La Gran Pirámide de Giza tiene más lados de los que crees (y no, no son cuatro)

Oculta tras su imponente silueta milenaria, la Gran Pirámide de Giza esconde una anomalía geométrica tan precisa como desconcertante que ha pasado siglos inadvertida.
Vista aérea de la Gran Pirámide de Giza
Vista aérea de la Gran Pirámide: la sutil hendidura en cada cara, apenas visible desde el suelo, confirma la concavidad analizada en el estudio geométrico de Akio Kato. Foto: Istock

Durante más de cuatro milenios, la Gran Pirámide de Giza ha dominado el horizonte egipcio como una maravilla arquitectónica aparentemente inalterable. Imponente, majestuosa y cargada de misterio, esta estructura ha alimentado teorías, leyendas y asombro en igual medida. Pero en los últimos años, un sorprendente hallazgo ha vuelto a colocar al monumento en el centro de la atención arqueológica y científica: la Gran Pirámide no tiene cuatro caras lisas. Un detalle sutil, casi imperceptible desde el suelo, que podría cambiar por completo nuestra comprensión sobre la precisión matemática y la resistencia estructural del edificio más emblemático del Antiguo Egipto.

La clave de este descubrimiento reside en el análisis geométrico realizado por el físico Akio Kato, de la Universidad de Kanagawa (Japón), en un estudio publicado en la revista Archaeological Discovery. La investigación, basada en principios de geometría aplicada a planos inclinados, no solo confirma la existencia de esta concavidad en las caras de la pirámide, sino que ofrece una posible explicación funcional detrás de esta misteriosa forma. A diferencia de interpretaciones simbólicas o estéticas, el estudio sugiere que los egipcios tallaron intencionadamente las caras del monumento con una ligera hendidura hacia su eje central para garantizar la estabilidad del conjunto a lo largo de los siglos.

La historia oculta de una geometría perfecta

Aunque este fenómeno fue fotografiado por primera vez en 1927 por un piloto de la Real Fuerza Aérea Británica durante el equinoccio de otoño, y observado algunos años antes por arqueólogos como Flinders Petrie, su importancia fue durante mucho tiempo minimizada. A simple vista, desde el nivel del suelo, la Gran Pirámide parece tener cuatro caras planas. Sin embargo, al ser observada desde el aire y bajo determinadas condiciones de luz, se revela una ligera depresión vertical en el centro de cada cara, dividiéndolas en dos triángulos planos que se inclinan hacia adentro. En otras palabras, la supuesta pirámide cuadrangular es, en realidad, un poliedro de ocho caras.

Lo más fascinante es que esta concavidad no se trata de una imperfección fruto del paso del tiempo. Según los cálculos presentados por Kato, estas hendiduras responden a una estructura interna basada en capas inclinadas con una pendiente de aproximadamente 11 grados. Esta inclinación, lejos de ser arbitraria, habría permitido una mayor cohesión entre los bloques de piedra, facilitando que la propia gravedad y los movimientos sísmicos acabasen por "compactar" el edificio en lugar de desestabilizarlo.

Un detalle casi invisible convierte a la Gran Pirámide en una joya geométrica única en el mundo antiguo
Un detalle casi invisible convierte a la Gran Pirámide en una joya geométrica única en el mundo antiguo. Foto: Istock

Una solución contra la erosión y los desastres naturales

El estudio también plantea que este diseño pudo actuar como un sistema de refuerzo frente a fenómenos naturales. La Gran Pirámide ha soportado terremotos, tormentas y lluvias torrenciales durante más de 4.500 años. Según estimaciones citadas por Kato, se habrían producido más de 500 episodios de fuertes lluvias en la meseta de Giza desde su construcción. Este dato es especialmente relevante si se considera que la mayor parte del núcleo del monumento está formado por piedra caliza, un material particularmente vulnerable al agua.

Para resistir estas condiciones, los antiguos arquitectos egipcios no solo se apoyaron en la calidad de la piedra o en la precisión de sus cortes. También incorporaron soluciones estructurales, como una base reforzada con una especie de “cruz de piedra” en su interior, que ancla el monumento al lecho rocoso natural, y que habría estado escondida durante siglos bajo las capas inferiores del monumento. Las esquinas del monumento, por su parte, cuentan con unas muescas o “sockets” que actuarían como refuerzos contra la expansión lateral provocada por la presión interna de los bloques.

Ingeniería, geometría y una intuición avanzada del entorno

Lo más desconcertante del hallazgo no es tanto la existencia de la concavidad —sutil pero medible—, sino la probabilidad de que fuese diseñada con intención. Las herramientas de medición egipcias, limitadas a cuerdas, reglas y niveles de agua, no parecen a primera vista suficientes para lograr una forma tan precisa. Pero las evidencias indican que no solo lograron establecer una pendiente constante y coherente en cada capa de piedra, sino que también diseñaron el efecto de concavidad para que la propia estructura se “estrechara” hacia su eje con el tiempo, endureciéndose en lugar de desmoronarse.

Esta solución —de eficacia comprobada— contrasta con otras pirámides construidas íntegramente con capas horizontales, como la de Meidum o la de las reinas en Giza, que muestran signos de colapso o debilidad estructural. De hecho, el estudio sugiere que si la Gran Pirámide se hubiera levantado con capas niveladas y sin inclinación, probablemente habría sucumbido al deterioro hace siglos, como ocurrió con la pirámide escalonada de Saqqara antes de su restauración reciente.

La geometría como legado eterno

Otro punto crucial del análisis es la relación entre la geometría de la pirámide y los principios simbólicos del Antiguo Egipto. Aunque el estudio no se adentra en aspectos esotéricos, no se puede ignorar la posible dimensión simbólica de este diseño. La visibilidad aérea de la concavidad sugiere que pudo haber sido concebida para ser observada desde los cielos —quizá por los dioses o por las estrellas—, o al menos para interactuar de forma especial con la luz solar durante momentos astronómicos clave como los equinoccios. Esta idea, aunque especulativa, encaja con el profundo conocimiento astronómico que tenían los antiguos egipcios y con su obsesión por la orientación celeste de sus templos y tumbas.

La existencia de esta estructura cóncava también ha sido interpretada por algunos investigadores como una forma de drenar el agua en caso de lluvias torrenciales, canalizando la escorrentía hacia puntos específicos sin erosionar el núcleo interno. Y, en el extremo opuesto, hay quienes han sugerido que podría haber servido como una forma de engaño óptico para hacer que el monumento se viera perfectamente simétrico desde lejos, aunque en realidad posea una ligera curvatura que mejora su estabilidad.

Ejemplo de cómo se disponen los bloques sobre un plano inclinado, comenzando por la zona central (en gris) y avanzando en filas sucesivas hacia los bordes
Ejemplo de cómo se disponen los bloques sobre un plano inclinado, comenzando por la zona central (en gris) y avanzando en filas sucesivas hacia los bordes. Fuente: Akio Kato

La Gran Pirámide, más enigmática que nunca

Lo que parece cada vez más evidente es que los antiguos arquitectos egipcios no solo fueron maestros artesanos, sino también brillantes ingenieros con un dominio intuitivo —o quizás mucho más sistemático de lo que imaginamos— de las leyes físicas, la geometría y la resistencia de materiales. La investigación de Akio Kato, aunque matemática y teórica en su planteamiento, devuelve a la Gran Pirámide parte de su misterio. Nos recuerda que bajo su apariencia sólida y eterna se ocultan secretos que siguen emergiendo a medida que nuestra tecnología nos permite observar con más detalle lo que los antiguos construyeron con herramientas aparentemente rudimentarias, pero con una sabiduría que aún hoy nos desconcierta.

El estudio ha sido publicado en la revista Archaeological Discovery.

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