Tenemos miedo a lo desconocido. Esta es una realidad que acompaña al ser humano desde siempre, lo que, unido a nuestra prolífica imaginación, ha generado multitud de seres extraños y monstruos que, conforme hemos ido descubriendo el mundo, los hemos situado cada vez más lejos. Los griegos y los romanos escribieron sobre amazonas, sirenas y hombres con cabeza de perro que creían que habitaban los confines del mundo que ellos conocían, allá por el lejano este. En la Edad Moderna, los primeros europeos que viajaron al Nuevo Mundo creían que se encontrarían con estas bestias.

¿América o Asia?
Partimos de una idea importante para comprender el contexto de lo ocurrido a finales del siglo XV: América se descubrió por casualidad en el proyecto iniciado por Cristóbal Colón para encontrar una ruta hacia las islas de las especias navegando hacia el oeste, en vez de por el Mediterráneo (bajo control otomano) o bordeando África (bajo control portugués). Por tanto, según los cálculos del navegante genovés, llegaría al extremo oriental de Asia, a territorios como Japón, China o la India. De hecho, los Reyes Católicos le entregaron una carta para el Gran Kan, el soberano mongol. Es más: Colón murió sin saber que había descubierto un nuevo continente.
El almirante creyó que encontraría por allí alguno de los animales más grandes del mundo, aquellos que viven en la India como el elefante, el rinoceronte o el tigre. Por ello se mostró un poco desilusionado al escribir: “ninguna bestia de ninguna manera vide, salvo papagayos en esta isla”. Y peor que las bestias reales era el miedo a las imaginadas o legendarias. Claro que sabemos que eran legendarios hoy.
“Hubo de existir por fuerza una atmósfera de tensión entre aquellos hombres inexpertos y asustados, que esperaban ver salir de improviso de los manglares una feroz alimaña de las reseñadas por los historiadores de la Antigüedad”.

Grifos, cíclopes y caníbales
En alguna ocasión un grupo de exploradores huyó al ver lo que creyeron que eran huellas de grifo. Colón y sus hombres también esperaban encontrar a los esciápodos, gente que solo tenía una pierna y un pie tan grande que cuando hacía calor se tumbaban y se daban sombra con su propio pie. O los blemios, un pueblo sin cuello ni cabeza, que tenían los ojos y la boca en el pecho. Los ástomos no tenían boca y comían por la nariz. Los pandas, que nacían con el pelo canoso y se les volvía negro una vez que envejecían. Y es que hay que tener en cuenta que “con el descubrimiento de América se produce lo que Miguel Rojas Mix explica como un enorme desplazamiento de lo fantástico medieval, un resurgimiento del fantástico clásico e incluso un fantástico originario”. Solo que ahora se situaba en la nueva frontera del mundo conocido por los europeos.
Juan Gil fue catedrático de Filología Latina en la Universidad de Sevilla y dedicó un amplio estudio a analizar los “Mitos y utopías del Descubrimiento”. En su obra desgrana los seres extraños que Cristóbal Colón anotó en su diario, bien porque le hablaron de ellos, bien porque él mismo añadió exageraciones y prejuicios a pueblos con los que no tuvo mucho contacto. Por ejemplo, cíclopes y cinocéfalos antropófagos. El 4 de noviembre de 1492, Colón escribió sobre “honbres de un ojo e otros con hoçicos de perro que comían los honbres”. De estos caribes y la consideración de Colón nos viene el término “caníbales”, asociados a esos seres con cabeza de perro, de ahí la transformación del término usan “can”. La existencia de una isla habitada solo por mujeres que matan a los que nacen varón y son fieras guerreras es un mito recurrente en la historia europea y su ubicación se ha ido desplazando también al son de las tierras aún por conocer. Colón situó a las amazonas en una isla llamada Matininó.

Hijos de su tiempo
Al repertorio de rarezas se unen los hombres con cola, las sirenas, los siameses y los cronistas del Nuevo Mundo dedicaron mucha atención a los gigantes. Fernández de Oviedo contó que los cristianos llamaban patagones a los gigantes que habitaban en América del sur, motivo por el que hoy conocemos como Patagonia a una región geográfica del cono sur americano. Con todo, no se debe caer en el error de tomar este asunto como propio de una cultura más atrasada o excesivamente supersticiosa. Tal y como apunta de manera acertada María Alejandra Flores en un estudio sobre “Los monstruos del nuevo mundo”:
“Existían grandes dificultades para los españoles del siglo XVI para valorar y describir un territorio extraño. Sus mentes y su imaginación estaban condicionadas de antemano, de tal manera que veían lo que esperaban ver, e ignoraban o rechazaban aquellos aspectos de la vida de los territorios para los que no estaban preparados”.

Referencias:
Flores de la Flor, M. A. 2011. Los monstruos del nuevo mundo. Ubi Sunt? 26, 40-48. ISSN 1139-4250.
Gil, J. 2017. Mitos y utopías del descubrimiento 1: Colón y su tiempo. Athenaica.