¿Quiénes fueron los pueblos del mar?

“Vinieron en sus barcos de guerra y nadie pudo hacerles frente”, reza una inscripción del siglo XII a. C. encontrada en la ciudad egipcia de Tanis. Tras acabar con casi todas las civilizaciones del Mediterráneo, se fueron a por el Egipto de Ramsés III.
Obelisco

En el segundo milenio antes de nuestra era y durante casi un siglo, un grupo de guerreros llegados del mar llenaron de desolación y muerte el Mediterráneo. La resistencia fue en vano y las grandes potencias de la época, hititas, micénicos, cananeos y chipriotas, fueron cayendo uno tras otro. “Ninguna tierra fue capaz de resistir frente a sus armas... Devastaron a sus gentes y su tierra que- dó como la que no ha llegado a existir... Pusieron la mano sobre las tierras del circuito entero de la Tierra, con el corazón seguro y confiado”. Así podemos leer en las paredes del templo funerario de Ramsés III en Medinat Habu. Arrasaron el Imperio hitita y destruyeron y saquearon su capital, Hattusa. También atacaron Siria y Canaán, donde muchas ciudades fueron incendiadas, así como Chipre y su capital, que también fue esquilmada.

Se sabe muy poco de aquellos violentos hombres y mucho menos de su tradición o cultura. Los seis grupos que los componían no dejaron ninguna inscripción propia, y la poca información que tenemos proviene de las civilizaciones que lucharon contra ellos, sobre todo, de los antiguos egipcios.

Fue el egiptólogo Emmanuel de Rougé, en 1855, quién utilizó el término pueblos del mar para designar a un conjunto de tribus que aparecían representadas en un relieve de la era de Ramsés III, fechado a finales del Imperio Nuevo –entre 1184 y 1153 a. C.–, en Medinat Habu. Posteriormente, el egiptólogo Gaston Maspero, a partir de la teoría de De Rougé, concluyó que eran “los componentes de una gran migración que viajó desde el mar Egeo al Mediterráneo oriental”.

Obelisco. Templo de Biblos. Créditos: Creative Commons - Creative Commons

Muchas son las hipótesis sobre sus orígenes. Algunos los consideran pueblos itálicos o centroeuropeos, y han llegado a rastrear a uno de ellos, los shekeleshs, hasta Sicilia.

Otras investigadores dicen que procedían del Atlántico, del mar del Norte y de las costas del Báltico, o que eran de origen semítico, quizá cananeos. Según esta teoría, fundamentada en la afinidad lingüística, cinco de las doce tribus de Israel eran descendientes de los pueblos del mar: los filisteos de los pelesets, la de Aser de weshesh, la de Dan de los denyens, la de Issacar de los shekeleshs y la de Manasse de los thekkers. También hay quienes creen que eran griegos emigrados, llamados eqwesh por los aqueos, aunque otros piensan que bien podrían ser los que los hititas llamaban ahhiyawa. En esta última hipótesis, los pueblos del mar estarían formados por micénicos. Pero aún hay más. Otra dice que dos de los ellos, los thekkers y los pelesets tenían tradiciones que claramente podrían vincularse a Creta. Los thekkers habrían dejado la isla para establecerse en la región de Anatolia, en Turquía. Y, por supuesto, hay quienes hablan de troyanos, etruscos e, incluso, minoicos.

En cualquier caso, su origen es tan enigmático como los motivos que los llevaron a asolar a sangre y fuego el Mediterráneo oriental. Algunos historiadores sugieren que la causa de sus migraciones fueron las hambrunas o los desastres naturales en sus lugares de origen. Fueran cuales fueran, y habiendo acabado con casi todas las civilizaciones del Mediterráneo, a mediados del siglo XII a. C. el único objetivo que les quedaba era conquistar el Egipto de Ramsés III.

Según los grabados hallados en el templo mortuorio de Medinat Habu, la encarnizada batalla tuvo lugar en algún lugar al norte de la capital Pi-Ramsés, actual Qantir. En el Nilo, los soldados egipcios pertrechados con jabalinas, arcos y espadas atacaron al enemigo desde la cubierta de sus navíos, diezmándolos poco a poco y obligándoles a dirigirse a la costa, donde los arqueros, apostados en las orillas, les esperaban para acabar con ellos. La victoria lograda en la batalla del Delta (1177 a. C.), la primera batalla naval registrada de la historia, se considera la derrota decisiva de los pueblos del mar. Pero Egipto no volvió a ser lo era. La victoria marcó el comienzo de su decadencia y con el caería el último de los grandes imperios antiguos.

Los pueblos del mar desaparecieron de la historia, dejando una estela de misterio que aún perdura en la actualidad. “Su corazón y su alma están consumidos por toda la eternidad”, reza uno de los textos en las paredes del templo funerario de Ramsés III.

Este artículo fue originalmente publicado en una edición impresa de Muy Interesante.

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