En un momento en que el recuerdo de la pandemia de COVID-19 aún es palpable y sus consecuencias siguen resonando en los sistemas de salud del mundo, la Asamblea Mundial de la Salud ha adoptado un acuerdo que ya muchos califican de histórico. Se trata del primer Tratado de Pandemias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), un documento que, sin prometer soluciones mágicas, marca un antes y un después en la manera en que la comunidad internacional se prepara para las amenazas sanitarias globales.
La decisión se acaba de tomar en Ginebra durante la 78.ª Asamblea Mundial de la Salud, el órgano de decisión supremo de la OMS, y es el resultado de más de tres años de intensas negociaciones entre los 194 países miembros. El objetivo común: evitar que los errores, desigualdades y falta de coordinación que marcaron la respuesta global al coronavirus vuelvan a repetirse.
Lo que sí hace este tratado
El Tratado de Pandemias establece un marco legal vinculante para que los países colaboren de manera más efectiva ante futuras emergencias sanitarias. Aunque su entrada en vigor aún está pendiente —necesita la ratificación de al menos 60 Estados—, su aprobación ya envía un mensaje claro: el mundo no quiere volver a tropezar con la misma piedra.
Entre los pilares del tratado destacan varias herramientas que buscan fortalecer la equidad en el acceso a productos sanitarios esenciales como vacunas, diagnósticos y tratamientos. El documento, según el comunicado oficial de la OMS, promueve una mejor coordinación internacional, el fortalecimiento de los sistemas de salud, y una atención especial a los países con menos recursos, con el fin de evitar que vuelvan a quedarse atrás en el reparto de soluciones médicas, como ocurrió durante el COVID-19.
Una de las novedades más relevantes es la creación del sistema multilateral de Acceso a Patógenos y Reparto de Beneficios (PABS, por sus siglas en inglés). Este mecanismo contempla que los países que detecten un virus potencialmente pandémico compartan sus muestras y datos genéticos con la comunidad científica global. A cambio, recibirán al menos un 20% de los productos desarrollados —como vacunas o medicamentos—, repartidos entre donaciones directas y precios asequibles. Esta cláusula, aún en negociación, apunta a corregir el desequilibrio que dejó a millones sin acceso durante la crisis del coronavirus.

Entre los pilares del tratado destacan varias herramientas que buscan fortalecer la equidad en el acceso a productos sanitarios esenciales como vacunas, diagnósticos y tratamientos.
Más allá de los patógenos: logística y equidad
Pero el tratado no se limita a los laboratorios. Otro de sus pilares es la Red Global de Logística y Suministros (GSCL), diseñada para evitar los cuellos de botella que paralizaron la distribución de equipos esenciales durante la pandemia. Esta red pretende alinear a gobiernos, empresas, organismos internacionales y actores logísticos en un sistema preestablecido que, llegado el caso, permita movilizar recursos de forma rápida y justa.
Además, el tratado pone el foco en la financiación. Propone establecer un Mecanismo Coordinador Financiero para canalizar recursos destinados a la prevención, preparación y respuesta ante pandemias. También insta, por primera vez en un acuerdo internacional, a que el dinero público invertido en investigación sanitaria se traduzca en productos accesibles: precios justos, transferencia de tecnología y licencias abiertas son algunas de las condiciones recomendadas.
Lo que no hace (y por qué es importante aclararlo)
Pese a las múltiples virtudes que se le atribuyen, el Tratado de Pandemias no es perfecto. Una de sus debilidades más señaladas es la ausencia de mecanismos obligatorios para garantizar el cumplimiento de sus disposiciones. Todo queda, en última instancia, en manos de la voluntad política de cada Estado. No hay sanciones para quienes no respeten los compromisos adquiridos, ni una autoridad internacional con capacidad de imponer medidas.
Este punto ha alimentado toda una ola de desinformación, especialmente en redes sociales y ciertos círculos políticos. Se ha afirmado, sin fundamento, que el tratado permitirá a la OMS imponer confinamientos, vacunaciones forzosas o intervenir en la soberanía sanitaria de los países. Nada más lejos de la realidad. El acuerdo deja claro que cada Estado conserva el control sobre sus leyes y políticas nacionales. La OMS no gana poder coercitivo: simplemente coordina.
Este matiz no es menor. Las campañas de desinformación han sido tan virulentas que incluso llegaron a tensar las negociaciones finales, con algunos gobiernos manifestando reservas basadas en interpretaciones erróneas del texto.
El acuerdo deja claro que cada Estado conserva el control sobre sus leyes y políticas nacionales. La OMS no gana poder coercitivo.
Un texto que mira al futuro, aprendiendo del pasado
A pesar de sus limitaciones, el tratado representa un paso firme hacia una arquitectura sanitaria global más robusta. Sus impulsores lo ven como un punto de partida para seguir construyendo. En él se refleja el aprendizaje de la pandemia de COVID-19: la urgencia de compartir datos, la importancia de la transparencia, la necesidad de garantizar el acceso equitativo a las herramientas médicas, y la conveniencia de pensar en la salud como un bien público global.
También es un recordatorio de que la ciencia, por sí sola, no basta. Hace falta voluntad política, cooperación multilateral y una ciudadanía bien informada. Porque las pandemias no entienden de fronteras, pero la respuesta a ellas sí puede —y debe— ser global, coordinada y justa.
La esperanza es que este tratado no quede en el papel, sino que se traduzca en políticas reales, estructuras operativas y mecanismos de solidaridad efectiva. Para eso, cada país deberá asumir su parte de responsabilidad.
Ahora, el siguiente paso es la ratificación: el tratado entrará en vigor 30 días después de que 60 países hayan completado su proceso de ratificación, aceptación o adhesión y lo comuniquen formalmente a la OMS, según el artículo 35 del acuerdo. Será entonces cuando esta hoja de ruta, aún incipiente, empiece a transformarse en realidad.