“Neus Català, que fue correo de la Resistencia, es una de las personas que más admiro del mundo”

Periodista de El País, bloguero y escritor, nuestro entrevistado ha abordado frecuentemente en sus textos la Segunda Guerra Mundial y el papel de las resistencias en la contienda.
Jacinto Antón

Periodista barcelonés, conocido por sus crónicas culturales en el diario El País y sus libros sobre viajeros y aventureros, recibió en el año 2009 el Premio Nacional de Periodismo Cultural del Ministerio de Cultura. A Jacinto Antón le encantan los personajes intrépidos y valientes, esos hombres y mujeres de raza que se entregan a una causa. Esa pasión por los héroes no le impide fijar también su atención en los grandes “malos” de la Historia: reconoce que, de poder entrevistar a un personaje de la II Guerra Mundial, elegiría a Hitler. Su interés por esta contienda tiene su punto culminante en la Batalla de Stalingrado: “Es una fascinación que arranca de mi infancia, cuando mi tío abuelo, el de la División Azul, nos contaba historias del frente ruso”.

Jacinto Antón - Jacinto Antón

En sus artículos y libros, usted siempre vuelve de una u otra manera al Tercer Reich y a acontecimientos relacionados con la II Guerra Mundial. Entre los personajes de esa época sobresale la figura aventurera de Patrick Leigh Fermor. ¿Cómo le describiría? ¿Fue un héroe nacional para los británicos?

Es difícil describir a Paddy Leigh Fermor sin caer en el ditirambo; palabra, por cierto, que él, con su amor a todo lo griego y al lenguaje, sin duda alabaría. Era un hombre sensacional como sólo puede serlo un británico cuando reúne todas las buenas características de ese pueblo. Valiente, individualista, aventurero, apasionado, curioso, culto, brillante, vitalista... También fue, y Dios me perdone por decirlo, un vividor, muy faldero –le gustaban las mujeres con locura–, un punto descerebrado y bastante esnob. En Gran Bretaña, ciertamente, se le tiene por uno de los héroes de la II Guerra Mundial, y eso es muy destacable porque había mucha competencia.

¿Cuál fue su participación en la lucha clandestina en Creta? ¿Es verdad que le gustaba disfrazarse?

Como agente sobre el terreno del SOE (Special Operations Executive: Dirección de Operaciones Especiales), colaboró decisivamente en la organización de la guerrilla y sirvió de enlace con la Inteligencia británica. Su contribución más famosa fue, por supuesto, el secuestro del general alemán Heinrich Kreipe en la isla ocupada, un episodio que por mucho que haya sido cuestionado y relativizado permanece como uno de los hechos de armas más osados y asombrosos de la Segunda Guerra Mundial. Y con ese colofón maravilloso, cuando Paddy escapaba con su prisionero y recitó a Horacio al pasar junto al monte Ida...

Un soldado ruso ondea una bandera desde un balcón con vista a una plaza, donde se reúnen camiones militares, durante la batalla de Stalingrado (1942). Foto: Getty.

¿Cómo era la guerrilla cretense? ¿Quiénes la componían?

Era gente recia, correosa, acostumbrada a una vida dura en la montaña. La ocupación de Creta fue desde el principio un asunto sucio y despiadado, y los guerrilleros no dudaron en responder de la misma manera a la crueldad y el salvajismo alemanes. Peleaban por su tierra y sus familias en una lucha sin contemplaciones, en la que los nazis practicaban una política criminal de represalias. Había lugareños, pastores, mujeres e incluso sacerdotes. Algunos combatientes eran gente muy extravagante: Nikos Boutzalis cargaba un trozo de la Vera Cruz como talismán que, decía, le hacía inmune a las balas de los alemanes.Los kapetanos, los jefes guerrilleros, a menudo no se entendían entre ellos, eso si no se odiaban; no sólo por rencillas políticas, sino personales. La sociedad cretense rural conservaba códigos sociales muy arcaicos de venganza. El propio Paddy se vio mezclado en ellos al matar fortuitamente a un guerrillero, al disparársele el arma en una cueva.

¿Hubo españoles entre ellos?

Sí, lo cuenta Antony Beevor en Creta, la batalla y la resistencia. Hubo un pequeño contingente que se integró en las fuerzas británicas tras la debacle de las fuerzas armadas francesas –a las que se habían incorporado muchos excombatientes republicanos– y que fue a parar a Creta. Tras la derrota, algunos escaparon, otros cayeron prisioneros (haciéndose pasar a menudo por gibraltareños) y unos pocos pasaron a la Resistencia. La escritora Ben Pastor los hace aparecer en su estupenda novela Camino a Ítaca.

Muchos exiliados españoles engrosaron los ejércitos aliados y las guerrillas que lucharon contra los nazis. Salvo en los últimos años, esos españoles han sido borrados de la Historia. ¿Cree que en nuestro país hay una falta de sensibilidad con la memoria histórica?

Sin duda. Mire, yo crecí en una familia en la que se hablaba mucho de la División Azul, de la que había sido oficial mi tío abuelo, pero nunca me explicaron que los españoles también pelearon, y muy heroicamente, en el otro bando. Era la memoria de los vencedores. Yo mismo he tardado mucho en descubrir la aventura de los españoles que lucharon contra los nazis, en los ejércitos aliados. Historias como la de La Nueve, la compañía formada por españoles que abría el paso de la División Leclerc con sus tanques, bautizados con nombres como Teruel, Brunete, Belchite... Pero también historias como la de Neus Català, que tras pasar a Francia fue correo de la Resistencia; la capturó la Gestapo y acabó en el campo de concentración de Ravensbrück. Hace no mucho tuve el privilegio de marchar con La Nueve e incluso de recibir fuego de artillería alemán con ellos: fue durante el rodaje de una miniserie en el que me colé como periodista.

Neus Catalá con el traje de prisionera del campo de concentración de Ravensbrück, donde estuvo hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Foto: ASC.

En España, ninguna institución ha recordado a los españoles de La Nueve, la primera compañía en entrar en París el día de la liberación. No hace mucho, el Ayuntamiento de la capital francesa les rindió un homenaje.

Creo recordar que se organizó un acto en Madrid en el que desfilaron juntos un exmiembro de La Nueve y otro de la División Azul, lo que provocó mucha polémica. Evidentemente, después de tantos años de olvido no era la mejor manera de recordar a esos soldados que lucharon para liberar a Europa del nazismo. Su reivindicación ha llegado en muchos casos a través de libros o películas, como la miniserie de la que le hablaba. Hay mucho que hacer y desgraciadamente se llega muy tarde.

¿Podría destacar la figura de algunos españoles encuadrados en la Resistencia francesa o en las guerrillas soviéticas?

Ya he citado el caso de Neus Català, una de las personas que más admiro del mundo, puro coraje en su pequeño cuerpo, que aún tuvo fuerzas para enfrentarse al miserable mentiroso de Enric Marco, el falso deportado de Mauthausen. Del ejército soviético he tenido la suerte de conocer al bilbaíno Luis Lavín, que fue piloto de caza contra los alemanes, con 12 victorias a los mandos de un Lavochikin La-7, una aventura extraordinaria.

En uno de sus artículos –creo que estaba fechado en diciembre de 2009– hizo una reseña del libro Vivir a muerte, que reúne misivas de resistentes franceses condenados a la pena capital. ¿Cree que ese espíritu de combate y esa entereza ante la muerte que destilan muchas de esas cartas se podrían dar hoy en día?

Era un libro muy conmovedor y que nos trasladaba de manera dramática a los momentos antes de la ejecución. Algunas cartas eran forzosamente apresuradas, otras buscaban tranquilizar a los familiares fingiendo a veces una entereza y una paz de espíritu que no eran reales. En conjunto, mostraban la enorme variedad de emociones con las que la gente se enfrenta a lo irremediable. Había también algunas en las que el autor se dejaba arrastrar por el miedo y la desesperación. Pero es cierto que un puñado de esas cartas eran verdaderamente notables. Recuerdo la del condenado que le insistía a su mujer para que rehiciera su vida al lado de otro hombre. O la del que explicaba pormenorizadamente qué hacer con sus libros. Probablemente, hoy existe la misma variedad de personas y de maneras de afrontar la muerte. Yo he conocido a algunas que no hubieran desentonado junto a las mejores de esas terribles vísperas.

Usted entrevistó asimismo a Bjarne Nilssen, el nieto de uno de los míticos héroes de Telemark.

Bjarne es oriundo de Telemark, región noruega patria del esquí y famosa por la operación de comandos en la Segunda Guerra Mundial, y nieto del entonces director de la fábrica que confiscaron los alemanes al ocupar Noruega. Hace unos años me llevó allí, a Rjukan, para asistir al rodaje de una serie sobre la operación, La batalla del agua pesada, y juntos revivimos, con nieve hasta el cuello y en los mismos escenarios, la legendaria acción de aquellos comandos.

Central hidroeléctrica de Rjukan Noruega en invierno - iStock

¿Tuvo algún efecto el golpe de mano de Telemark? ¿Cómo valora las adaptaciones cinematográficas que se hicieron de aquella operación encubierta?

Bueno, la verdad es que al poco de la operación de comandos, tan costosa en tiempo, esfuerzos y vidas (un grupo enviado antes se estrelló y los supervivientes heridos fueron despiadadamente fusilados), la fábrica volvió a funcionar. Es bonito pensar que el retraso que provocó el ataque y el hundimiento posterior del transbordador con las reservas de agua pesada sirvieran para posponer la posibilidad de que los alemanes consiguieran la bomba atómica, pero en realidad nunca estuvieron cerca de crearla. La película de 1965 de Anthony Mann era muy épica y nunca la olvidaremos, pero la reciente serie se ajustaba mucho más a los hechos y, por ejemplo, mostraba el sufrimiento de la población civil. Se produjeron muchas muertes cuando los británicos trataron de destruir la fábrica desde el aire.

Creo recordar que Knut Haugland, que murió en diciembre de 2009, también fue uno de los tripulantes de la expedición de la Kon-Tiki.

Así es. Él fue uno de los héroes de Telemark y, acabada la guerra, se reenganchó en la singladura de Thor Heyerdahl. ¡Qué tío! Parece que algunos no tengan nunca bastantes aventuras...

Usted tiene un auténtico ojo clínico para narrar la valentía y la cobardía de esos personajes de la Historia que más le atraen. ¿Podría destacar a otras figuras heroicas de la II GM que le interesen especialmente?

¡Hay tantas! Pero, puestos a elegir, destacaría a los aviadores. Cualquier piloto británico –o checo, o polaco, o de la Commonwealth– que luchara en la Batalla de Inglaterra me parece un tipo notable. Pero apunte a Richard Hillary, que se quemó horrorosamente al caer derribado y luego fue uno de los primeros conejillos de Indias con los que se experimentaron las nuevas técnicas de cirugía reparadora. Por simetría, déjeme mencionar al as de caza Johannes Steinhoff, abrasado en su reactor Me-262, que sobrevivió con tremendas quemaduras. Era alemán, pero se enfrentó muy valientemente a Hermann Göring (responsable de la Luftwaffe). Los indios navajos reclutados por Estados Unidos como radiofonistas también me parecen muy heroicos. Y, claro, están Von Stauffenberg y todos los conspiradores de la Operación Valkiria (que pretendía eliminar a Hitler). Probablemente nuestra admiración, sin embargo, debería dirigirse hacia todas las personas anónimas que trataron de salvar vidas y mostraron coraje civil en aquellos tiempos terribles para la humanidad y la decencia.

De haber sido posible, ¿a qué personaje de la Segunda Guerra Mundial le hubiera gustado entrevistar?

La lista es interminable: Steinhoff, Rommel, Skorzeny, Stauffenberg (al menos, he podido entrevistar a su hija), Patton, Montgomery, Bagnold –el jefe del Long Range Desert Group–, Almásy, algún piloto kamikaze antes de despegar... Pero si tuviera que elegir sólo a uno, sería el culpable de todo: Hitler. ¿Qué periodista o historiador no querría hacerlo? Espero que me dejara tomar notas...

Jacinto Antón (Barcelona, 1957) es periodista y también licenciado en Interpretación por el Instituto del Teatro de Barcelona - EFE

Si nos vamos al lado más siniestro de la Historia, en uno de sus artículos usted menciona a Gitta Sereny, autora de libros de conversacionescon Albert Speer, el arquitecto y ministro de Armamento de Hitler, y con Franz Stangl, el jefe del campo de Treblinka. ¿Qué podría contar de la entrevista que realizó a Sereny en 2005? ¿Qué sensación le produjo?

Gitta Sereny era una mujer formidable. Ese largo pulso con Speer en el que acabó confesándole que sabía mucho más del Holocausto de lo que confesó en Núremberg, esa entrevista en forma de voluminoso libro, es algo que debería leer todo el mundo. Pasé con ella unas horas extraordinarias en su casa hablando del nazismo, fenómeno que conocía muy de cerca: incluso había visto a Hitler dando un discurso en Viena cuando ella era niña. Lo más escalofriante fue cuando me explicó sus encuentros con Stangl, que le produjeron verdadero vértigo. Era joven y, con las armas del periodismo, se consideraba a salvo del aura moralmente mefítica de semejante individuo, pero pagó un alto precio por ese contacto con el mal. Una herida en el alma de las que no se olvidan, ni se cierran. Aún entonces, tantos años después, en su casa, veías el daño que le había provocado escuchar aquellas cosas horriblesde boca del perpetrador. Mucho de aquello se explica en su libro Desde aquella oscuridad (Edhasa).

De esa guerra que conmocionó al mundo, ¿qué figura política o militar le produce más repugnancia?

Hay muchas: desde luego, todos los nazis, empezando por Himmler y por su jefe, Adolf Hitler. En dura competencia con Goebbels.

¿Por qué sigue atrayendo tanta atención el nazismo?

Es la maldad encarnada. Y materializada en un país como Alemania, tan civilizado. El interés por el nazismo, más allá de lo histórico y lo político y de las preguntas que aún siguen abiertas (como la verdadera causa del odio de Hitler hacia los judíos), es llana y simplemente el interés por el mal. La fascinación por el lado más oscuro de la naturaleza humana expresado en un momento concreto en el tiempo y el espacio. Esa fascinación no es morbosa, sino que sirve para plantearse importantes cuestiones de orden moral. Aparte de que saber del nazismo es una buena vacuna contra esa ideología y sus herederas.

Recomendamos en