Joyas del mundo íbero: la Dama de Baza

Gracias a la investigación y a las nuevas tecnologías, son cada vez más sorprendentes las historias que nos cuentan las escasas esculturas y restos arqueológicos que se han rescatado del mundo íbero, como La Dama de Baza o la Dama de Elche, entre otras.
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En julio de 2021 hará medio siglo que una de las esculturas más sobresalientes del mundo íbero está con nosotros: la Dama de Baza. Gracias a ella hemos podido descubrir el papel de las aristócratas, divinizadas al morir para cohesionar al grupo o a la etnia a la que pertenecían.

Que las culturas íberas eran sociedades jerarquizadas y aristocráticas no puede ponerse en duda. Pero esa aristocracia no se mostraba en el ámbito de la vida, donde los pocos palacios conocidos no dejan de ser casas algo más grandes que el resto y, desde luego, no tienen carácter monumental ni elementos decorativos, como en otras culturas mediterráneas.

El mundo de la muerte sí que expresa mucho mejor esas diferencias sociales, no sólo la especialización en el trabajo (metalurgos o alfareros), sino diferencias en el papel de género (hombre, mujer, niños) y de estatus social, empezando por el hecho de que no todos tenían derecho a ser enterrados.

Sin embargo, estudiar para conocerlo es complejo porque en el mundo íbero ni las costumbres ni los ritos están normalizados, por lo que cambiaban con facilidad de un lugar a otro y de una época a otra.

Al no ser tan rígida, la cultura íbera era muy permeable a otras culturas mediterráneas como los fenicios, griegos, cartagineses y romanos. Y toda esa rica variedad y complejidad se refleja muy bien en las tumbas, de donde hasta ahora hemos tomado una parte importante de cómo era la sociedad. Pues el mundo de la muerte refleja, como pocos, la imagen ideal de lo que es la vida. Es en este ámbito donde se han encontrado algunas de las imágenes más simbólicas del mundo íbero.

Una dama inalterada por el tiempo: la Dama de Baza

De las grandes figuras de esculturas femeninas de grandes dimensiones de época prerromana en la península ibérica, la de la Dama de Baza es la más importante, no por su valor estético superado posiblemente por otras como la de Elche, sino por haber sido la única que se ha encontrado en su contexto inalterado por el tiempo.

Hace ahora 50 años, la excavación en la tumba 155 de la necrópolis íbera de Baza, en Granada, sacaba a la luz una figura sedente. Ricos tejidos la cubrían en colores rojos y azules, y estaba ataviada con una variada orfebrería.

La Dama de Baza, escultura íbera del siglo IV a.C. que representa a una importante mujer sentada sobre un trono alado, se encuentra expuesta en el Museo Arqueológico Nacional (MAN) Madrid. FOTO: ASC/MAN

La escultura se descubrió en una cámara funeraria casi cuadrada, de 2,40 metros de lado y casi 1,80 de profundidad, excavada en el suelo. En las cuatro esquinas, otras tantas chimeneas al pie de las cuales se encontraban ánforas pintadas con decoración geométrica. A los pies de la dama un conjunto de hierros deformados por el calor, que resultaron ser las panoplias de cuatro guerreros, compuestas por falcata, lanza y escudo (el mayor número de armas conocidas en una tumba íbera), a las que acompañaban otros objetos como unas fíbulas (imperdibles decorativos de bronce), un broche de cinturón cuadrado, decorado también en bronce, con espirales damasquinados en plata, una fusayola o contrapeso de barro para hilar, un pequeño cuboide o dado aplastado en caliza y una concha de molusco marino.

En el frontal izquierdo, se encontraban cuatro urnas, tres de ellas con tapadera, con una decoración geométrica y vegetal muy profusa y única donde resaltaban los colores azul y rojo. Y, junto al pie izquierdo, dos pequeños cuencos de barro sencillos.

Sabemos que en el interior de la escultura, en una pequeña oquedad abierta en el lateral izquierdo del trono sobre el que se sienta, se guardaron los restos incinerados de una mujer de unos 20-30 años de edad.

Objetos encontrados en la cámara funeraria de la Dama de Baza, expuesta en el Museo Arqueológico Nacional (MAN), en Madrid. FOTO: ASC/MAN

La primera pregunta, para quien admira la escultura por primera vez, es a quién representa esta escultura. Algunos investigadores siguen insistiendo en que se trata de una divinidad femenina inspirada en modelos mediterráneos, como la fenicia Astarté o la griega Deméter, pero el mundo íbero no representa a sus divinidades con rostro humano, pues sus dioses son los elementos de la naturaleza; no hay un panteón íbero, al menos hasta que entran en contacto con los cartagineses en el siglo III a.C., o con los romanos medio siglo más tarde.

A pesar de ello, la actitud hierárquica con la que se la representa -al igual que las otras figuras femeninas conocidas- la aleja de figuras mundanas de mujeres.

A la izquierda, Gran Dama Oferente, a la derecha, Dama Íbera Sedente; ambas en piedra caliza. Procedentes del Santuario del Cerro de los Santos y expuestas en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. FOTO: ASC/MAN

En esta dicotomía, diosas o humanas, hay una tercera opción, la figura del héroe. Una imagen intermedia entre el ser humano y la divinidad, como Heracles, Aquiles y otros personajes de la Antigüedad.

Cuando una persona importante de una sociedad muere, de alguna manera se dignifica como si fuera un dios. Sin duda, estas figuras representan a mujeres concretas pero de un alto estatus social, aristócratas o personajes principales, que ven reflejado en el ajuar funerario la definición de su poder y que, a través de la muerte, se proyecta al más allá.

Que la persona enterrada en las entrañas de la estatua era una joven mujer, no solo lo sabemos por el estudio de los huesos sino por un pequeño objeto de barro, la fusayola. Esta pieza, relacionada con el tejido, asocia a la mujer a su ámbito doméstico, y con la tejedora de la casa, que aglutina las labores de gestión del hogar, como Penélope en la Odisea. Elementos que encontramos también en muchas tumbas aristocráticas contemporáneas, tanto en el Mediterráneo como en Europa Continental.

Fusayola íbera encontrada en la tumba de la Dama de Baza. MAN. FOTO: ASC

También sabemos que es una mujer por la concha marina que puede haber utilizado para colocar las pinturas para maquillarse, tal y como sabemos que sucede en las comunidades griegas e indígenas de la Italia prerromana.

Por eso, sabemos que las mujeres jugaban un papel importante en el mundo íbero, posiblemente eran las gestoras de las unidades domésticas y las que detentaban las líneas de consanguinidad. Es decir, que sería la línea maternofilial la importante en la descendencia.

Así mismo, es posible que asumieran papeles de gestión social preponderantes, como demuestra el que un ritual como la monomaquia se realizara en su honor durante los fastos fúnebres.

Tumbas íberas: un contenedor específico para cada grupo social

La tumba donde se introdujo la estatua de la Dama pertenece al tipo de tumbas de mayor porte de esta necrópolis. En ella ha sido posible observar varios tipos de tumbas.

Uno primero, de urnas cinerarias introducidas en una fosa que pueden encontrarse revestidas de diferentes materiales . Otro segundo, de pequeñas cámaras con más de un incinerado en su interior y que presentan un pasillo o dromos de acceso. Y otro tercero, de grandes cámaras revestidas de adobe y yeso pintado, con dromos y un vestíbulo o pórtico tras aquel.

Vista de la cámara funeraria cuadrada de la tumba número 155 de la necrópolis de Cerro Santuario donde, en 1971, se encontró la escultura ibérica de la Dama de Baza. FOTO: ASC

La tumba de la Dama pertenece al tercer tipo, aunque presenta algunas particularidades, por ejemplo: esta tumba se empleó para el enterramiento de una sola persona, al contrario que las demás grandes cámaras donde suele haber varias incineraciones. Además, se aprecia un mantenimiento constructivo, que sugiere un uso largo en el tiempo como panteón familiar.

En esta tumba solo se enterró a esta mujer y se tapió el acceso al interior de la misma, una vez depositada la estatua. Por otra parte, la estructura de la cámara tiene una particularidad constructiva ya que existen, en sus cuatros esquinas, unos lóbulos dobles excavados sobre el terreno natural que, a partir del conocimiento de otras tumbas de las necrópolis de Basti, sabemos que sirvieron para introducir unos pies de madera verticales que sostendrían un doble tablero que formaría el techo de la cámara.

Es bastante probable que todo el conjunto fuera cubierto por un túmulo de adobes escalonados, como ha sido posible verificar en la excavación de otras tumbas similares.

El ajuar funerario de los íberos

Entre las numerosas piezas que componen los restos hallados dentro de la tumba, se reflejan varios comportamientos y cada grupo de piezas tiene un significado especial.

De hecho, esta tumba es magnífica para explicar cuatro niveles de rituales que tienen lugar durante el enterramiento.

Tenemos los objetos relacionados con el ritual general de la muerte en el mundo íbero, compuesto por una urna o contenedor (en este caso, la propia escultura) y uno o dos platos de barro.

Vasija con tapa encontrada en la tumba 155 de la necrópolis íbera de Baza en Granada. FOTO: ASC/MAN/CREDITO

Pero, además, por ser una persona de alto estatus social, tiene derecho a un ritual que indique ese estatus. Y, como se ve en otras tumbas de personajes importantes, se incorporan las ánforas con decoraciones pintadas que se depositan en las esquinas.

También las armas forman parte de este ritual de rango, pues las lanzas son privativas de las élites.

Además, tenemos objetos personales que nos explican quién es ella, cosas como la fusayola, la concha y el dado de piedra.

Finalmente, entre los restos hallados, se encuentran objetos familiares que la asocian con los antepasados, que serían las cuatro urnas pintadas emulando un lienzo que las cubre, ya que el tejido, en muchas culturas, es indicativo de una familia o un clan.

Las joyas íberas: orfebrería, simbolismo y poder

La dama iba ataviada con numerosas joyas, aunque un vistazo nos permite asegurar que el tamaño de algunas de ellas es desmesurado.

De las orejas cuelgan dos pendientes de arete que sostienen un cuerpo troncopiramidal. En el cuello, cuatro gargantillas con cuentas de formas alternantes. Y, del pecho cuelgan dos collares, el más alto con cuentas circulares y grandes lengüetas dobles, y el más bajo con tres posibles pequeños contenedores similares a los de la Dama de Elche.

La Dama de Elche (s. V-IV a.C.) fue hallada casualmente en 1897 en el yacimiento de La Alcudia, en Elche (Alicante). MAN (Madrid). FOTO: SHUTTERSTOCK

Un reciente estudio, mediante la aplicación de filtros de luz y color, ha permitido detectar que debajo de estos grandes colgantes existe aún un pequeño cordel de cuentas o nudos rojos que pasa desapercibido al haber perdido el color.

En las muñecas lleva una serie de pulseras sencillas, posiblemente imitando las de bronce características de este período. Y en los dedos lleva anillos.

Las joyas no son indicativo necesariamente de género femenino, pues los hombres llevaban frecuentemente pendientes de oro, apareciendo con cierta frecuencia en las tumbas masculinas. Pero la cantidad, superposición y deformación del tamaño de las joyas que resalta en la Dama de Baza son tres elementos que nos transportan a una filiación íbera de la figura y de parte de su iconografía, entroncada con algunos de los grandes tesoros prerromanos hallados en la península ibérica (La Aliseda, El Carambolo, Évora, Mairena del Alcor).

Diadema íbera (siglo IV a.C.) de influencia clásica griega, pieza principal del llamado Tesoro de Jávea. De oro, estructura articulada, extremos triangulares y decoración calada. Partida de la Lluca, en Jávea (Alicante). FOTO: MAN.

Los pequeños contenedores a modo de portaperfumes, nos sugieren el uso de ungüentos durante los rituales funerarios, complemento que estaba reservado, una vez más, a personajes muy especiales en los más altos grados de la escala social.

La cantidad, superposición y deformación exagerada del tamaño de las joyas son tres elementos que nos transportan a la filiación íbera de la figura de la Dama de Baza .

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