Este autorretrato de Frida Kahlo, pintado tras una tragedia y un divorcio, podría romper un récord de 50 millones: la historia detrás de la obra más inquietante de su carrera

Una obra inquietante, una artista irrepetible y una subasta que puede reescribir la historia del arte: el cuadro más personal de Frida Kahlo podría alcanzar los 60 millones de dólares en una subasta.
Frida Kahlo pintó El sueño (La cama) en 1940, en uno de los momentos más turbulentos y transformadores de su vida, marcado por el dolor físico, la ruptura amorosa y una explosión creativa sin precedentes
Frida Kahlo pintó El sueño (La cama) en 1940, en uno de los momentos más turbulentos y transformadores de su vida, marcado por el dolor físico, la ruptura amorosa y una explosión creativa sin precedentes. Fuente: Sotheby's

En noviembre de este año, el mercado del arte espera un evento sin precedentes: un autorretrato de Frida Kahlo, El sueño (La cama), será subastado en Nueva York y los expertos predicen que podría convertirse en la obra más cara jamás vendida de una artista mujer. La cifra estimada oscila entre los 40 y los 60 millones de dólares (57 millones de euros), superando incluso la marca establecida por Georgia O’Keeffe hace una década. Pero más allá de los millones, este cuadro encierra una historia densa, simbólica y profundamente humana que habla del dolor, la muerte y la identidad.

Un autorretrato fuera de los márgenes

Frida Kahlo no solo se pintó a sí misma: se diseccionó. A lo largo de su vida, produjo más de medio centenar de autorretratos, cada uno atravesado por el dolor físico, los conflictos amorosos, las frustraciones y los anhelos no cumplidos. Pero El sueño (La cama), realizado en 1940, se desmarca incluso dentro de su propia producción por su intensidad simbólica. En la pintura, Kahlo aparece dormida en una cama de dosel, envuelta en una red de plantas verdes, como si la naturaleza la reclamara para sí. Sobre su cabeza, sin embargo, descansa un esqueleto decorado con dinamita y flores, suspendido en el dosel como una amenaza silenciosa o una compañía íntima.

Este autorretrato no es una simple representación onírica: es la exposición directa del vínculo que Frida mantenía con la muerte. Su historia personal la acercó a ese abismo desde muy joven. El accidente de autobús que la dejó con secuelas de por vida, las múltiples cirugías, la infertilidad, las enfermedades crónicas… Todo eso la convirtió en una artista que no temía mirar al abismo. De hecho, lo transformaba en arte.

Diego y yo de Frida Kahlo
En 2021, su autorretrato Diego y yo, pintado en 1949, alcanzó los 34,9 millones de dólares en una subasta, convirtiéndose entonces en la obra latinoamericana más cara jamás vendida. Foto: Angela Weiss

Una época marcada por el caos

El año 1940, en el que fue pintada esta obra, fue especialmente turbulento para Kahlo. Acababa de divorciarse de Diego Rivera, aunque meses después volverían a casarse. Su salud se deterioraba, y México entero estaba conmocionado por el asesinato de León Trotsky, antiguo huésped y amante de Frida. Era un tiempo de inestabilidad política, de guerras externas y batallas internas. En ese contexto, este autorretrato funciona casi como una confesión visual: una escena íntima que destila angustia, fragilidad y resistencia.

Pero lo que más impacta es cómo el cuadro logra conjugar ternura y violencia en un mismo plano. El cuerpo de Frida, plácidamente dormido, contrasta con la amenaza explosiva del esqueleto. Las flores que adornan al espectro aportan un toque casi festivo, pero no logran suavizar del todo el mensaje: la muerte no está lejos, está encima, literalmente. Y, sin embargo, la artista no parece temerla. Más bien, parece haber hecho las paces con ella.

Uno de los aspectos más llamativos de esta obra es su procedencia. La mayoría de los cuadros importantes de Frida Kahlo se encuentran en México o en colecciones públicas. El sueño (La cama) es uno de los pocos que pertenece a una colección privada fuera del país y que no está resguardado en un museo. Esto lo convierte en un objeto de deseo no solo para coleccionistas millonarios, sino también para instituciones culturales que buscan repatriar o asegurar el patrimonio artístico de figuras clave del siglo XX.

El cuadro será subastado como parte de una colección privada de arte surrealista, junto a obras de Salvador Dalí, Max Ernst y René Magritte. Aunque Frida nunca se identificó como surrealista —decía que no pintaba sueños, sino su propia realidad—, su estilo ha sido muchas veces vinculado al movimiento por la potencia simbólica y la libertad visual con la que abordaba los temas más íntimos.

Frida Kahlo, icono del arte del siglo XX, transformó su dolor físico y emocional en autorretratos profundamente simbólicos que hoy siguen cautivando al mundo
Frida Kahlo, icono del arte del siglo XX, transformó su dolor físico y emocional en autorretratos profundamente simbólicos que hoy siguen cautivando al mundo. Foto: Istock/Christian Pérez

Frida en el Olimpo del arte

Si se cumplen las predicciones y la obra se vende por más de 44,4 millones de dólares (37 millones de euros al cambio), Frida Kahlo pasará a ocupar el primer puesto en el ranking de artistas femeninas más valoradas en subastas. En 2021 ya había roto una marca personal con Diego y yo, vendido por 34,9 millones. Pero este nuevo récord no solo tiene un significado económico: es una reivindicación histórica.

Durante décadas, el mercado del arte ha estado dominado por nombres masculinos. Las mujeres artistas, incluso las más influyentes, han sido sistemáticamente infravaloradas. El ascenso de Kahlo a las cifras más altas del mercado no responde solo a una moda o a la rareza de sus obras disponibles: es el resultado de una lenta pero firme revalorización de su legado.

Hoy, Frida Kahlo es mucho más que una artista. Es un símbolo de lucha, de independencia, de rebeldía. Su rostro se ha convertido en un ícono global, reproducido hasta el cansancio en camisetas, murales y tazas. Pero detrás de esa imagen comercial existe una mujer compleja, atormentada y profundamente talentosa, cuya obra sigue sacudiendo al mundo.

Más que una subasta

La venta de El sueño (La cama) no es solo una noticia de mercado. Es un acontecimiento cultural. Una obra que encapsula la complejidad de una artista inigualable, un fragmento de historia cargado de símbolos y emociones, y una muestra de que el arte más personal puede tener un eco universal.

A medida que se acerca la fecha de la subasta, aumenta la expectativa sobre quién será el nuevo propietario de esta pieza histórica. ¿Pasará a manos de un coleccionista privado, permanecerá lejos del ojo público? ¿O alguna institución se atreverá a luchar por devolverla al circuito museístico que merece?

Sea cual sea el desenlace, lo que está claro es que El sueño (La cama) no es solo una obra maestra de Frida Kahlo. Es, quizá, su legado más directo y conmovedor: la pintura de una mujer que, aun rodeada de muerte, eligió vivir con intensidad.

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