Situados en el proceso de la conquista de América, exploramos un capítulo fascinante de la historia donde los protagonistas no son únicamente los hombres, sino también los animales que desempeñaron roles fundamentales en el fragor de las batallas. David Sánchez, autor del libro "Animales de combate”, editado por Pinolia, nos invita a desentrañar el papel olvidado de estas criaturas no humanas, desde elefantes hasta diminutos insectos, que se convirtieron en valientes soldados en las luchas de la humanidad.

Una guerra animal
En los relatos del Inca Garcilaso de la Vega, se nos presenta un continente americano previo a la llegada de los europeos, habitado por tribus salvajes que vivían de escasos recursos, sin desarrollo industrial, agrícola ni explotaciones ganaderas. La intervención divina, representada por los hijos del Dios Sol, Manco Cápac y Mamá Ocllo, cambia radicalmente el destino de estas poblaciones. La enseñanza de la fe, el cultivo de la tierra y la creación de tejidos marcan el inicio de un proceso civilizatorio que culmina con la fundación de la ciudad imperial de Cuzco. Este relato, sin embargo, anticipa la tragedia que se avecina con la llegada de los colonizadores europeos.
La grandeza de las civilizaciones precolombinas, como la de los incas, mayas y aztecas, desaparece progresivamente con la llegada de los colonizadores y sus armas mortales. La conquista no solo trae enfermedades infecciosas que diezman la población indígena, sino también el uso estratégico de perros de guerra y caballos. Los relatos de Fray Bartolomé de las Casas describen cómo los mastines y galgos, entrenados para atacar y despedazar, causan pánico entre los indígenas. La batalla de la Vega Real en 1495, donde perros y caballos desempeñan un papel crucial, marca el inicio de décadas de conquista en las que estos animales se utilizan con éxito en diversas expediciones lideradas por Ponce de León, Hernán Cortés y otros conquistadores del Nuevo Mundo.
Becerrillo y su hijo Leoncico, dos de los perros de guerra de los que nos han llegado sus nombres, emergen como protagonistas en esta narrativa de conquista. Su participación en la conquista de Borinquén (Puerto Rico) les otorga un lugar destacado como soldados leales que reciben recompensas como cualquier otro miembro del ejército. Además, la introducción de animales como vacas, ovejas, mulas, burros y caballos no solo transforma la vida cotidiana de los colonizadores en términos de transporte y agricultura, sino que también refuerza su poder militar. Los caballos, en particular, se destacan como una herramienta crucial en la estrategia militar, con una caballería que mejoraba la movilidad y proporcionaba cobertura a las tropas españolas.

Animales desconocidos por los indígenas
A pesar del temor inicial de los indígenas ante estos animales desconocidos, aprenden rápidamente a enfrentarlos eficazmente, ya sea derribando a las monturas con proyectiles o buscando enfrentamientos en terrenos desfavorables para la movilidad de los caballos. La segunda mitad del siglo XVI testifica un proceso de transformación en las sociedades del nuevo mundo, ya que los indígenas adquieren habilidades para domar, montar, criar y cuidar caballos.
Este legado de animales de combate en la conquista de América es complejo y, a menudo, desgarrador. La obra de David Sánchez, con su estilo cautivador, nos sumerge en un mundo donde criaturas inesperadas se transforman en aguerridos guerreros, y los instintos más primitivos se convierten en armas mortales. En este viaje a través de la historia, somos invitados a reflexionar sobre nuestra propia humanidad y nuestra relación con el mundo natural, mientras reconocemos y honramos las historias de estos animales valientes que lucharon, sufrieron y murieron en los campos de batalla, a menudo sin recibir el reconocimiento merecido. La obra, además de ser envolvente y disfrutable, se erige como un tributo a aquellos que, a través de la historia, compartieron un vínculo inquebrantable con el ser humano en momentos de caos y terror.

“Animales de combate”, por David Sánchez
A través de su obra, Sánchez tiene el propósito es rescatar las historias de estos compañeros no humanos, honrando su coraje y sacrificio. La Primera Guerra Mundial se erige como un monumento a la utilización masiva de animales en el conflicto, con cifras que asombran: entre 8 y 11 millones de caballos, mulas y burros, junto a cerca de 200 000 palomas y 100 000 perros. Este período brutal marcó una época donde la participación de animales en operaciones militares alcanzó proporciones asombrosas, involucrando no solo a animales comunes en las guerras, sino también a elefantes, delfines, gatos e insectos, tal y como se daba con el lanzamiento estratégico de panales de abejas.
La narrativa nos sumerge en las historias de estos animales valientes y leales, pero vulnerables y ciegos ante su destino. Observamos los retos que enfrentaron y cómo adaptaron sus instintos naturales para servir a propósitos militares. A través de sus ojos, somos testigos de momentos de desesperación y heroísmo indomable, lo que culmina en un homenaje a aquellos que lucharon, sufrieron y murieron en los campos de batalla, a menudo sin recibir reconocimiento ni gratitud.
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