Reproducción bajo cero: cómo evita el pingüino emperador que sus huevos se congelen

En pleno invierno antártico, los pingüinos emperador crían en temperaturas extremas. En condiciones que congelarían a la mayoría de los animales, ellos asumen el desafío de reproducirse en esta estación.
Reproducción bajo cero, cómo evita el pingüino emperador que sus huevos se congelen
Solo el pingüino emperador se atreve a criar en pleno invierno antártico. Ilustración artística: Sora / Edgary R.

Por si la vida no es lo bastante dura bajo el helador clima de la Antártida, los pingüinos emperador tienen que reproducirse en pleno invierno y no les queda más remedio que proteger sus huevos de la nieve y las ventiscas.

"Son increíblemente resilientes. Es asombroso cómo consiguen sobrevivir y reproducirse”.

En uno de los entornos más hostiles del planeta, donde las temperaturas descienden por debajo de los –40 °C y los vientos soplan con fuerza huracanada, el pingüino emperador (Aptenodytes forsteri) ha desarrollado una de las estrategias reproductivas más extremas del reino animal. No se trata de una elección arbitraria, sino de una compleja adaptación evolutiva que maximiza las oportunidades de los polluelos.

Criar bajo cero requiere un conjunto extraordinario de adaptaciones físicas, conductuales y sociales. En este desafío colectivo, la cooperación se convierte en clave: cada detalle cuenta para resistir el frío extremo y proteger la vida que late, apenas perceptible, bajo una capa de plumas.

pingüino emperador
Mientras el viento azota, los padres forman colonias que comparten el calor corporal. Ilustración artística: Sora / ERR.

Criar en el hielo: una estrategia que desafía la lógica

El emperador es el único pingüino que se atreve a criar en invierno, algo que hacen en grandes colonias de varios miles de ejemplares. Las hembras se lanzan al mar durante meses para alimentarse de peces y recuperarse después de haber puesto un gran huevo cada una.

Los machos se quedan en tierra e incuban al futuro polluelo, mientras la bajan las temperaturas.

La razón de elegir el invierno para reproducirse tiene que ver con las duras constricciones del clima. Cuando varios miles de polluelos salen de sus huevos en una colonia de pingüinos, requieren toneladas de peces, calamares y camarones para alimentarse.

Y resulta que esas presas solo están disponibles en primavera, cuando los vastos hielos que separan al emperador de la orilla del mar se derriten, se resquebrajan y se separan.

Un huevo, una bolsa de piel y temperaturas bajo cero

Como incubar un huevo precisa cuatro meses, “eso implica que deben empezar en invierno, para que eclosione al mismo tiempo que está a su alcance la máxima cantidad de recursos nutritivos”, señala Philip Trathan, del British Antarctic Survey.

“Si los pingüinos tuvieran que atravesar 200 kilómetros de hielo cada vez que van a pescar, no tendrían tiempo de hacerlo”, comenta Trathan.

Cargados con la responsabilidad de proteger a su progenie de las inclemencias del tiempo, los machos del pingüino emperador han evolucionado para que sus cuerpos sean casi como bolsas de agua caliente.

Padres extremos: cómo los pingüinos emperador protegen sus huevos

Para empezar, están cubiertos por completo por una densa capa de plumas de varios centímetros de grosor, que funciona como aislante.

Como muchas especies de estas aves esfenisciformes, están equipados con una solapa de piel desnuda en el abdomen, llamada bolsa de cría, que protege al huevo.

El ave levanta el huevo con maestría con las patas, lo coloca sobre ese pedazo de piel desnuda y, luego, lo cubre con el plumaje de su vientre para aislarlo del gélido mundo exterior.

El huevo se mantiene caliente gracias a que está en contacto directo con la piel y los vasos sanguíneos superficiales de su padre, tal y como indica Dominic McCafferty, ecólogo en la Universidad de Glasgow (Escocia).

Por otra parte, “esa zona de la piel del pingüino posee gran cantidad de neuronas sensitivas que registran la temperatura”, añade McCafferty.

Eso facilita que el padre esté al tanto de las necesidades de su futuro polluelo y sea capaz de cubrirlo un poco más cuando note que se está quedando frío. La clave de todo está en que el animal adulto mantenga su propio aislamiento, para su bien y el de su hijo.

pingüino emperador
El macho incuba el huevo sobre sus patas, cubriéndolo con una solapa de piel y plumas. Ilustración artística: Sora / ERR.

Postura de mecedora: el truco para no congelarse los pies

“Una de las adaptaciones del emperador es su habilidad para conservar el calor corporal”, apunta Michelle LeRue, investigadora de la Universidad de Canterbury (Nueva Zelanda) especializada en dinámicas poblacionales de las especies antárticas.

Para ello, es importante que tengan el menor contacto posible con el hielo. El truco para conseguirlo es no posar las patas en el gélido suelo, cosa que logran apoyándose solo en los talones y manteniendo el equilibrio con la punta de la cola.

“Gracias a esa especie de trípode, lo único que toca la tierra helada son los talones y la cola, algo de verdad sorprendente”, comenta LeRue.

“¡Tienen el aspecto de estar en una mecedora!”, bromea. Adoptan esta postura durante los meses que dura la temporada fría. “Son increíblemente resilientes. Es asombroso cómo los pingüimos consiguen sobrevivir y reproducirse”, apostilla la científica.

Adaptaciones fisiológicas al frío extremo

Sobrevivir durante semanas a temperaturas que pueden descender por debajo de los -40 °C sin ingerir alimento requiere algo más que valor: exige un cuerpo extraordinariamente adaptado. Y eso es precisamente lo que tiene el pingüino emperador. Durante el largo periodo de incubación, los machos permanecen en tierra firme sin comer, resistiendo las ventiscas polares mientras protegen el huevo. Para lograrlo, su metabolismo entra en una fase de eficiencia extrema.

Uno de los principales mecanismos de adaptación es la reducción controlada del ritmo metabólico. Estudios han revelado que, en reposo, pueden disminuir su frecuencia cardíaca, lo cual reduce el consumo de oxígeno y energía.

Al mismo tiempo, mantienen su temperatura corporal en torno a los 37,5 °C, pero con una distribución térmica estratégica: conservan el calor en el núcleo y permiten que las extremidades se enfríen ligeramente para minimizar la pérdida de calor al ambiente.

Su cuerpo, además, está preparado para funcionar casi exclusivamente con reservas de grasa durante este ayuno prolongado, que puede durar entre 60 y 120 días. Estas reservas no solo les proporcionan energía, sino también agua metabólica —es decir, el agua producida internamente al descomponer las grasas—, lo cual es vital cuando no tienen acceso a fuentes externas. Gracias a este conjunto de adaptaciones, los machos pueden mantener al embrión caliente sin moverse ni alimentarse, cumpliendo una de las gestas más asombrosas del reino animal.

Todo este esfuerzo tiene sentido: en primavera, llega el alimento y con él, la vida.
Todo este esfuerzo tiene sentido: en primavera, llega el alimento y con él, la vida. Ilustración artística: Sora / ERR

Cooperación térmica: el rol de la colonia en la supervivencia

En el corazón de la noche antártica, donde el viento puede alcanzar los 200 km/h y la sensación térmica desciende hasta los -60 °C, los pingüinos emperador no sobreviven solos. Su éxito reproductivo en estas condiciones extremas se debe, en buena parte, a una estrategia colectiva: la cooperación térmica mediante el agrupamiento denso, o huddling.

Durante el huddling, los machos incubadores se agrupan con los cuerpos tan juntos que apenas circula el aire entre ellos. Esta proximidad permite reducir la pérdida de calor y mantener una temperatura interna de grupo, incluso cuando en el exterior la temperatura es decenas de grados menor. Lo más fascinante es que la agrupación no permanece estática: los individuos se mueven lentamente en ondas que permiten que cada pingüino rote de la periferia —donde el frío es extremo— hacia el centro cálido, y viceversa.

Este sistema de rotación no responde a un liderazgo ni a turnos preestablecidos, sino a un mecanismo espontáneo y coordinado, como si toda la colonia respirara al unísono. Gracias a esta conducta cooperativa, cada individuo puede minimizar el tiempo de exposición directa al frío sin que nadie quede relegado.

Se trata de una estrategia única en el reino animal, donde el instinto de grupo se convierte en una herramienta vital de supervivencia. Sin esta solidaridad térmica, incubar en las condiciones más duras del planeta sería una hazaña imposible.

Referencias

  • Wright, A. K., Ponganis, K. V., McDonald, B. I., & Ponganis, P. J. (2014). Heart rates of emperor penguins diving at sea: implications for oxygen store management. Marine Ecology Progress Series496, 85-98. doi: 10.3354/meps10592

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