Hablar de amistad suele sonar poético o emocional, pero la ciencia está demostrando que también es una cuestión de química cerebral. Investigadores de la Universidad de California en Berkeley han encontrado que la oxitocina, una molécula que se libera en situaciones sociales, juega un papel clave en cómo y con quién decidimos vincularnos.
El estudio de la Universidad de California, Berkeley, publicado en Current Biology, muestra que la oxitocina —conocida como la “hormona del amor”— no es indispensable para tener amistades, pero sí para crearlas rápido, mantenerlas estables y diferenciarlas de simples conocidos. El hallazgo abre una ventana única para comprender la biología de la amistad humana.
Los protagonistas de este estudio no fueron humanos, sino topillos de la pradera, unos pequeños roedores que, como nosotros, establecen amistades duraderas además de vínculos de pareja. Esto los convierte en un modelo ideal para indagar en los mecanismos que sostienen las relaciones sociales.
El equipo liderado por la neurocientífica Annaliese Beery descubrió que, sin receptores de oxitocina, los topillos tardan mucho más en reconocer a un compañero como “amigo”. Este retraso, aparentemente pequeño, revela algo profundo: la oxitocina no solo nos acerca a los demás, sino que acelera la chispa de la amistad.

Lo que ocurre cuando falta oxitocina
Los investigadores modificaron genéticamente a algunos topillos para que carecieran de receptores de oxitocina (Oxtr1−/−). El resultado fue sorprendente: mientras que los animales normales consolidaban una amistad en apenas 24 horas de convivencia, los mutantes necesitaban hasta una semana para mostrar el mismo apego.
En la vida real, este retraso sería como ir a una fiesta y no ser capaz de reconocer rápidamente a quién confiarle tu compañía. Los topillos sin oxitocina formaban vínculos, sí, pero lo hacían con lentitud y sin la intensidad emocional que caracteriza a una relación estable.
Además, cuando se introducían en un entorno con muchos compañeros —como una especie de “fiesta de topillos”—, los mutantes perdían de vista a sus amigos con facilidad y se mezclaban con cualquiera, algo que los animales normales no hacían.
Para los investigadores, esto demuestra que la oxitocina es crucial en la selectividad social: no solo fomenta el acercamiento, también ayuda a distinguir entre amigos y extraños.
La doble cara de la oxitocina
La oxitocina suele ser llamada la “hormona del amor”, porque se libera durante el sexo, el parto, la lactancia y las interacciones afectivas. Sin embargo, este estudio muestra que su función va mucho más allá de los clichés románticos.
En el caso de la amistad, la oxitocina actúa como un filtro social: promueve la cercanía con conocidos de confianza y, al mismo tiempo, refuerza la distancia frente a los extraños. Los topillos sin receptores de oxitocina eran menos agresivos con desconocidos y no mostraban rechazo hacia ellos, lo que indica un déficit en esa capacidad de priorizar a los amigos por encima de otros.
Esto revela que la oxitocina no es simplemente una molécula de “bienestar”, sino un mecanismo evolutivo para gestionar relaciones: ayuda a consolidar la cooperación dentro del grupo y a mantener ciertos límites con los de fuera.
Algo similar ocurre en los humanos cuando confiamos más en nuestro círculo cercano que en completos extraños.

El cerebro detrás de la amistad
Para entender qué pasaba a nivel cerebral, el equipo utilizó una tecnología de nanosensores desarrollada en Berkeley que permite medir la liberación de oxitocina con gran precisión. El hallazgo fue claro: los topillos sin receptores no compensaban su déficit aumentando la producción de la hormona. Al contrario, liberaban menos oxitocina en el núcleo accumbens, una región cerebral clave en el circuito de recompensa social.
En términos sencillos, esto significa que para estos animales la amistad no resultaba tan “gratificante”. El placer asociado a pasar tiempo con un compañero conocido era menor, lo que explicaba por qué no presionaban tanto para estar con sus amigos en los experimentos de laboratorio.
Este resultado conecta directamente con lo que sabemos sobre los humanos: cuando la oxitocina funciona bien, relacionarnos con amigos y familiares se vuelve más satisfactorio. En cambio, si su señalización falla, la amistad puede perder parte de su atractivo emocional.
Qué nos dicen los topillos sobre nosotros
Aunque pueda parecer curioso que los humanos tengamos algo en común con unos pequeños roedores, lo cierto es que los topillos de la pradera ofrecen un espejo fascinante. Son una de las pocas especies de mamíferos que forman vínculos de pareja duraderos y, además, amistades selectivas.
Los investigadores creen que estudiar estas conductas puede iluminar problemas humanos como el autismo o la esquizofrenia, donde la capacidad de establecer y mantener relaciones sociales suele estar alterada.
Comprender cómo la oxitocina influye en la selectividad y la recompensa social puede abrir nuevas vías de investigación para abordar estas condiciones.
La idea de que la amistad tiene una base química no la reduce a algo “artificial”. Al contrario, nos muestra que los lazos sociales son tan importantes para la supervivencia que la evolución los ancló en nuestra biología más profunda.

Más allá del amor: la oxitocina como pegamento social
Durante años se habló de la oxitocina solo en términos de pareja, maternidad o apego romántico. Este estudio rompe ese paradigma al demostrar que también está en el corazón de la amistad. Sin ella, los vínculos se forman más despacio, se mantienen con dificultad y pierden parte de su atractivo emocional.
Los resultados, publicados en Current Biology, subrayan que la oxitocina no es necesaria para que exista la amistad, pero sí para que florezca con rapidez y se mantenga firme frente a la distracción de lo nuevo. Es un recordatorio de que los amigos no solo se eligen con el corazón, sino también con el cerebro.
Como explica Annaliese Beery, "La oxitocina parece ser particularmente importante en la fase de formación temprana de las relaciones y especialmente en la selectividad de esas relaciones: 'Te prefiero a ti a este extraño', por ejemplo".
Y aunque la amistad siempre tendrá algo de inexplicable, hoy sabemos que parte de su magia está escrita en nuestro propio tejido neuronal.
Referencias
- Black, A. M., Komatsu, N., Zhao, J., Taskey, S. R., Serrano, N. S., Sharma, R., ... & Beery, A. K. (2025). Oxytocin receptors mediate social selectivity in prairie vole peer relationships. Current Biology. doi: 10.1016/j.cub.2025.07.042