Las "casas de los muertos" en Çatalhöyük: así funcionaba la íntima relación entre arquitectura doméstica y restos humanos en el famoso yacimiento neolítico

Los enterramientos domésticos de Çatalhöyük revelan la conexión entre vida y muerte en un asentamiento neolítico sque prescindió de los monumentos públicos.
Yacimiento
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto - Los vivos y los muertos en Çatalhöyük

El yacimiento neolítico de Çatalhöyük, situado en la llanura de Konya en Anatolia central, se ha convertido en uno de los lugares más emblemáticos para comprender la compleja relación entre vida cotidiana, arquitectura y prácticas funerarias en el Próximo Oriente prehistórico. Ocupado entre ca. 7100 y 6000 a. C., su singularidad radica en que, a diferencia de otros asentamientos contemporáneos, no presenta monumentos públicos ni templos arquitectónicamente diferenciados. Sin embargo, la casa se erigió como el núcleo vital y ritual de la comunidad, un espacio donde se unían la vida doméstica y la memoria de los muertos.

El análisis de cientos de enterramientos en contextos domésticos ha revelado que los muertos no se excluyeron de la vida social, sino incorporados físicamente a ella como parte de un ciclo de continuidad y memoria.

El nacimiento de la casa: los cuerpos como cimientos

Los arqueólogos han podido constatar que, en Çatalhöyük, la construcción de un nuevo edificio solía estar marcada por deposiciones funerarias estratégicas. Uno de los casos más notables procede del Edificio 42, donde, en torno a 6500–6300 a. C., se depositó el esqueleto de una mujer anciana abrazada a un cráneo enyesado y pintado con ocre rojo. Este inusual hallazgo se interpretó como una suerte de rito de inauguración que sellaba el vínculo entre los ancestros y la nueva vivienda.

Otro ejemplo procede del área conocida como Espacio 144, donde se enterraron seis neonatos y un lactante antes de levantar encima la secuencia de las casas 65, 56 y 44. De acuerdo con los arqueólogos, la práctica muestra que, para los habitantes de Çatalhöyük, el nacimiento de una casa se sustentaba sobre los cuerpos enterrados, quizá como símbolo de la continuidad del linaje.

En ocasiones, estas inhumaciones no se realizaban bajo una estructura nueva, sino en los restos de una ya abandonada. En el Espacio 602, por ejemplo, se depositaron varios adultos acompañados de ricos ajuares justo antes de erigir encima el Edificio 77.

Çatalhöyük
Çatalhöyük, reconstrucción del interior de una casa. Fuente: Elelicht/Wikimedia

La vida de la casa: enterramientos realizados durante la ocupación

La mayor parte de las inhumaciones en Çatalhöyük, sin embargo, se realizaron en las casas mientras estas estaban habitadas. Se trataba, por lo común, de enterramientos en el subsuelo, en los que hombres, mujeres y niños aparecían flexionados en pequeñas fosas ovales. Ubicados en cocinas, las habitaciones centrales y las zonas de almacenamiento, los muertos compartían, literalmente, el espacio con los vivos.

Un caso paradigmático lo ofrece el Edificio 52. Datada entre 6700 y 6500 a. C., esta casa llegó a contener al menos diecisiete individuos en diferentes fases de su historia. Los enterramientos se sucedieron de forma escalonada, a veces coincidiendo con remodelaciones de plataformas o con repintados de paredes. Así, un adulto joven se enterró bajo una plataforma que luego se recubrió con yeso rojo.

El edificio concluyó con un espectacular entierro múltiple (F.7127) en el que se identificó a un adulto varón acompañado de, al menos, ocho subadultos, algunos completos y otros fragmentarios. Junto a ellos, se hallaron objetos singulares, como un cuenco de madera, conchas con pigmento rojo y un brazalete. El hallazgo de tejido carbonizado y restos quemados sugiere que el fuego que consumió la casa se produjo poco después del entierro. En este caso, la muerte de los individuos y la “muerte” de la casa coincidieron en un mismo acto ritual.

Excavación
Reconstrucción fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

El abandono de la casa

Cuando una vivienda dejaba de usarse, los habitantes retiraban el techo, derribaban los muros y rellenaban el espacio con escombros y barro. En ocasiones, este proceso de clausura incluía la deposición de cadáveres completos en los rellenos, algo excepcional en comparación con los enterramientos intramuros, más habituales.

En el Edificio 114, además de restos animales fruto de un banquete, apareció el esqueleto de un adolescente depositado sin fosa bajo las capas de desechos. La ausencia del cráneo y un brazo sugiere que se manipuló el cuerpo. Este hallazgo apunta a un cierre ritualizado en el que el banquete, la muerte y la demolición de la casa se fundieron en un mismo acontecimiento.

Otro ejemplo procede del Edificio 161, donde se arrojó a un varón joven dentro del relleno de clausura. Los estudiosos notaron que su posición era descuidada y que su mandíbula mostraba una fractura perimortem, lo que sugiere que fue víctima de violencia. El cuerpo, quizá envuelto en esteras vegetales, permaneció expuesto durante un tiempo antes del sellado definitivo. En este caso, la muerte parece haber estado directamente ligada al abandono del edificio, como si la vivienda hubiese exigido un sacrificio final.

Tumba
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Los muertos y la memoria social

El análisis de los más de 740 individuos excavados en Çatalhöyük revela que los enterramientos en el espacio doméstico no obedecían solo a vínculos familiares. Los estudios genéticos han mostrado la ausencia mayoritaria de lazos de parentesco directo entre los cuerpos hallados en una misma casa. Por ello, los estudiosos han propuesto que las viviendas funcionaban como nodos de memoria colectiva que iban más allá de los lazos de sangre. Así, articulaban identidades basadas en las alianzas sociales y los parentescos ficticios.

El patrón también señala diferencias según edad. Los fetos, los neonatos y los infantes predominaban en los enterramientos de construcción y en las primeras fases arquitectónicas, mientras que los adultos y las deposiciones secundarias complejas se concentraban en etapas posteriores. Estos ritmos, según los estudiosos, sugieren que la incorporación de los cuerpos a la estructura doméstica estaba regulada por ciclos rituales, en coincidencia con momentos clave en la biografía de cada casa.

Enterramientos
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

La casa de los vivos y la casa de los muertos

Çatalhöyük ofrece un testimonio excepcional de cómo las comunidades neolíticas entrelazaron arquitectura y muerte. Las casas fueron tanto espacios para vivir como para enterrar y recordar. Bajo los suelos y plataformas de los hogares descansaron generaciones de individuos cuya presencia seguía acompañando la vida doméstica. Así, las biografías humanas y las arquitectónicas se fundieron en un mismo relato colectivo, donde la muerte no implicaba la desaparición o la ausencia, sino permanencia inscrita en el tejido de la comunidad.

Referencias

  • Haddow, Scott D. 2025. "Bodies in buildings: Human remains and the life histories of houses at Neolithic Çatalhöyük". Archaeological Research in Asia, 41: 100598. DOI: https://doi.org/10.1016/j.ara.2025.100598

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