Un hallazgo sorprendente: este pez prehistórico "único en el mundo" murió justo después de comer y conserva la comida y hasta el parásito que llevaba en la cola

El hallazgo en Australia de un pez fosilizado con su última comida y un parásito aún adherido revela secretos asombrosos de hace 15 millones de años.
Antes de morir, los peces se alimentaron intensamente de larvas de mosquitos fantasma, pequeños insectos y moluscos bivalvos
Antes de morir, los peces se alimentaron intensamente de larvas de mosquitos fantasma, pequeños insectos y moluscos bivalvos. Foto: Salty Dingo (2020)

En el corazón de Nueva Gales del Sur, un hallazgo paleontológico sin precedentes ha abierto una ventana única al pasado de Australia: restos fósiles de un pez extinguido hace más de 15 millones de años han sido encontrados con tal nivel de conservación que aún contienen su última comida, su patrón de color y hasta signos de interacción con parásitos. Pero este descubrimiento va más allá de una simple novedad científica. Es un testimonio extraordinario de cómo los ecosistemas de la era del Mioceno, marcados por climas y paisajes hoy irreconocibles, dejaron una huella imperecedera en la historia evolutiva del continente.

Una joya fósil escondida en rocas de hierro

El protagonista de esta historia es Ferruaspis brocksi, un pequeño pez de agua dulce que vivió en un entorno que nada tiene que ver con el actual paisaje árido del interior australiano. Cuando esta especie nadaba en lo que hoy conocemos como McGraths Flat, el lugar era un entorno exuberante, cubierto por un espeso bosque tropical y alimentado por lagos y ríos temporales. Allí, en un antiguo lecho de agua rodeado de vegetación densa y animales desconocidos, estos peces encontraron su último refugio.

Lo fascinante de este descubrimiento no es solo la existencia de una nueva especie, sino la forma en la que sus cuerpos fueron preservados. Los fósiles fueron encontrados incrustados en goethita (o goetita), un mineral rico en hierro. Normalmente, este tipo de rocas no es donde los paleontólogos buscarían restos biológicos tan bien conservados. Pero aquí, el hierro actuó casi como un escudo natural, encapsulando no solo huesos, sino también tejidos blandos, células pigmentarias y hasta restos de contenido estomacal.

El resultado es una cápsula del tiempo microscópica: los cuerpos de los peces aún muestran las sombras de sus melanóforos, las células responsables de la pigmentación, lo que ha permitido reconstruir el color original del animal. Este tenía el dorso oscuro, el vientre claro y dos franjas laterales oscuras, un patrón clásico de camuflaje conocido como contrasombreado, muy común en peces actuales.

Una última cena atrapada en el tiempo

Más sorprendente aún es que algunos ejemplares conservan intactos los restos de su última comida. En sus estómagos se han identificado larvas de insectos, alas de otros artrópodos y hasta pequeños bivalvos. En un caso, incluso se halló un parásito adherido a la aleta caudal de uno de los ejemplares: una larva de mejillón de agua dulce, conocida como gloquidio, que utilizaba al pez como huésped temporal.

Estos detalles han permitido reconstruir parte del comportamiento de Ferruaspis brocksi, sugiriendo que era un pez oportunista, que se alimentaba en la columna de agua y en la superficie del lago, cazando insectos y larvas. También indican que probablemente vivía en cardúmenes, desplazándose por el lago para alimentarse de forma colectiva durante las horas de menor luz. El hecho de que murieran con el estómago lleno sugiere una muerte repentina, quizás por un evento ambiental, como una falta de oxígeno súbita o una floración algal tóxica.

Representación artística de Ferruaspis brocksi, un pez prehistórico del Mioceno australiano, con sus distintivas franjas laterales y el cuerpo fusiforme característico de su especie
Representación artística de Ferruaspis brocksi, un pez prehistórico del Mioceno australiano, con sus distintivas franjas laterales y el cuerpo fusiforme característico de su especie. Foto: Dall-e / Christian Pérez

Un ecosistema perdido en el tiempo

El yacimiento de McGraths Flat, donde se hallaron los fósiles, es lo que los paleontólogos llaman un Konservat-Lagerstätte, un tipo de depósito fósil extremadamente raro en el que se preservan detalles excepcionales. En este caso, el sedimento rico en hierro no solo conservó peces, sino también insectos, plantas, arácnidos y plumas, lo que está permitiendo a los científicos reconstruir, pieza a pieza, el ecosistema de una Australia muy diferente a la actual.

En el momento en que Ferruaspis brocksi nadaba en estas aguas, el continente australiano atravesaba una transformación radical. El Mioceno medio fue una etapa de cambios climáticos marcados por una progresiva aridificación del interior del continente. Los densos bosques tropicales comenzaban a desaparecer, dando paso a hábitats más secos. Sin embargo, en zonas como McGraths Flat, estos antiguos ambientes húmedos sobrevivieron como refugios biológicos, hasta que finalmente también sucumbieron al cambio climático.

Lo notable es que este pequeño pez podría ser testigo directo de esa transición. Su presencia en un lago aparentemente desconectado de los ríos principales, pero con indicios de haber recibido agua —y parásitos— desde ellos, sugiere un sistema fluvial cambiante, con crecidas periódicas que conectaban temporalmente ambientes acuáticos ahora extintos. En ese sentido, Ferruaspis no solo cuenta la historia de su especie, sino la de un paisaje desaparecido.

Redibujando la evolución de los peces en Australia

El descubrimiento de esta especie tiene también implicaciones evolutivas profundas. Ferruaspis brocksi pertenece al orden de los Osmeriformes, un grupo de peces que incluye a los actuales esmeltes y a la amenazada trucha australiana (Prototroctes maraena). Hasta ahora, el registro fósil de este grupo en el hemisferio sur era fragmentario y estaba basado en restos incompletos, como otolitos (estructuras del oído interno) encontrados en Nueva Zelanda y Chile.

La aparición de Ferruaspis en el Mioceno australiano aporta una nueva pieza al rompecabezas de la historia de los Osmeriformes en Oceanía. El fósil sugiere que la diversificación de este grupo en el hemisferio sur se produjo antes de lo que se pensaba y que algunos linajes antiguos persistieron en hábitats de agua dulce aislados, evolucionando de forma independiente.

De hecho, el hallazgo llevó a los investigadores a proponer la creación de una nueva familia para clasificar al pez: Ferruaspidae. Esto subraya no solo su singularidad morfológica, sino también su importancia para entender cómo las especies responden a largos periodos de cambio ambiental, adaptándose o desapareciendo.

Esta ilustración artística recrea cómo habría sido Ferruaspis brocksi cuando nadaba en vida
Esta ilustración artística recrea cómo habría sido Ferruaspis brocksi cuando nadaba en vida. Ilustración: Alex Boersma

Una lección geológica sobre el cambio climático

Aunque el hallazgo es paleontológico, su mensaje es profundamente actual. Los científicos ven en Ferruaspis y su entorno una advertencia del pasado sobre cómo el cambio climático puede transformar ecosistemas enteros, provocando extinciones, desplazamientos de especies y la pérdida de hábitats complejos. Hoy, que Australia enfrenta nuevas transformaciones por el calentamiento global, estos fósiles sirven como una historia detenida en el tiempo, que revela con crudeza lo que puede pasar cuando el equilibrio natural se rompe.

En palabras de los propios investigadores, estudiar estos peces es como leer una crónica olvidada escrita en piedra. Cada aleta, cada célula pigmentaria, cada brizna de insecto en su estómago, es un fragmento de una historia más grande: la de un continente cambiante, de especies que luchan por adaptarse y de la implacable huella del tiempo sobre la vida.

Referencias

  • McCurry, M. R., Gill, A. C., Baranov, V., Hart, L. J., Slatyer, C., & Frese, M. (2025). The paleobiology of a new osmeriform fish species from Australia. Journal of Vertebrate Paleontology. doi:10.1080/02724634.2024.2445684

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