La resistencia británica en la Batalla de Inglaterra: nunca tantos debieron a tan pocos

En el verano de 1940 se produjo un cruento enfrentamiento entre los ejércitos de aviación alemán (Luftwaffe) y británico (RAF). A pesar del alto coste humano y material de la Batalla de Inglaterra, la derrota del bando nazi supuso un golpe moral para el devenir del conflicto
La resistencia británica en la Batalla de Inglaterra: nunca tantos debieron a tan pocos

El 18 de julio de 1940 la radio ofrecía un discurso poco optimista del primer ministro Winston Churchill: «Lo que el general Weygand llamó la Batalla de Francia, ha terminado. Creo que la Batalla de Inglaterra está a punto de comenzar». No se equivocaba, la primera batalla puramente aérea de la historia había comenzado.

Imagen de la propaganda nazi que muestra un avión tipo Messerschmitt Bf110 de la Wehrmacht alemana durante un vuelo contra Gran Bretaña en 1940. Foto: Getty.

A finales de junio de 1940 el horizonte no podía ser más oscuro para Gran Bretaña. Se había quedado sola frente a Alemania, que había conquistado Polonia, Dinamarca, Noruega, Bélgica, Holanda, Luxemburgo y ahora Francia. El ejército francés se vino rápidamente abajo ante la blitzkrieg o «Guerra relámpago» practicada por las divisiones de la Wehrmacht. Entre el 29 de mayo y el 4 de junio de ese mismo año, las fuerzas expedicionarias inglesas junto a unidades francesas, belgas y canadienses fueron evacuadas in extremis de la ratonera en la que se había convertido Dunkerque.

A los ojos de Hitler, tras la capitulación francesa el 22 de junio de 1940, a Gran Bretaña no le quedaba más opción que pactar un acuerdo que respetara su independencia pero que garantizara a Alemania el dominio total en Europa Occidental. Por ese motivo decidió no bombardear la isla inmediatamente y dar a los británicos unos días para comprender que lo que más les interesaba era coexistir con Alemania. 

Sin embargo, el nuevo primer ministro, Winston Churchill, reforzó la voluntad de los británicos en su determinación para continuar la lucha contra lo que él llamaba el «hitlerismo» en referencia al nazismo. Churchill hizo una arriesgada apuesta política al dar por hecho que la ruptura del pacto de conveniencia entre Alemania y la URSS, más conocido como Ribbentrop-Molotov, era solo cuestión de tiempo y que Estados Unidos, con una opinión pública reacia a su entrada en el conflicto, no podría permanecer neutral mucho más.

Acompañado de su inseparable puro, Winston Churchill se dispone para una alocución radiada por la BBC desde Estados Unidos en 1943. Foto: Getty.

Fuerzas desiguales

A principios de julio, Hitler se convenció de que los británicos no pensaban plegarse a los planteamientos alemanes y ordenó comenzar con los preparativos de la llamada Operación León Marino, que tenía como objetivo supremo la invasión de la isla. Para que ello fuera posible, a causa de la inferioridad naval de la Kriegsmarine, mermada en efectivos tras la invasión de Noruega, era necesario conseguir la superioridad aérea en las aguas del Canal de la Mancha y en el sur de Inglaterra. En la directiva del 16 de julio Hitler ordenaba a sus generales que la Luftwaffe debía: «destruir los buques de la Royal Navy y las defensas costeras, impedir los ataques aéreos y quebrar la resistencia inicial de las fuerzas terrestres enemigas y por último, aniquilar las reservas situadas detrás de la línea del frente».

Para alcanzar un fin tan ambicioso, el jefe de la Luftwaffe, Hermann W. Göring, no carecía de medios. Se había reunido una poderosa fuerza compuesta por 800 cazas Messerschmitt Bf 109, 300 cazas Messerschmitt Bf110 de largo alcance, 400 bombarderos Junkers Ju 87 (conocidos como Stuka) y otros 1.500 bombarderos de varios tipos (Junkers, Dornier y Heinkel). La aviación alemana sumaba el apoyo de los pilotos del Corpo Aereo Italiano enviados en septiembre de 1940 por Benito Mussolini.

Un líder de escuadrón relata un informe al jefe de la Luftwaffe, Göring, después de regresar de una incursión en Inglaterra. Foto: Getty.

En el bando británico, la Royal Air Force (RAF) disponía para hacer frente a esta fuerza enemiga de pocos aviones, tan solo unos 700, ya que habían perdido 430 aviones en los combates recientes en cielo francés contra la aviación alemana. La RAF contó fundamentalmente con el apoyo de pilotos canadienses, sudafricanos, australianos, neozelandeses y pilotos voluntarios de Checoslovaquia, Polonia y Francia. Sabemos que 2.936 pilotos de la RAF lucharon en los cielos de Inglaterra y sobre las aguas del Canal de la Mancha en minoría contra las fuerzas de la Luftwaffe, entre ellos 141 polacos, 87 checos, 24 belgas y 13 franceses. Ellos fueron los causantes de los 1.733 derribos de aviones alemanes entre el 10 de julio de 1940 y octubre de ese mismo año.

A pesar del desigual reparto de efectivos, los británicos contaban con algunas ventajas. Para empezar las factorías de Messerschmitt que fabricaban los Bf109 y Bf110 alemanes solo eran capaces de producir la mitad de aviones que las empresas Wickers y Hawker, fabricantes de los Spitfire y Hurricane. El MesserschmittBf 109 era equiparable a los cazas de la RAF por su gran velocidad, pero era menos manejable en la maniobra y en los giros que sus rivales. Además, su deficiente equipo de radio les impedía recibir órdenes y ser dirigidos desde sus bases en tierra. 

Otra ventaja para los británicos era que el plan de ataque alemán establecía que Gran Bretaña sería bombardeada desde bases situadas en Noruega, Dinamarca, Países Bajos y Francia. Esto planteaba un serio problema ya que, dada la escasa autonomía de los cazas alemanes, se limitaba mucho el tiempo en el que realmente podían escoltar a los bombarderos en sus expediciones y combatir contra los británicos. Además, si eran derribados y sobrevivían a la caída, eran hechos prisioneros y quedaban fuera de la guerra, mientras que los pilotos británicos caían en suelo propio y podían volver al combate. Por último, los británicos disponían de una tupida y avanzada red de radares que cubrían sus costas meridionales y orientales, que les permitía anticiparse y enviar escuadrillas de cazas contra las formaciones de bombarderos alemanes.

Avión Bf 109, de la Luftwaffe, empleado en la batalla de Inglaterra. Foto: ASC.

Desde los primeros combates a primeros de julio hasta la renuncia a la Operación León Marino por parte de Hitler el 17 de septiembre, podemos establecer varias fases con características distintas en este duelo aéreo entre británicos y alemanes.

Primera fase (del 10 de julio al 12 de agosto)

Alemania necesitaba hacerse dueña del espacio aéreo del Canal de la Mancha y del sur de la isla para hacer posible la invasión terrestre de Inglaterra. Tras conseguirlo, establecerían una cabeza de puente conquistada por paracaidistas, a continuación la Kriegsmarine transportaría para su desembarco a 90.000 soldados y 650 tanques sobre Dover, la isla de Wight, Southampton y Plymouth hasta conquistar Londres.

El 10 de julio comenzaron las incursiones contra el golfo de Foreland, algunas instalaciones industriales cercanas a Londres, las estaciones de radar, los aeródromos del sur de Inglaterra y el tráfico marítimo de los puertos del Canal de la Mancha en grupos de unos 20 o 30 aviones. Hacia el 31 de ese mes, los alemanes ya habían perdido 180 aviones mientras que los británicos solo 70. Estos primeros combates dejaron claro que el Messerschmitt Bf110 de largo alcance alemán era muy inferior a los Hurricane y a los Spitfire británicos y que los bombarderos alemanes Stukas eran víctimas fáciles para los cazas ingleses.

Imagen del mítico caza Spitfire luciendo en su fuselaje las marcas distintivas que identificaron a los aviones aliados durante el Desembarco de Normandía. Foto: Getty.

 El 1 de agosto Hitler, inquieto por la falta de resultados, emitió formalmente la directiva nº 17 ordenando a la Luwftwaffe «derrotar a la fuerza aérea inglesa con todas sus fuerzas». Estas órdenes darán lugar al diseño de la Operación Águila proclamada el 13 de agosto.

Segunda fase: Operación Águila (del 13 al 24 de agosto)

A las 14 horas del 13 de agosto, comenzó la Operación Águila. Las fuerzas de la Luftwaffe se centrarán en destruir tanto los aeródromos como a la propia Fuerza Aérea Real Británica. Ese día, 1.000 bombarderos protegidos por 700 cazas atacaron el sur de Inglaterra, destruyendo industrias, puertos, fábricas y objetivos militares. Para esta ofensiva se utilizó incluso un tren artillado modelo Leopold que desde Bélgica bombardeó los alrededores de Dover. El ataque desatado ese día dejó fuera de combate prácticamente todos los aeródromos del sudeste de la isla. Las 1.485 salidas de esa jornada se saldaron con solo 46 aparatos alemanes derribados.

El cambio de estrategia parecía estar dando sus frutos a los alemanes que hacían sus incursiones en oleadas. Los británicos lograban interceptar la primera formación de aviones, pero en muchas ocasiones cuando aterrizaban sus cazas para repostar, la siguiente acometida los destruía en tierra, inutilizando las pistas de los aeródromos por las explosiones y los cráteres que se provocaban. Durante esta fase la Luftwaffe perdió 403 aparatos por los 175 de la RAF. A pesar de ello, todo parecía indicar que los alemanes, que disponían de más aviones, obtendrían la victoria.

Personal de la RAF inspecciona los restos de un bombardero de la Regia Aeronautica italiana derribado el 11 de noviembre de 1940 en el condado de Suffolk. Foto: Getty.

Eso sí, les quedaba poco tiempo, ya que el otoño impediría cualquier intento de invadir la isla por mar. Hitler había puesto fecha para el inicio de la ocupación: el 15 de septiembre.

Tercera fase (25 de agosto - 17 de septiembre)

La noche del 24 al 25 de agosto se produjo un suceso clave que lo cambiará todo. Diez bombarderos alemanes que tenían que atacar unos depósitos de combustible, presionados por el pánico, arrojaron sus bombas sobre el East End de Londres. Los británicos se vengaron bombardeando Berlín. No causaron daños graves, pero esta agresión enfureció a Hitler, que ordenó un cambio en la acertada estrategia alemana. Como castigo, la Luftwaffe debía centrarse ahora en bombardear los núcleos urbanos, en especial Londres. Paradójicamente esto suponía un respiro para Gran Bretaña, que ahora podría aprovechar para reconstruir sus bases aéreas, las estaciones de radar y aumentar aún más la producción de sus aviones de caza.

Londres y otras grandes poblaciones de la isla sufrirán el Blitz (relámpago), que fue el término que utilizaron para denominar los duros bombardeos de las ciudades. Se realizaban preferiblemente de noche, lo que privaba a los aviones de la Luftwaffe de precisión en sus ataques y aumentaba el número de víctimas civiles, pero limitaba el número de aparatos alemanes derribados. La capital británica se defendió con barreras de globos, 2.000 baterías antiaéreas y 750 aviones de caza.

El sábado 7 de septiembre, 320 bombarderos acompañados de 630 cazas lanzaron una terrible acometida contra Londres. Siguieron el curso del Támesis arrojando sus bombas a los muelles del río, una enorme fábrica de municiones y las centrales eléctricas del este de la urbe usando para ello bombas explosivas, incendiarias y hasta minas lanzadas con paracaídas. El 15 de septiembre fue el día que más ataques sufrieron los británicos. No solo Londres padeció durante el Blitz, otros lugares como Coventry que fue totalmente destruida, Birminghan, Liverpool, Plymouth, Manchester, Shefield, Bristol o incluso Belfast en Irlanda del Norte fueron bombardeadas. A finales de septiembre, la Luftwaffe había acabado con la vida de 7.000 personas solo en Londres. A pesar de la renuncia de Hitler a invadir la isla, los bombardeos sobre Gran Bretaña continuarán y, a finales de 1940, las bajas civiles ascendían a 23.000.

La reina Isabel inspecciona los daños causados por los ataques aéreos en Plymouth, en marzo de 1941. Foto: Getty.

Los daños en las ciudades de Gran Bretaña serán enormes pero los alemanes no consiguieron doblegar el espíritu de lucha de los británicos que gracias a que los germanos, tras el cambio de estrategia ordenado por Hitler, se distrajeron en sus asaltos a las fábricas de aviación y a los aeródromos, pudieron recomponer su fuerza aérea y su red de bases de radar. A finales de verano, Gran Bretaña ya era mucho más fuerte de lo que era en junio al comienzo de la batalla. Hitler primero pospuso la fecha de invasión del 15 de septiembre, y el 17 de septiembre, finalmente canceló sus planes debido al mal tiempo propio del otoño que hacía inviable el desembarco. Los bombardeos sobre la isla continuarán durante casi toda la guerra, pero nunca se trató de reactivar el plan León Marino.

La Batalla de Inglaterra fue la primera derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial. No garantizó que Hitler perdiera la guerra —aún le quedaban triunfos por disfrutar—, pero fue un paso decisivo que marcó el principio del fin de la contienda. Desde entonces, Hitler se concentró en el Este, sin ser consciente de que en el Oeste su enemigo era cada vez más poderoso ya que estaba desarrollando una fuerza aérea superior a la Luftwaffe además de suponer la base para el futuro desembarco de las tropas aliadas en la costa de Normandía.

El coste de esta victoria fue muy alto: el 21 por cien de los pilotos de caza de la RAF murieron combatiendo en los cielos de Inglaterra entre los meses de julio, agosto y septiembre de 1940. Ese fue el precio que «unos pocos» pagaron para que «tantos» siguieran gozando de su libertad y de su independencia.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Historia.

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