Los emojis han transformado nuestras conversaciones, pero también nuestro modo de expresar emociones. Desde una simple carita feliz hasta corazones, lágrimas o fuegos, estos pequeños símbolos han pasado de ser adornos digitales a convertirse en herramientas clave para expresar lo que sentimos sin necesidad de escribirlo con palabras. Son, en muchos sentidos, la nueva gramática emocional del mundo conectado.
Un nuevo estudio confirma que no se trata solo de estética o moda. Según una investigación publicada en PLOS ONE por la psicóloga Eun Huh, los emojis no solo complementan los mensajes: influyen directamente en cómo percibimos a quien los envía. Al actuar como sustitutos visuales de gestos o expresiones faciales, estos íconos permiten que un texto gane calidez y matices que de otro modo se perderían en una pantalla.
Y no se trata de una percepción vaga o subjetiva. La ciencia empieza a demostrar que estos elementos visuales activan procesos similares a los que experimentamos en una conversación cara a cara. El cerebro responde a ellos de forma rápida, casi automática, integrándolos como pistas emocionales que nos ayudan a interpretar la intención detrás del mensaje.

Más que texto: cómo se diseñó el estudio
Para comprobar el impacto de los emojis, los investigadores crearon un experimento controlado. Reclutaron a 260 participantes en Estados Unidos y los expusieron a 15 conversaciones simuladas entre amigos, presentadas como intercambios de mensajes de texto. Los participantes leían las respuestas de su supuesto interlocutor, que eran idénticas en contenido pero diferentes en formato: con o sin emojis.
Cada conversación se evaluaba según cuatro dimensiones clave: respuesta percibida, simpatía, cercanía emocional y satisfacción con la relación. Los participantes debían imaginar que eran ellos quienes habían escrito el mensaje inicial, y evaluar cómo se sentían respecto a la respuesta recibida.
Es decir, ¿el otro parecía atento? ¿Amable? ¿Conectado emocionalmente?
El diseño fue riguroso y realista. Las conversaciones reflejaban situaciones comunes: desde compartir una noticia hasta proponer salir a cenar. Los mensajes con emojis usaban íconos coherentes con el tono del texto —emojis positivos con frases positivas, negativos con noticias malas— para evitar malinterpretaciones. Este cuidado permitió aislar con mayor precisión el efecto de los emojis sobre la percepción emocional.
Lo que un emoji comunica sin decirlo
El hallazgo más claro fue que los mensajes con emojis se percibieron como más atentos y receptivos. Esta "receptividad percibida" es un concepto central en psicología de las relaciones: se refiere a la sensación de que la otra persona te escucha, te entiende y se preocupa por lo que dices.
En entornos digitales, donde no hay miradas ni tonos de voz, este efecto se vuelve especialmente importante.
Lo interesante es que esa sensación de conexión emocional no depende del tipo de emoji. Ya sea una carita sonriente o un símbolo de celebración, lo que importa no es el ícono específico, sino su presencia como pista emocional. En otras palabras, el emoji actúa como una señal visual de que la otra persona está emocionalmente presente en la conversación.
La diferencia fue tan marcada que se reflejó incluso en medidas cuantitativas. En las pruebas estadísticas, quienes leían mensajes con emojis calificaban a sus interlocutores como significativamente más receptivos que quienes leían los mismos mensajes sin emojis. Esa impresión positiva fue el detonante de otras consecuencias emocionales más profundas.

De la atención a la conexión: el camino emocional
Sentirse escuchado no solo genera una buena impresión: crea cercanía emocional. El estudio demostró que cuanto más receptivo parecía un mensaje, mayor era la sensación de cercanía que despertaba en el lector. Este vínculo emocional se construía de forma indirecta, mediado por la percepción de que el otro estaba realmente atento.
Esta cadena de efectos —del emoji a la respuesta, de la respuesta a la cercanía— se confirmó mediante análisis de mediación estadística. Los mensajes con emojis no aumentaban por sí mismos la cercanía ni la simpatía, pero sí lo hacían al provocar una mayor percepción de receptividad.
Es decir, el emoji no hace "caer bien" a quien lo usa automáticamente, pero ayuda a que el receptor lo sienta más presente, y eso sí impacta en la relación.
La relación se fortalece no por el ícono en sí, sino por lo que transmite: atención, intención y afecto. Es un fenómeno similar al que ocurre en persona cuando alguien asiente mientras hablamos, mantiene el contacto visual o sonríe. Los emojis reproducen parte de ese lenguaje no verbal y lo llevan al terreno digital.
¿Emoji de cara o de objeto? No importa tanto como crees
Una de las preguntas del estudio fue si los emojis con rostros eran más efectivos que los que no los tienen. Las caritas, después de todo, imitan expresiones humanas: alegría, tristeza, enojo, ternura. En cambio, los símbolos o íconos como estrellas, fuegos o pasteles son más abstractos o decorativos.
Sin embargo, los resultados mostraron que ambos tipos de emojis tuvieron efectos similares. No hubo diferencias significativas entre los efectos de los emojis faciales y los no faciales en la percepción de respuesta, cercanía o satisfacción. Esto sugiere que lo importante no es tanto qué emoji se usa, sino que se use alguno que encaje con el mensaje.
Este dato aporta un mensaje tranquilizador: no necesitas elegir el emoji perfecto.
Lo fundamental es que esté alineado con el tono del mensaje, que sea coherente emocionalmente. Incluso un ícono sencillo puede transmitir cuidado, empatía o entusiasmo si se coloca en el momento adecuado.

Pequeños gestos, grandes conexiones
Uno de los aspectos más interesantes del estudio es lo fácil que resulta aplicar sus conclusiones. Enviar un emoji requiere apenas un toque.
No hace falta redactar un gran mensaje ni dedicar horas a mantener una amistad digital. A veces, ese pequeño gesto basta para que el otro sienta que lo estás escuchando y que estás emocionalmente disponible.
La investigación también encontró que factores como edad, género o frecuencia de uso de emojis no modificaban los resultados. Es decir, tanto si los usas a diario como si lo haces con moderación, el efecto positivo se mantiene. Del mismo modo, no importa si tienes 25 o 50 años: los emojis funcionan como puentes emocionales para todos.
En un mundo hiperconectado, donde muchas relaciones se mantienen por pantalla, los pequeños gestos cuentan más que nunca. Este estudio nos recuerda que una carita sonriente, un corazón o una llama de celebración no son meros adornos: pueden ser la diferencia entre un mensaje frío y uno que hace sentir cerca, escuchado y valorado.
Referencias
- Huh, E. (2025). The impact of emojis on perceived responsiveness and relationship satisfaction in text messaging. PloS one, 20 (7), e0326189. doi: 10.1371/journal.pone.0326189