Benoît Mandelbrot nació en Polonia en 1924, en el seno de una familia judia. Su padre se ganaba la vida comprando y vendiendo ropa, mientras que su madre era médico. La familia Mandelbrot emigró a Francia en 1936 y su tío Szolem Mandelbrot , que era profesor de Matemáticas en el Collège de France, asumió la responsabilidad de la educación del joven Benoît. Mandelbrot asistió al Liceo Rolin en París hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, cuando su familia se trasladó a Tulle, en la Francia central, y vivió en la clandestinidad. En esta época se mantuvo lejos de la escuela y la universidad, lo que le obligó a ser autodidacta. Aunque entonces supuso un desafío, Mandelbrot atribuyó gran parte de su posterior éxito a esta educación no convencional.
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Fractales por todas partes
¿Pero por qué abarcó tanta variedad de disciplinas? Porque había descubierto la geometría fractal. Fractal (del latín fractus, "irregular", "fragmentado") es una palabra que acuñó el propio Mandelbrot para describir la repetición "infinita" de patrones geométricos a diferentes escalas, que muestran versiones cada vez más pequeñas de sí mismos. Las partes pequeñas de un fractal, explicaba Mandelbrot, son semejantes al todo, al conjunto completo. Lo más interesante es que el matemático demostró que la mayoría de las formas de la naturaleza son fractales. Los fractales se han utilizado para explicar fenómenos atmosféricos, para analizar las redes vasculares y las redes neuronales del cuerpo humano, para calcular la longitud de las costas, para explicar el crecimiento de los cerebros de los mamíferos, para estudiar los seísmos... Incluso en telecomunicaciones se han diseñado antenas fractales.
Los hallazgos se Mandelbrot también se aplican en artes visuales (la mayoría de objetos generador hoy por ordenador se basan en alguna versión de los fractales mandelbrotianos) y en arquitectura, y se pueden entrever en la Quinta sinfonía de Beethoven y en la poesía de Emily Dickinson (donde lo grande se parece a lo pequeño), por citar algunos ejemplos. Además, son necesarios para la compresión de imágenes digitales.
Con sus fractales, Mandelbrot se hizo tan popular que a sus charlas acudía todo tipo de artistas, lo que le valió el apodo de la "estrella de rock de las matemáticas".