Los delfines son los ‘sapiens’ del océano

Algunas características que se creían exclusivas del ser humano, como la personalidad y el pensamiento abstracto, también están presentes en estos animales, hoy amenazados.
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Los delfines se cuentan entre los animales más emblemáticos y amenazados de nuestro planeta. Estos cetáceos han demostrado prodigiosas habilidades cognitivas en áreas como la comprensión del lenguaje o la resolución de problemas. Se reconocen a sí mismos en los espejos, entienden la relación entre su propio cuerpo y el de los demás y muestran empatía, unas capacidades que hasta hace poco solo se habían observado en nuestra especie. Además, su compleja organización social, sistemas de comunicación, aprendizaje vocal y tradiciones culturales están bien documentados. 

Los delfines, como estos, que nadan cerca de Port St. Johns, en Sudáfrica, son animales sociables que suelen vivir en grupos familiares. - GETTYI

Los pensadores más destacados de la antigua Grecia hicieron uso de la admiración para comenzar su recorrido por el filosofar y, de esta forma, incrementar su conocimiento de la naturaleza. Aristóteles, al que se considera padre de la zoología, se dedicó con especial esmero al estudio del que es uno de los animales que más han fascinado al hombre desde la antigüedad, el delfín. Es posible que el asombro y el deleite provocados por la observación de estos mamíferos, tan místicos como desconocidos, haya impulsado al ser humano, tanto de antaño como de ahora, a querer saber más de ellos.

Aristóteles y su fascinación por los delfines

Las referencias de ese pensador griego a los delfines son numerosas en su Historia Animalium, donde se aprecia su fascinación hacia estos animales. A pesar de que esta obra fue escrita hace más de 2.300 años, la claridad con la que da cuenta de su biología y conducta es tal que algunas descripciones se siguen utilizando como referencia en estudios científicos actuales. Es más, podemos atribuir a este autor las primeras alusiones a la complejidad social y plasticidad características de los delfines, así como a su producción de sonidos, sus cuidados parentales, los varamientos e incluso las primeras capturas accidentales de delfines enmallados en redes de pesca. 

Tras Aristóteles, otros autores, como Plinio el Viejo, Plutarco o Eliano, siguieron mostrando su interés por estos animales; en particular, por la colaboración que se daba en ocasiones entre delfines y las comunidades de pescadores. A lo largo de la costa mediterránea, especialmente en la actual Narbona, estos participaban conjuntamente y de forma activa en la captura de bancos de peces hace más de dos milenios. Los pescadores llamaban a gritos desde la playa a los delfines. Estos, al escucharlos, se dirigían hacia la orilla, donde quedaba acorralado el cardumen en las redes, lo que facilitaba que los peces fuesen capturados tanto por unos como por otros.

De colaboradores a competidores

Hoy, este tipo de colaboraciones entre pescadores y animales no domesticados ni controlados por el hombre sigue sorprendiendo. Una prueba fehaciente de este comportamiento aún está presente en ciertos enclaves del estado de Santa Catalina, en el sur de Brasil. Otras comunidades, como los imraguen de Mauritania, también pescaban hace tiempo junto con los delfines, aunque en los últimos años han ido abandonando esta técnica ancestral ante el desarrollo de la pesca industrial. A partir de la Baja Edad Media y a medida que la actividad pesquera se expandía bajo el control de la iglesia romana, se produce un claro cambio en la relación entre los seres humanos y los delfines que todavía perdura en nuestros días. Estos pasaron de ser considerados unos colaboradores de los pescadores a ser competidores por los preciados y cada vez más escasos recursos pesqueros.

Un delfín se dispone a irrumpir en un cardumen que mantiene a raya no muy lejos de la isla de San Benedicto, en México. - GETTYI

Este conflicto se vio acentuado en aquellas zonas en las que los delfines costeros, haciendo uso de su comportamiento oportunista, aprendieron a capturar los peces directamente de las redes, lo que ocasionaba no solo pérdidas en las capturas, sino daños en los aparejos de pesca. De esta manera, el delfín pasó a ser el chivo expiatorio de los pescadores, una plaga y una alimaña que tenía que ser exterminada de los mares. 

Un ejemplo de esta enemistad lo podemos encontrar en Galicia a lo largo del siglo XIX. Era tal el rechazo por parte de la población local hacia los delfines mulares –llamados arroaces, en gallego– que su matanza dio origen incluso a festejos populares, como las “corridas de arroaces”, que se organizaban durante las fiestas locales de la ciudad de Pontevedra. Aprovechando la pleamar, los pescadores dirigían a los delfines hacia el interior de la ría para luego acorralarlos mediante el uso de una red que se extendía de una orilla a otra. A continuación, y aprovechando la bajada de la marea, eran arponeados, tiroteados y apedreados por los pescadores, alentados por los vecinos del pueblo y las personas que acudían a presenciar el festejo. 

Estas batidas, a semejanza de lo que ocurría en tierra con ciertos depredadores, como el lobo, contribuyeron a reducir las poblaciones locales de delfines en las rías gallegas. En la actualidad, gracias a la ciencia sabemos que el tamaño de una población de delfines nunca llegará a crecer de forma descontrolada. Una baja tasa reproductiva –las hembras dan a luz a una única cría cada tres o cuatro años–, una madurez sexual tardía –entre los ocho y diez años–, una gran extensión de sus territorios, junto a una compleja estructura social, son algunos de los factores que evitan que los delfines puedan llegar a convertirse en una plaga.

La presencia de delfines regula el funcionamiento de los ecosistemas marinos

El incremento del conocimiento científico en el adecuado manejo de los recursos marinos ha permitido que hayamos comenzado a darnos cuenta de que estos no son ni mucho menos inagotables; también, que la desaparición de los delfines no solo no solucionará, sino que, de hecho, empeorará los problemas de las pesquerías. Ello se debe a que los delfines, tal como sucede con los depredadores superiores terrestres, permiten el adecuado funcionamiento de los ecosistemas marinos, a través de una serie de efectos directos e indirectos sobre otros organismos situados por debajo en la red trófica. 

Estos cetáceos actúan como guardianes de los ecosistemas, regulando el tamaño poblacional de especies de depredadores en niveles intermedios –los llamados mesopredadores–. Con ello, evitan que crezcan sin control y puedan inducir un agotamiento súbito de los recursos, lo que provocaría una importante pérdida de biodiversidad de especies marinas.

El futuro de los delfines depende del futuro de los océanos

Para que los delfines puedan cumplir este papel, es necesario que estén presentes y que también tengan un tamaño de población adecuado. De lo contrario, su control sobre el ecosistema será mínimo. Sin delfines, los mesopredadores con dietas más generalistas y que se reproducen con más facilidad crecerían de una manera descontrolada. Esto provocaría lo que denominamos un efecto en cascada, con una drástica reducción de las presas de los citados mesopredadores que dejarían a su vez a otros organismos sin alimento. En pocas palabras, los delfines son los guardianes de las pequeñas especies de presas, lo que favorece un incremento en la biodiversidad de las especies marinas

El futuro de los delfines depende del futuro de los océanos. Son muchos los problemas a los que se enfrentan en la actualidad. Algunos, sin embargo, ya están desapareciendo, como la caza directa, aunque aún se siguen realizando batidas de delfines en enclaves remotos, como en Taiji (Japón) o en las islas Feroe (Dinamarca), que muestran muchas similitudes con lo que acontecía en Galicia. Estos no son más que casos puntuales apoyados por el interés de la industria de los delfinarios, que se nutre de los ejemplares capturados vivos para sus instalaciones, como ocurre en Taiji. Pero la opinión pública ya no jalea como los lugareños en Pontevedra durante el siglo XIX. Por el contrario, hay multitud de protestas en todo el mundo donde se clama contra las matanzas y se exige que se ponga fin a décadas de explotación de estos animales en cautiverio para la diversión humana.

Muchos de los mayores problemas que amenazan la supervivencia de las poblaciones de delfines, al igual que la de otros depredadores marinos, están relacionados con las actividades del ser humano; en particular, con la pesca industrial. El futuro de varias especies de delfines está seriamente en riesgo debido a la degradación del hábitat, la sobrepesca y las capturas accidentales en los aparejos. En este sentido, la mencionada pesca industrial, desarrollada durante decenios de una forma no sostenible ni respetuosa con los ecosistemas oceánicos, ha provocado un círculo vicioso en la vida de muchos grupos de estos cetáceos. Estas prácticas causan una drástica disminución del alimento disponible para los delfines. Ante tal situación, estos animales, que presentan una enorme plasticidad comportamental, emplean estrategias de alimentación de tipo oportunista en los citados aparejos, donde pueden quedar atrapados.

Pero estas capturas son solo, por así decirlo, la punta del iceberg de los problemas que la pesca industrial está provocando en las poblaciones de delfines y en las de otros muchos carnívoros marinos. Mientras los científicos investigan para tratar de conocer mejor los riesgos que suscitan desde el cambio climático hasta la contaminación química y acústica, deben tomarse medidas para intentar moderar –y, preferiblemente, eliminar– otros factores antropogénicos relevantes. Es necesario que estas sean, además, a largo plazo. Se trata del único enfoque efectivo que puede paliar los efectos provocados por muy distintas actividades humanas, como la pesca, la acuicultura, el tráfico marítimo y, más recientemente, la exploración petrolera y el desarrollo de centrales de energía renovable marinas.

Los pescadores de Laguna, Santa Catalina (Brasil), esperan la llegada de los delfines, con los que colaboran desde hace generaciones para atrapar a los peces que los cetáceos empujan hasta la costa. - GETTYI

Todavía podemos ser optimistas

La supervivencia de muchas colonias de delfines depende de que estas actuaciones se gestionen de forma coherente y se aborden con un enfoque ecosistémico, a fin de garantizar que sean ambientalmente sostenibles en el tiempo y tengan un impacto mínimo en los ecosistemas marinos y sus habitantes. En realidad, hay numerosas razones que nos permiten ser optimistas en este sentido. Así, contamos con los conocimientos y las herramientas necesarias para que esto ocurra y, de hecho, está en nuestras manos la responsabilidad de que las próximas generaciones puedan seguir conociendo y admirando al sapiens de los océanos.

* Este artículo fue originalmente publicado en una edición impresa de Muy Interesante

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