En las últimas décadas, las teorías de la conspiración han dejado de ser fenómenos marginales para convertirse en elementos centrales del discurso político y religioso de amplios sectores en Estados Unidos. Entre estos, la derecha cristiana se ha convertido en una de las plataformas más activas en la producción, adaptación y difusión de los discursos conspirativos, que explican no sólo eventos históricos o coyunturas políticas, sino el sentido mismo de la historia nacional y del destino espiritual del país. Esta red creencias conforman lo que el historiador Billy Mann ha denominado, en un reciente estudio, una “tradición conspirativa explicativa”, esto es, una narrativa intergeneracional que combina la teología y la política con una percepción de amenaza constante que sirve para dar sentido a la supuesta decadencia moral y pérdida de poder cristiano.
El nacimiento de una tradición
Las teorías conspirativas no son nuevas en la historia estadounidense. Sin embargo, su incorporación sistemática al pensamiento de la derecha cristiana comienza en la década de 1970. Es en ese momento cuando algunos líderes evangélicos como Jerry Falwell comienzan a denunciar la supuesta expulsión del cristianismo del espacio público. Esta percepción de vivir en un estado de desposesión —la idea de que los cristianos estaban perdiendo influencia en una nación que consideraban intrínsecamente cristiana— llevó a buscar explicaciones que fuesen más allá del análisis político convencional.
La respuesta se encontró en una reinterpretación conspirativa de la realidad, donde el declive moral y político se atribuía a un plan deliberado orquestado por enemigos visibles e invisibles: comunistas, humanistas, homosexuales, feministas e incluso el mismísimo Satanás. Esta visión ofrecía consuelo al presentar las derrotas políticas no como fracasos propios, sino como el resultado de una guerra espiritual oculta.

Jerry Falwell y los inicios de la narrativa conspirativa
La figura fundacional de esta tradición fue Jerry Falwell, un pastor baptista fundamentalista y fundador del influyente movimiento Moral Majority. En sus obras Listen, America! (1980) y Finding Inner Peace and Strength (1982), Falwell articuló una visión apocalíptica de los Estados Unidos contemporáneos, marcada por el pecado, el alejamiento de Dios y la infiltración ideológica de fuerzas malignas.
Falwell sostenía que Satanás dirigía una campaña global para destruir el cristianismo desde el mismo epicentro de la sociedad estadounidense. Para ello, el Maligno recurría a los homosexuales, los comunistas y los educadores progresistas. En sus palabras, el abandono de la oración en las escuelas, la legalización del aborto y el auge del secularismo eran señales de una conspiración demoníaca más amplia.
Con todo, esta amenaza era, en última instancia, parte del plan divino. Así, la conspiración satánica se subordinaba a una conspiración benevolente orquestada por Dios, quien permitía el sufrimiento como parte de una narrativa mayor de redención y castigo.

Pat Robertson y la expansión internacional del miedo
En los años noventa, Pat Robertson, televangelista y fundador de la Christian Coalition, desarrolló y amplificó esta tradición conspirativa. En su libro The New World Order (1991), Robertson presentó una visión aún más elaborada y sistemática. Propuso la existencia de un gobierno mundial secreto, inspirado por el satanismo y liderado por las élites globalistas, que estaría preparando el terreno para el advenimiento del Anticristo.
Robertson integró elementos clásicos de la cultura conspirativa estadounidense —como la existencia de los Illuminati o la sospecha hacia la ONU— con una narrativa teológica que advertía sobre el inminente cumplimiento de las profecías del Apocalipsis. Este giro coincidió con la oleada de Satanic Panic de los años ochenta y noventa, un fenómeno mediático y social que afirmaba la existencia de cultos satánicos dedicados al abuso infantil. La tradición conspirativa del cristianismo conservador, por tanto, absorbió estos miedos sociales y los reinterpretó como evidencias de una lucha espiritual cósmica en la que los creyentes eran las víctimas y, a la vez, los elegidos.

Franklin Graham y el giro islamofóbico tras el 11-S
A partir de los atentados del 11 de septiembre de 2001, la figura de Franklin Graham, hijo del célebre predicador Billy Graham, marcó una nueva etapa en esta tradición conspirativa. Aunque mantenía los elementos clásicos —la oposición al aborto, al feminismo y al matrimonio homosexual—, Graham integró el islam en el panteón de enemigos conspirativos. Así, acusó a los musulmanes de estar infiltrados en el gobierno de Estados Unidos con la complicidad del presidente Barack Obama.
Este giro islamofóbico se articuló en torno a teorías como la denominada “marca de la bestia” (una supuesta señal digital para controlar la economía mundial), así como sobre los discursos que advertían de la pérdida de soberanía nacional. Como sus predecesores, Graham reforzó la idea de que el mal era real y tangible, fruto de un plan de Dios para abrir el camino ante el regreso inevitable de Cristo.
Una tradición intergeneracional y adaptable
El estudio de Billy Mann demuestra que las teorías conspirativas en la derecha cristiana son componentes estructurales de una tradición explicativa intergeneracional. Desde los años setenta hasta el presente, cada generación de líderes cristianos conservadores ha heredado elementos narrativos de la anterior que se han adaptado a los desafíos contemporáneos.
La eficacia de esta tradición reside en su capacidad para incorporar “enemigos” actuales —comunistas en los 80, satánicos en los 90, musulmanes en los 2000— y reinterpretarlos dentro de una narrativa teológica que explica el mal como un plan oculto que se opone a la voluntad divina. Al mismo tiempo, esta narrativa justifica las acciones políticas y alimenta un sentimiento de misión trascendental.

La conspiración como fe
El auge de las teorías de la conspiración en los Estados Unidos, especialmente entre la derecha cristiana, no puede entenderse como una simple desviación ideológica ni como un fenómeno reciente. Se trata de una tradición elaborada, coherente y profundamente enraizada en la necesidad de dar sentido a la pérdida de poder, a las derrotas culturales y a los cambios sociales que se perciben como amenazantes.
Esta tradición conspirativa funciona como un marco interpretativo del mundo. Dota de lógica a lo incomprensible, convierte la impotencia en combate espiritual y transforma a los enemigos políticos en actores demoníacos dentro de una lucha cósmica. Y aunque los personajes, los contextos y los enemigos cambien con el tiempo, la estructura explicativa permanece: el cristiano conservador se percibe un héroe asediado, llamado a resistir hasta el cumplimiento final del plan divino.
Referencias
- Mann, Billy. 2025. "Faith in Fear: Conspiracy Theories as an Explanatory Tradition Within the American Christian Right". Religion Compass, 19.7. DOI: https://doi.org/10.1111/rec3.70019