e Italia tendieron a esperar más tiempo, con una edad media de 31,6 años para su primer parto. Unos datos que subrayan cómo las diferencias culturales, económicas y sociales influyen en las decisiones sobre la maternidad en distintos países europeos.
En paralelo, la edad media de las mujeres al dar a luz a su primer hijo es de 31,6 en Irlanda; 30,3 en Países Bajos y 30,1 en Alemania. Por debajo de la media europea se colocan las mujeres primerizas de Francia (29,1), Hungría (28,6), Polonia (28,1) o Letonia (27,7).

Factores que influyen en el retraso de la maternidad
El retraso en la maternidad en muchos países europeos puede atribuirse a varios factores. Uno de los más importantes es el aumento de la participación de las mujeres en la educación superior y el mercado laboral. En nuestros días, las mujeres están invirtiendo más tiempo en su educación y carreras profesionales, lo que suele retrasar la decisión de tener hijos.
Naturalmente, la búsqueda de estabilidad económica y personal antes de formar una familia también juega un papel crucial. La consolidación del empleo, la vivienda o la relación de pareja son aspectos que muchas mujeres consideran antes de tener su primer hijo.

En cualquier caso, el aumento de la edad media de la maternidad tiene varias implicaciones. Por un lado, puede permitir a las mujeres alcanzar una mayor estabilidad económica y profesional antes de tener hijos. Sin embargo, también conlleva algunos riesgos médicos tanto para la madre como para el bebé, incluidos mayores riesgos de complicaciones durante el embarazo y el parto.
Y todo ello, si es que finalmente deciden ser madres. Se da la circunstancia de que el número de nacimientos ha descendido en la mayoría de los países del mundo, según el Banco de Datos Mundial. De hecho, la tasa de natalidad se coloca por debajo del 12 % en países como Suecia (11), Francia (10,9), Alemania (9,6), Portugal (7,7) o Italia (6,8).

Y es que, actualmente son muchas las mujeres que deciden no ser madres por diversas razones. Andrew Van Dam, periodista de datos de The Washington Post, relaciona estos datos con “la juventud, el matrimonio (o la falta de él) o la educación superior”.
Además, muchas mujeres valoran la libertad que conlleva no tener hijos. Casi dos tercios de los adultos (65 %) que no tienen descendencia coinciden en que la libertad que supone no tener hijos les hace felices, de acuerdo con una encuesta realizada por la empresa norteamericana Harris Poll a casi 2.000 estadounidenses, y cuyas conclusiones pueden extrapolarse a otros países occidentales.

Pero sin lugar a dudas, la economía vuelve a colocarse como el inconveniente principal: y es que, criar a un hijo es caro. Un informe de la ONG Save the Children revela que “el coste de criar a un niño en España fue de 672 euros al mes en 2022”, unos gastos inasumibles para muchas parejas.
Además, la falta de hijos permite a las mujeres priorizar otras áreas de sus vidas, algo que lleva a muchas mujeres a replantearse la decisión. Según Zoë Noble, fundadora de We are Childfree, muchas mujeres no desean “sacrificar ese tiempo para criar a sus hijos” y destacan que la maternidad exige un “trabajo no remunerado y un verdadero sacrificio”.
Políticas y apoyo a la maternidad
En cualquier caso, tanto si deciden ser madres como si no, algunos países europeos ya han implementado políticas de apoyo a la maternidad y la familia. Estas medidas incluyen la mejora del acceso a la atención médica prenatal y postnatal, la ampliación de las licencias de maternidad y paternidad, o el fomento de la conciliación entre la vida laboral y familiar. Países como Suecia y Dinamarca son conocidos por sus generosas políticas de parentalidad que permiten a las madres y padres compartir el cuidado de sus hijos sin poner en riesgo su carrera profesional.