Conocido por los egipcios como Uadi el-Melikat, topónimo que puede traducirse de varias maneras, el nombre sin embargo lo recibió de Champollion. Los egipcios lo llamaban antiguamente ta-set-neferu, que puede traducirse como “el lugar de los hijos del faraón”, refiriéndose claramente a las tumbas de los príncipes reales.
Se trata de una necrópolis poco conocida con más de 90 tumbas, situada al sur de la montaña tebana, un lugar en el que apenas hoy en día podemos ver turistas, que prefieren adentrarse en el famoso Valle de los Reyes. A partir de la Dinastía XVIII, este lugar cobrará especial relevancia, ya que fue elegido para enterrar a los primeros príncipes y princesas de sangre real junto a personajes ilustres de la corte. Con Ramsés II, el lugar fue escogido para inhumar a las esposas que tenían título real. Se trata de un lugar privilegiado y sagrado; su topografía presenta en el fondo del valle una cascada en el interior de una cueva cuya forma se asemeja y representaría el vientre o útero de la Vaca Celestial, una de las formas de la diosa Hathor, de la cual brotaban las aguas que anunciaban la resurrección de los difuntos.

En el valle podemos encontrar dos tipos de tumbas bien diferentes: las primeras, pertenecientes a la Dinastía XVIII, que se corresponden con 60 hipogeos construidos con forma de pozo funerario, y las segundas, que serían las grandes tumbas de las dinastías XIX y XX, y que presentan monumentales complejos funerarios cuyos modelos son muy similares a las tumbas reales del vecino Valle de los Reyes (con auténticos aposentos funerarios). A partir de la Dinastía XIX, con la inhumación de Sat- Ra, esposa real de Ramsés I y madre de Seti I, empezó a hospedar los restos mortales de las esposas de los faraones.
Después, en el período ramésida, sufrió continuos saqueos de ladrones de tumbas, como prueban numerosos papiros judiciales de la época. A partir del Tercer Período Intermedio, esta necrópolis pasó a ser lugar de enterramiento de personajes Bajo estas líneas, podemos observar la disposición de muchos emplazamientos clave en Tebas Occidental, en Dehir el-Bahari. En la parte superior, el Valle de los Reyes; a la izquierda del mapa, el Valle de las Reinas. Cerca de este último, el pueblo de los obreros. sin sangre real, y poco a poco se convirtió en un cementerio popular. En época copta, hacia el siglo IV, se quemaron y saquearon numerosas tumbas y se fundó en el lugar el monasterio de Deir Rumi, cuyas ruinas son aún visibles.
Superando las barreras de la geografía local
Muchas de las tumbas reales que fueron construidas en él sufrieron en la antigüedad numerosos problemas estructurales, relacionados con las características geológicas del lugar. Los artesanos que construían tumbas hace 3.500 años ya se dieron cuenta de que tenían que trabajar sobre una clase de roca que no era buena y les obligaba a recurrir a técnicas especiales como, por ejemplo, el uso masivo de muna, que era un yeso especial con el cual se cubrían todas las paredes y techos de la tumba, disimulándose de esta manera las imperfecciones de la roca.
Algunas veces el terreno excavado era tan malo que había que abandonar el trabajo y empezar de nuevo en un lugar más apropiado, lo que explica el gran número de tumbas inacabadas que existen en el valle. De igual forma, se han detectado señales de que hubo un período de lluvias torrenciales que tuvo efectos devastadores en algunas tumbas.

La contribución de Champollion para la descodificación del Valle
El lugar quedó olvidado durante 1.500 años hasta que lo redescubrieron los primeros exploradores del siglo XIX. El primero en visitarlo fue Robert Hay en 1826, y solo dos años después John Gardner Wilkinson realizó la primera clasificación de las tumbas. Fue entonces cuando Jean-François Champollion le dio el nombre de Valle de las Reinas.
Las investigaciones en profundidad del valle comenzarían a principios del siglo XX, cuando el Museo Egipcio de Turín envió a un equipo de arqueólogos dirigidos por Ernesto Schiaparelli, director de dicho museo, que trabajó en el lugar entre 1903 y 1906. A este arqueólogo le debemos los descubrimientos más importantes del valle, tales como las tumbas de los hijos de Ramsés III: Setherjopshef, Jaemuaset y Amonherpshef; aunque su descubrimiento más sorprendente fue sin duda la tumba de Nefertari, la gran esposa real de Ramsés II.