¿Cómo llegó Picasso a ser el principal sospechoso del robo de la Gioconda?

El 22 de agosto de 1911, el Museo del Louvre abrió sus puertas con un hecho que cambiaría la historia: 'La Gioconda' había desaparecido. Poco después, Pablo Picasso se convertiría en uno de los principales sospechosos del robo.
¿Cómo llegó Picasso a ser el principal sospechoso del robo de la Gioconda?

El 21 de agosto de 1911 cayó en lunes y, como cada inicio de semana, el Museo del Louvre cerraba sus puertas al público general, reduciendo su número de empleados al mínimo. Nadie se esperaba lo que estaba por ocurrir y que se desvelaría a la mañana siguiente: en el lugar donde habitualmente se encontraba ‘La Gioconda’ sólo quedaba el hueco vacío. La obra de Leonardo da Vinci había desaparecido sin dejar rastro.

Muy pronto, el robó de ‘La Mona Lisa’ ocupó los titulares de periódicos de todo el mundo. La sociedad estaba conmocionada. El Louvre permaneció una semana cerrado, con el fin de facilitar la investigación. Para cuando abrió sus puertas, los visitantes se agolpaban sólo para ver el espacio vacío que había dejado la obra. La publicidad aprovechaba el tirón y reproducía la pintura hasta la saciedad. Sin duda aquel escándalo contribuiría a convertir ‘La Gioconda” de una obra de arte sin mucha trayectoria al icono universal que hoy conocemos. Durante los dos años que estuvo desaparecida, no había persona que no se preguntara: “¿Qué ha sido de ‘La Mona Lisa’?”.

Personas alrededor de la Gioconda a su vuelta al Louvre, el 4 de enero de 1914. Foto: Roger Viollet/Getty

Picasso en el centro de mira

No había pasado mucho tiempo cuando las investigaciones policiales apuntaron a dos posibles sospechosos: Pablo Picasso y Guillaume Apollinaire. Por aquel entonces, pintor y poeta aún eran jóvenes artistas bohemios que trataban de abrirse paso en la ferviente esfera artística del París de principios del siglo XX. Ambos serían detenidos e interrogados por la policía, pues por su discurso se sabía que defendían las radicales propuestas recogidas en ‘El Manifiesto Futurista” de Tomasso Marinetti. Este famoso manifiesto, fundamental para el nacimiento de las vanguardias europeas, recogía en uno de sus puntos la necesidad de la quema y destrucción de Museos y Academias, así como de las obras que habitaban en ellas con el fin de dejar paso al nuevo arte. Sin embargo, las acusaciones a Picasso y Apollinaire no se fundamentaron en sus ideas revolucionarias y poco convencionales: al parecer ambos estaban relacionados con un hurto semejante en el Museo del Louvre.

Cuatro años antes del robo de ‘La Gioconda’, el belga Joseph Géry Pieret, quien había sido secretario del propio Apollinaire, se había aprovechado de la escasa seguridad del Museo para hacerse con un par de estatuillas íberas, que estaban en exposición. Al parecer, en aquel momento Picasso se encontraba pintando ‘Las señoritas de Avignon', una obra fuertemente influenciada por el arte primitivo y de culturas no europeas que supondría el germen del cubismo. Fascinado por las piezas, no dudó en comprar ambos ejemplares. Gracias a la intermediación de Apollinaire, pudo hacerse con las esculturas por apenas 50 francos que pagó sin pensarlo dos veces pese a conocer perfectamente su ilícita procedencia.

Según el historiador del arte Noah Charney, tras el robo de ‘La Mona Lisa’, Pieret decidió escribir a un periódico francés para jactarse de sus hazañas y mostrar públicamente su intención de robar ‘La Gioconda’, hecho que no había llegado a consumar porque alguien se había adelantado a sus intenciones. La noticia encendió las alarmas de ambos artistas quienes, según cuenta Fernande Olivier, la que en aquel momento era la pareja sentimental de Picasso, tenían tanto miedo de ser deportados que se plantearon deshacerse de las obras tirándolas al Sena. Finalmente Apollinaire trataría de devolverlas, lanzando sin darse cuenta un hilo del que la policía tiró, convirtiéndose en sospechoso directo del robo y llegando a ser encarcelado poco más tarde. No tardaría en dar el nombre de su compañero y receptor de las obras, quién, preso del pánico, llegó a negar conocer al poeta, que por aquel entonces era uno de sus amigos más cercanos. Ambos eran partícipes de este hurto pero, desde luego, no existía prueba alguna que les relacionase con el robo de ‘La Mona Lisa’.

En este punto, la fascinante historia de la detección de los artistas se torna confusa. Las fuentes no parecen encontrar el punto común, pero lo que sí sabemos con certeza es que tanto el poeta como el pintor lograron librarse de los cargos y proseguir con su trayectoria artística que, ciertamente, fue brillante. Por su parte, la policía, viendo que su teoría se caía por su propio peso, tuvo que ampliar la búsqueda a otros francos.

La verdad detrás del robo

No se sabría la verdad tras el robo hasta dos años después cuando, cansado de tener la obra oculta en un armario de su casa, el autor de los hechos decidió personarse en la Galleria degli Uffizi, en Florencia, para tratar de venderla a su director. Se trataba de Vicenzo Peruggia, un italiano que había trabajado en el Louvre y que, conociendo al dedillo las instalaciones del museo y su escasa seguridad, había entrado a plena luz del día vestido como un trabajador del mantenimiento. Una vez separada del marco, le resultó sorprendentemente sencillo ocultar la pintura bajo su propia ropa y salir del lugar sin ser visto.

Pero, ¿qué pretendía este pintor aficionado robando la obra? Pues al parecer, Peruggia estaba convencido de que la pintura había sido robada por Napoléon, por lo que legítimamente pertenecía a Italia, país en el que fue pintada. Todo parece indicar que su intención final no era otra que devolver ‘La Mona Lisa' a donde verdaderamente pertenecía. Desde luego desconocía que fue el propio Da Vinci quien en su momento trasladó la pintura a Francia, fruto del mecenazgo del rey Francisco I, quién la adquirió poco más tarde.

Sea como fuere, una vez atrapado el ladrón se confirmó una verdad ya sabida: Picasso nada tenía que ver con el famoso robo de ‘La Gioconda’. Eso sí, su ‘affaire’ con las esculturas íberas le regalaría el dudoso honor de ser el principal sospechoso del robo artístico más famoso de todos los tiempos.

Referencias:

  • Charney, N. 2014. Pablo Picasso, art thief: the “affaire des statuettes” and its role in the foundation of modernist painting.
  • Shank, I. 2017. When Picasso when on trial for stealing the Mona Lisa. artsy.net

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