¿Cómo comenzó todo? El inicio de la Segunda Guerra Mundial al detalle

Aunque se considera que la Segunda Guerra Mundial comenzó con la invasión de Polonia, antes hubo un largo recorrido de tensión entre las potencias.
¿Cómo comenzó la Segunda Guerra Mundial?

La Segunda Guerra Mundial, el conflicto que enfrentó a las fuerzas del Eje contra los Aliados, supuso un antes y un después para el siglo XX. El final del conflicto y de sus principales protagonistas (Hitler, Mussolini, Stalin, Churchill…) es de sobra conocido pero el cómo empezó puede ser un hecho parcialmente más desconocido.

Causas del inicio de la Segunda Guerra Mundial

Impacto del Tratado de Versalles en Alemania

El Tratado de Versalles, firmado al final de la Primera Guerra Mundial, impuso condiciones severas a Alemania, incluyendo la pérdida de territorios, restricciones militares y el pago de reparaciones económicas exorbitantes. Estas sanciones generaron un profundo resentimiento en la población alemana, que consideraba el tratado como una humillación nacional. Este sentimiento fue aprovechado por líderes políticos como Adolf Hitler para alimentar un espíritu revanchista, que jugaría un papel crucial en el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

La República de Weimar, el gobierno alemán de la época, enfrentó una inestabilidad económica y política significativa. La hiperinflación y el desempleo masivo llevaron a una crisis social que debilitó aún más al país. En este contexto, Hitler y el Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores (Partido Nazi) prometieron restaurar el orgullo nacional y recuperar el territorio perdido, lo que les permitió ganar adeptos y consolidar su poder.

El Tratado de Versalles no solo afectó a Alemania, sino que también alteró el equilibrio de poder en Europa. Las nuevas fronteras y la creación de estados independientes generaron tensiones adicionales. El descontento en Alemania fue un catalizador para el ascenso de regímenes totalitarios que buscaron expandirse territorialmente, desafiando el orden establecido por el tratado.

Ascenso de Adolf Hitler y el rearme de Alemania

En 1933, Adolf Hitler ascendió al poder como canciller de Alemania, prometiendo revertir las condiciones impuestas por el Tratado de Versalles y restaurar el poderío alemán. Su régimen se centró en el rearme de Alemania, violando las restricciones militares del tratado. Bajo su liderazgo, Alemania comenzó a reconstruir su ejército, modernizar su flota aérea y expandir su armamento, preparando el terreno para futuras agresiones.

La política expansionista de Hitler se basaba en la idea del "Lebensraum" o "espacio vital", que justificaba la anexión de territorios para asegurar el crecimiento de la población alemana. Esta doctrina fue utilizada para legitimar la invasión de países vecinos y la expansión hacia el este. El rearme no solo fortaleció el ejército alemán, sino que también revitalizó su economía, reduciendo el desempleo y aumentando la producción industrial.

El respaldo de sectores industriales y financieros fue crucial para el éxito de las políticas de Hitler. Estos apoyos veían en el régimen nazi una oportunidad para recuperar sus pérdidas tras la Primera Guerra Mundial. El ascenso de Hitler y el rearme de Alemania fueron pasos fundamentales en el camino hacia el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Discurso de Hitler - Wikimedia Commons

Política de apaciguamiento de Gran Bretaña y Francia

La política de apaciguamiento adoptada por Gran Bretaña y Francia fue un intento de evitar un nuevo conflicto armado en Europa, permitiendo a Hitler anexar territorios sin oposición significativa. Esta estrategia se basaba en la creencia de que satisfacer las demandas territoriales de Alemania podría prevenir una guerra mayor. Sin embargo, en lugar de frenar las ambiciones expansionistas de Hitler, el apaciguamiento solo las incentivó.

El Acuerdo de Múnich de 1938 es el ejemplo más destacado de esta política. En él, Gran Bretaña y Francia permitieron a Alemania anexar los Sudetes, una región de Checoslovaquia con una población mayoritariamente alemana. Los líderes europeos, Neville Chamberlain y Édouard Daladier, regresaron a sus países proclamando haber asegurado la paz. Sin embargo, el acuerdo solo fortaleció la posición de Hitler, quien interpretó la falta de resistencia como una señal de debilidad.

La política de apaciguamiento fue criticada por contemporáneos como Winston Churchill, quien advirtió que ceder ante las demandas de los dictadores solo conduciría a una guerra inevitable. La falta de acción por parte de Gran Bretaña y Francia demostró ser un error estratégico, ya que no detuvo la agresión alemana y finalmente llevó al comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

El Pacto Mólotov-Ribbentrop y sus implicaciones

En agosto de 1939, Alemania y la Unión Soviética sorprendieron al mundo al anunciar la firma del Pacto Mólotov-Ribbentrop. Este acuerdo de no agresión entre dos ideologías opuestas, el nazismo y el comunismo, incluía cláusulas secretas que dividían Europa del Este en esferas de influencia. Este pacto permitió a Hitler avanzar con la invasión de Polonia sin temor a una intervención soviética.

El Pacto Mólotov-Ribbentrop tuvo profundas implicaciones para el equilibrio de poder en Europa. Al asegurar la neutralidad soviética, Alemania pudo concentrar sus fuerzas en el frente occidental, enfrentándose a Gran Bretaña y Francia sin temor a un ataque en el este. Josef Stalin, por su parte, aprovechó el acuerdo para expandir la influencia soviética en los estados bálticos y partes de Polonia.

Este pacto no solo facilitó el inicio de la Segunda Guerra Mundial, sino que también sentó las bases para futuras tensiones entre Alemania y la Unión Soviética. La cooperación entre ambos países era temporal y basada en intereses estratégicos, lo que se evidenció cuando Alemania rompió el pacto e invadió la Unión Soviética en 1941. El Pacto Mólotov-Ribbentrop es un ejemplo de cómo las alianzas temporales pueden tener consecuencias a largo plazo en el escenario geopolítico.

¿Cómo comenzó la Segunda Guerra Mundial? - Midjourney/Sarah Romero

Eventos clave del inicio de la guerra

La invasión de Polonia el 1 de septiembre de 1939

El 1 de septiembre de 1939, Alemania lanzó un ataque sorpresa sobre Polonia, marcando el inicio formal de la Segunda Guerra Mundial. La invasión fue rápida y brutal, utilizando la táctica de guerra relámpago o "blitzkrieg", que combinaba ataques aéreos y terrestres para desorientar y desmoralizar al enemigo. Esta estrategia permitió a las fuerzas alemanas avanzar rápidamente y capturar gran parte del territorio polaco en pocas semanas.

La invasión fue justificada por Hitler mediante un incidente fabricado conocido como la "Operación Himmler". Este falso ataque de tropas polacas a una estación de radio alemana proporcionó la excusa necesaria para iniciar la agresión. La rapidez y eficacia de la invasión sorprendieron al mundo, demostrando la capacidad militar de Alemania y la debilidad de las defensas polacas.

La invasión de Polonia no solo desencadenó la Segunda Guerra Mundial, sino que también reveló la ineficacia de la política de apaciguamiento. Gran Bretaña y Francia, que habían garantizado la seguridad de Polonia, se vieron obligadas a declarar la guerra a Alemania el 3 de septiembre de 1939.

El bombardeo de Wieluń como inicio formal

El bombardeo de Wieluń, una pequeña ciudad polaca, fue uno de los primeros ataques aéreos de la Segunda Guerra Mundial. En las primeras horas del 1 de septiembre de 1939, la Luftwaffe, la fuerza aérea alemana, lanzó un devastador ataque que destruyó gran parte de la ciudad y causó numerosas bajas civiles. Este bombardeo simbolizó la brutalidad de la guerra moderna y la indiferencia hacia las vidas civiles.

El ataque a Wieluń fue parte de la estrategia de blitzkrieg de Alemania, que buscaba desmoralizar a la población y desorganizar las defensas polacas. La destrucción de la ciudad fue un presagio de la devastación que se extendería por Europa en los años siguientes. La falta de preparación de Polonia y la rapidez del avance alemán hicieron que la resistencia fuera prácticamente imposible.

El bombardeo de Wieluń también tuvo un impacto psicológico significativo, tanto en Polonia como en el resto del mundo. La brutalidad del ataque y la velocidad de la invasión demostraron que la guerra sería diferente a cualquier otra anterior. Este evento marcó el comienzo de una era de conflictos aéreos y bombardeos masivos que definirían la Segunda Guerra Mundial.

Declaración de guerra de Gran Bretaña y Francia a Alemania

La invasión de Polonia por parte de Alemania obligó a Gran Bretaña y Francia a cumplir sus compromisos de defensa mutua con el país polaco. El 3 de septiembre de 1939, ambos países declararon la guerra a Alemania, iniciando oficialmente el conflicto entre las potencias europeas. Esta declaración de guerra fue un acto de resistencia ante la agresión alemana y un intento de frenar la expansión del Tercer Reich.

La entrada de Gran Bretaña y Francia en la guerra marcó un punto de inflexión en el conflicto. Aunque inicialmente se mantuvo una "Guerra de broma" (en francés, "Drôle de guerre"), donde no hubo enfrentamientos significativos, la declaración de guerra sentó las bases para futuras batallas en el continente europeo. Las potencias occidentales comenzaron a movilizar sus fuerzas y a preparar sus defensas para enfrentar la amenaza alemana.

La declaración de guerra también tuvo repercusiones políticas y sociales en Gran Bretaña y Francia. En ambos países, la población se unió en apoyo al esfuerzo bélico, mientras que los gobiernos implementaron medidas de emergencia para fortalecer sus economías y asegurar la producción militar. La entrada en guerra de estas dos potencias fue un paso crucial en el desarrollo de la guerra, que se convertiría en un conflicto global.

Invasión de Polonia - Imagen: Wikimedia Commons.

Entidades principales involucradas

Fuerzas del Eje: Alemania, Italia y Japón

Las Fuerzas del Eje, compuestas por Alemania, Italia y Japón, fueron las principales potencias agresoras en la Segunda Guerra Mundial. Alemania, bajo el liderazgo de Adolf Hitler, buscaba expandir su territorio en Europa y establecer un nuevo orden basado en la supremacía racial. Italia, liderada por Benito Mussolini, compartía ambiciones expansionistas en el Mediterráneo y África del Norte. Japón, por su parte, aspiraba a dominar Asia y el Pacífico.

La alianza entre estas naciones se basaba en intereses comunes, como el anticomunismo y el deseo de expansión territorial. Aunque cada país tenía sus propias metas, colaboraron en numerosas campañas militares, compartiendo recursos y estrategias. Esta cooperación fue crucial para los éxitos iniciales del Eje, que logró conquistar vastas extensiones de territorio en Europa y Asia.

Sin embargo, las diferencias ideológicas y estratégicas entre las potencias del Eje también generaron tensiones internas. La falta de una coordinación efectiva y las ambiciones individuales de cada líder dificultaron la planificación conjunta y, eventualmente, contribuyeron a su derrota. A pesar de sus éxitos iniciales, las fuerzas del Eje no pudieron mantener su dominio frente a la resistencia de los Aliados.

Los Aliados: Gran Bretaña, Francia y posteriormente Estados Unidos

Los Aliados, inicialmente compuestos por Gran Bretaña y Francia, se unieron para enfrentar la amenaza del Eje. A medida que la guerra avanzaba, otras naciones se sumaron a esta coalición, incluyendo Estados Unidos y la Unión Soviética. La diversidad de los Aliados, tanto en términos de recursos como de estrategias, fue un factor clave en su eventual victoria sobre las potencias del Eje.

Gran Bretaña, bajo el liderazgo de Winston Churchill, se convirtió en un bastión de resistencia contra la agresión alemana. A pesar de los bombardeos y la amenaza de invasión, el país mantuvo su determinación y jugó un papel crucial en la defensa de Europa occidental. Francia, aunque inicialmente invadida y ocupada, continuó la lucha a través de la resistencia y el gobierno en el exilio.

Pearl Harbor - Wikimedia Commons

La entrada de Estados Unidos en la guerra, tras el ataque a Pearl Harbor en diciembre de 1941, marcó un punto de inflexión en el conflicto. Con su vasta producción industrial y recursos militares, Estados Unidos proporcionó un apoyo crucial a los esfuerzos aliados, tanto en Europa como en el Pacífico. La cooperación entre las naciones aliadas, a pesar de sus diferencias políticas e ideológicas, fue fundamental para derrotar a las fuerzas del Eje.

Consecuencias inmediatas del inicio del conflicto

El colapso de la política de apaciguamiento

El estallido de la Segunda Guerra Mundial marcó el colapso definitivo de la política de apaciguamiento adoptada por Gran Bretaña y Francia. La invasión de Polonia demostró que las concesiones territoriales y los acuerdos diplomáticos no habían logrado frenar las ambiciones expansionistas de Adolf Hitler. Este fracaso llevó a un cambio de estrategia en las potencias occidentales, que se vieron obligadas a enfrentar la amenaza alemana con acciones militares.

La caída de la política de apaciguamiento también tuvo repercusiones políticas internas. En el Reino Unido, Neville Chamberlain, el principal defensor de esta estrategia, fue reemplazado por Winston Churchill, quien adoptó una postura más firme contra el Eje. En Francia, el gobierno se enfrentó a una crisis de confianza, ya que la invasión alemana puso en evidencia la debilidad de sus defensas.

El colapso de la política de apaciguamiento subrayó la importancia de la acción colectiva y la cooperación internacional para enfrentar amenazas globales. La experiencia de la Segunda Guerra Mundial demostró que la pasividad y el aislamiento no eran opciones viables ante regímenes agresivos, y sentó las bases para la creación de organizaciones internacionales destinadas a prevenir futuros conflictos, como las Naciones Unidas.

División de Europa y las primeras campañas militares

Hitler en París - Wikimedia Commons

El inicio de la guerra provocó una rápida división de Europa en dos bloques enfrentados: las potencias del Eje y los Aliados. Esta división se materializó en una serie de campañas militares que redefinieron el mapa del continente. Alemania, aprovechando su superioridad militar, lanzó ofensivas que resultaron en la ocupación de gran parte de Europa occidental, incluyendo Noruega, Dinamarca, Bélgica y Francia.

Las primeras campañas militares del Eje se caracterizaron por el uso de tácticas innovadoras, como la blitzkrieg, que permitieron a las fuerzas alemanas avanzar rápidamente y capturar grandes territorios. Sin embargo, a medida que la guerra se prolongaba, los Aliados comenzaron a organizarse y a lanzar contraofensivas, como la Batalla de Inglaterra, que frenaron el avance del Eje y demostraron la capacidad de resistencia de las naciones aliadas.

La división de Europa y las campañas militares iniciales tuvieron un impacto duradero en el continente, alterando las fronteras y desplazando a millones de personas. La guerra también aceleró el desarrollo de nuevas tecnologías y tácticas militares que cambiarían para siempre la forma de hacer la guerra. A medida que el conflicto se intensificaba, Europa se convirtió en el escenario de una lucha titánica entre las fuerzas del Eje y los Aliados, que definiría el curso del siglo XX.

Referencias: 

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