Cuando pensamos en la búsqueda de vida extraterrestre y en los exoplanetas que podrían albergar esta vida, siempre pensamos que la Tierra es el caso ideal y que el resto de planetas descubiertos deberán considerarse en función de cuán parecidas sean sus condiciones a las terrestres. Algunos tendrán una atmósfera similar, otros tendrán grandes cantidades de agua. Algunos tendrán el tamaño apropiado y otros orbitarán alrededor de una estrella similar. Sin embargo, nuestro planeta no tiene porqué ser ideal para la aparición de la vida, no tiene porqué ser el planeta con las mejores condiciones de habitabilidad. Podrían existir planetas que, por uno o varios motivos, son incluso más propicios que la Tierra para el desarrollo de una biología.
Estos planetas reciben el sobrenombre de “superhabitables”, un término que se ha creado para combatir la posible confusión de utilizar indistintamente términos como “zona de habitabilidad” o “planeta habitable”. Normalmente cuando se encuentra un planeta en la zona de habitabilidad de su estrella, la zona en la que agua líquida podría sobrevivir sobre su superficie, automáticamente se dice que ese planeta es habitable. Sin embargo no todos los planetas en la zona de habitabilidad de una estrella serán habitables, pues dependerá esta clasificación de otros factores como su tamaño y su atmósfera, además de que no todos los mundos habitables se encontrarán dentro de dicha zona de habitabilidad. Un ejemplo cercano serían las grandes lunas del sistema solar, como Europa, Ganímedes o Titán. Estas lunas se encuentran más allá de la zona de habitabilidad en torno al Sol, pero consideramos que podrían tener océanos de agua líquida bajo kilómetros de hielo y que podrían ser, tal vez, habitables. A continuación presentamos algunas de las características que podrían hacer de un determinado exoplaneta un lugar más propicio para la vida.

Un planeta en el que hubiera más superficie en la que pudiera existir el agua líquida, porque sus continentes son más pequeños o no tan elevados o porque no permite la formación de casquetes polares, por ejemplo, podría albergar una mayor biodiversidad. Esto podría ocurrir en un planeta del tamaño de la Tierra con más agua líquida sobre su superficie o en un planeta ligeramente más grande que el nuestro que, necesariamente, tendría más superficie habitable. Este planeta por supuesto no podría ser arbitrariamente más grande que la Tierra, pues de hacerse demasiado grande la propia gravedad del planeta dificultaría la aparición de una tectónica de placas que mantuviera su superficie activa y en constante renovación, además de que podría impedir que dicho planeta perdiera su envoltorio original de hidrógeno, lo cual podría dificultar la aparición de vida sobre él.
Además, podría haber otras configuraciones continentales más favorables para sostener una gran biodiversidad. Esto no solo se conseguiría con mayor agua sobre la superficie del planeta, como hemos mencionado antes, sino con distribuciones de esa masa continental más fracturadas, más cercanas a archipiélagos de islas que a supercontinentes. Estos supercontinentes pueden contener grandes desiertos sobre ellos, al no tener acceso a la regulación climática de los océanos. Además, en la Tierra observamos que las regiones de aguas poco profundas presentan mucha más diversidad que los océanos profundos.
El ciclo geoquímico del carbono y silicio presentan una forma natural de mantener cierto equilibrio en la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre. Como hemos aprendido del reciente calentamiento global, demasiado CO2 en la atmósfera puede alterar significativamente el clima. Sin embargo, demasiado poco puede tener también consecuencias catastróficas, pues nuestro planeta requiere de cierto efecto invernadero [Venus: efecto invernadero desbocado] para tener las temperaturas a las que estamos acostumbrados. Por tanto un planeta algo más grande que la Tierra podría tener una tectónica de placas más activa, que controlara de manera más efectiva los niveles de dióxido de carbono.
Un planeta cuya temperatura atmosférica de equilibrio fuera algo más alta que la terrestre podría presentar mayor diversidad. Esta temperatura dependería de la cantidad de radiación estelar recibida, del albedo (es decir del porcentaje de luz que refleja) así como de la capacidad de su atmósfera y sus océanos de retener calor. Sin embargo, esto no debe llevarnos a pensar que el calentamiento global que estamos viviendo va a ser beneficioso para los seres vivos que la habitan. Aunque una Tierra más caliente pueda albergar más biodiversidad, las especies que la habitan hoy en día no están adaptadas a esa temperatura mayor. Aunque tal vez se alcanzara mayor biodiversidad dentro de cientos de miles o de millones de años, las especies vivas a día de hoy sufrirían considerablemente a largo plazo, incluida la especie humana.
Otro criterio que podría hacer a un planeta superhabitable es la estrella alrededor de la cual orbita. Las estrellas más pequeñas tienen son más longevas y emiten menos radiación ionizante en general. A pesar de esto, las enanas de tipo M, como Próxima Centauri, emiten intensos estallidos de rayos X y luz UV que podrían impedir la persistencia de la vida. Las estrellas de tipo K, algo más ligeras que el Sol, podrían ser perfectas para albergar planetas superhabitables. Estas estrellas son estables como el Sol y su tiempo de vida puede extenderse hasta los 40 mil millones de años. Cuanto más tiempo pueda perdurar un planeta alrededor de su estrella, mayor oportunidad tendrá la vida extraterrestre para desarrollarse.
Estas son solo algunas de las características que podrían hacer de un planeta más apropiado para la vida. Diferentes combinaciones de ellos darán mundos más o menos óptimos, pero en general podemos considerar a los planetas que son más antiguos, más masivos, tienen una atmósfera más densa que la Tierra y orbitan más lejos de sus estrellas y alrededor de estrellas ligeramente más pequeñas que la nuestra son los mejores candidatos para ser verdaderos mundos superhabitables.
Referencias:
- Heller, René; Armstrong, John (2014). "Superhabitable Worlds". Astrobiology. 14 (1), doi:10.1089/ast.2013.1088