Esta herida de flecha cicatrizó hace 4.000 años en los Pirineos: desconcierta a los arqueólogos

Un hallazgo arqueológico en los Pirineos revela que un humano de hace 4.000 años sobrevivió a un disparo con flecha. El estudio detalla signos de violencia, armas empleadas y cicatrización ósea que desconciertan a los investigadores.
Fuente: ChatGPT + IPHES

En lo alto de los Pirineos, a más de 1.800 metros de altitud, un equipo de arqueólogos ha desenterrado un testimonio silencioso de un enfrentamiento que ocurrió hace más de 4.000 años. Se trata de una costilla humana con una punta de flecha de sílex incrustada. Lo verdaderamente sorprendente no es solo el hallazgo del proyectil, sino que el hueso muestra signos de haber cicatrizado alrededor de la flecha, lo que indica que la víctima sobrevivió al ataque. Es como si la montaña hubiera guardado, durante milenios, el recuerdo físico de una agresión que no fue letal, pero sí lo bastante grave como para marcar a una persona el resto de su vida.

El descubrimiento se realizó en la cueva de Roc de les Orenetes, en Queralbs (Girona), un sepulcro colectivo en plena alta montaña que ha revelado un número inusualmente elevado de restos humanos y evidencias de violencia. El estudio científico, publicado en la revista American Journal of Biological Anthropology, documenta cómo múltiples episodios de violencia interpersonal dejaron huellas claras en los huesos de al menos seis individuos. Y aunque otras investigaciones ya habían advertido signos de enfrentamientos en este enclave, es la primera vez que se encuentra una flecha clavada directamente en un hueso humano dentro del mismo yacimiento, con evidencias de supervivencia parcial.

Un sepulcro colectivo a 1.836 metros de altitud

Roc de les Orenetes no es una cueva cualquiera. Situada en un entorno abrupto y de difícil acceso, fue utilizada como espacio funerario por comunidades humanas entre el Calcolítico final y el inicio de la Edad del Bronce, hace entre 4.500 y 4.000 años. El contexto no es menor: enterrar a los muertos en un lugar así exigía un compromiso profundo con el territorio, y revela una sociedad con vínculos estrechos tanto con sus difuntos como con el paisaje que habitaba.

En las campañas arqueológicas recientes se han identificado un mínimo de 51 individuos, aunque es probable que el número total sea mayor. Hombres, mujeres y niños están representados, aunque los esqueletos masculinos predominan entre quienes presentan lesiones traumáticas. Según el estudio, “las lesiones perimortem… sugieren que se produjo más de un episodio de violencia interpersonal” durante ese periodo. Este patrón indica que no se trató de un evento aislado, sino de un fenómeno recurrente, quizá vinculado a tensiones territoriales, conflictos por recursos o dinámicas internas de los grupos.

Localización de la cueva de Roc de les Orenetes. Fuente: American Journal of Biological Anthropology

Un proyectil en el cuerpo… y el cuerpo que no se rinde

El caso que ha despertado mayor interés entre los investigadores es el de una costilla con una punta de flecha de sílex aún incrustada. No es solo que el proyectil siga ahí, miles de años después; es que el hueso muestra un proceso claro de regeneración. Es decir, la persona no murió inmediatamente tras el impacto, sino que vivió el tiempo suficiente como para que su cuerpo intentara sanar.

El estudio señala que “el hueso comenzó a regenerarse alrededor” de la punta de flecha, una observación que solo puede hacerse gracias al análisis microscópico y de imagen de alta resolución. Este tipo de evidencia, extremadamente infrecuente en contextos prehistóricos, permite incluso formular hipótesis sobre la trayectoria del disparo, la posición del atacante y la resistencia del cuerpo humano ante un trauma grave.

No es la única muestra de resistencia: también se ha documentado la fractura completa de un cúbito (hueso del antebrazo) que cicatrizó completamente, lo que apunta a una amputación parcial no letal. En palabras de los autores del estudio, “el extremo del hueso está completamente remodelado, sin signos de pseudoartrosis”, lo que indica que el individuo sobrevivió a una posible amputación del antebrazo, quizá como resultado de un enfrentamiento o como castigo ritual.

Flecha cicatrizada en una costilla humana hace 40.000 años. Fuente: IPHES

Violencia antigua, preguntas actuales

La pregunta más inmediata es: ¿cómo sabemos que estas heridas no forman parte de un ritual funerario o de prácticas de canibalismo, frecuentes en otras culturas prehistóricas? Los investigadores lo aclaran de forma tajante: “las características observadas en las lesiones, su distribución esquelética… nos llevan a rechazar la posibilidad de un tratamiento funerario secundario”.

Las heridas no aparecen en zonas típicas de desmembramiento ritual, como las articulaciones, y no siguen un patrón de corte sistemático. Por el contrario, muchas de ellas están localizadas en las costillas, brazos y cráneos, y muestran trayectorias compatibles con impactos violentos dirigidos. Algunas, incluso, presentan varios cortes en el mismo hueso, como si hubieran sido el resultado de un ataque reiterado o un intento de defensa fallido. El caso de un húmero con nueve marcas de corte subparalelas es especialmente ilustrativo y ha sido interpretado como “un posible ejemplo de sobreataque”.

Además, la variedad de armas empleadas refuerza esta hipótesis. Se identificaron marcas producidas por objetos cortantes de piedra y metal, incluidos hachas, dagas y flechas. En total, los restos muestran 49 lesiones en 26 huesos distintos, en lo que parece ser una radiografía de múltiples enfrentamientos ocurridos en distintas generaciones.

Flecha cicatrizada en una costilla humana hace 40.000 años, junto a una mano para ver tamaño. Fuente: IPHES

No una masacre, sino conflictos sostenidos

A diferencia de otras necrópolis donde los esqueletos presentan patrones de ejecución masiva o emboscadas desde atrás, en Roc de les Orenetes las heridas aparecen en múltiples ángulos y zonas del cuerpo, lo que sugiere combates cuerpo a cuerpo. El estudio lo expresa claramente: “las lesiones indican que los individuos participaron activamente en confrontaciones dinámicas interpersonales”.

En ese contexto, uno de los casos más intrigantes es el de un niño, de entre 4 y 7 años, que también presenta signos de trauma óseo. Aunque resulta difícil interpretar su origen exacto, la presencia de violencia en un individuo tan joven aporta una dimensión inquietante al panorama de estos enfrentamientos. No se puede afirmar con certeza si fue víctima colateral, parte de un ritual, o si su muerte estuvo vinculada a tensiones internas del grupo.

En cualquier caso, la coexistencia de restos de mujeres, hombres y menores, junto con las huellas de violencia, desmonta la idea de una sociedad puramente pacífica. Estas comunidades prehistóricas también resolvían sus disputas por medios violentos, incluso en un entorno tan aislado como las altas montañas pirenaicas.

Lo que los huesos aún pueden contar

Este hallazgo no solo aporta información sobre un episodio concreto de violencia prehistórica, sino que abre una nueva vía de investigación sobre los conflictos en sociedades del tercer milenio a.C. en Europa Occidental. La presencia de armas de metal en combinación con proyectiles de sílex refleja un momento de transición tecnológica y social. Roc de les Orenetes se convierte así en un observatorio privilegiado de los cambios culturales que marcaron el paso del Calcolítico a la Edad del Bronce.

Las nuevas tecnologías aplicadas al estudio de los huesos —microtomografía, análisis químicos y genéticos— permitirán afinar aún más las conclusiones. Se espera que estas técnicas revelen información sobre la dieta, el origen geográfico de los individuos y sus relaciones de parentesco. Todo ello contribuirá a entender no solo cómo murieron, sino cómo vivieron, lucharon y sobrevivieron estas personas hace miles de años.

Referencias

  • Moreno-Ibáñez, M. A., Saladié, P., Ramírez-Pedraza, I., Díez-Canseco, C., Fernández-Marchena, J. L., Soriano, E., Carbonell, E., Tornero, C. (2024). Death in the high mountains: Evidence of interpersonal violence during Late Chalcolithic and Early Bronze Age at Roc de les Orenetes (Eastern Pyrenees, Spain). American Journal of Biological Anthropology. https://doi.org/10.1002/ajpa.24909.
  • IPHES-CERCA (2025, 8 de julio). Hallan una flecha incrustada en una costilla humana de hace más de 4.000 años en un sepulcro prehistórico de los Pirineos. Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social. Disponible en: http://comunicacio.iphes.cat/spa/news/new/860.htm

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