Durante mucho tiempo, el norte de Mozambique ha sido considerado un actor marginal en las rutas comerciales del océano Índico que florecieron entre los siglos VIII y XV. En las narrativas históricas dominantes, las grandes ciudades-estado suajilis como Kilwa, Sofala o Mombasa acaparaban la atención, eclipsando a los pequeños asentamientos costeros que apenas dejaban huella en las crónicas. Sin embargo, un reciente estudio publicado en Azania: Archaeological Research in Africa, liderado por el investigador Ignacio Montero-Ruiz, está sacando del anonimato a uno de esos enclaves olvidados: la isla de Ibo, en el archipiélago de las Quirimbas.
En una excavación aparentemente modesta, realizada en una antigua plaza portuguesa de Ibo en 2016, arqueólogos descubrieron una estructura semicircular de desechos domésticos, que ocultaba un suelo de ocupación de época suajili, datado entre los siglos XI y XII. Entre huesos de tortuga marina, fragmentos de cerámica local y restos de una pequeña vivienda circular, aparecieron tres monedas de bronce, cadenas metálicas, cuentas de vidrio y cerámicas importadas que hablaban de un pasado mucho más complejo de lo que se creía.
El valor oculto del cobre
Las monedas, severamente corroídas por el ambiente salino, resultaron ser el corazón del misterio. Aunque ilegibles, su composición química y la firma isotópica del plomo que contenían revelaron pistas fascinantes sobre su origen. El equipo sometió las piezas a análisis mediante espectrometría de masas (MC-ICP-MS) y fluorescencia de rayos X portátil. El resultado fue sorprendente: las monedas contenían un porcentaje inusualmente alto de plomo y estaño, con una ausencia casi total de arsénico, un elemento común en las monedas suajilis conocidas.
La firma isotópica del plomo, comparada con bases de datos geológicas africanas y eurasiáticas, apuntaba hacia una fuente inesperada: el Copperbelt de Katanga, en la actual República Democrática del Congo. Es decir, el cobre usado para acuñar estas monedas podría haber recorrido miles de kilómetros antes de llegar a las costas del Índico. Si esta hipótesis se confirma, se trataría del hallazgo más lejano hasta la fecha de cobre procedente de esas minas africanas.

Una ruta olvidada: del Congo al Índico
¿Cómo llegó ese metal al norte de Mozambique? La clave puede estar en la vasta red de comercio interior que conectaba el interior de África con la costa oriental mucho antes de la llegada de los europeos. La hipótesis del equipo investigador es que el cobre siguió el mismo camino que el oro: desde las minas del interior del Congo y Katanga, descendiendo por el valle del Limpopo, atravesando las tierras de lo que hoy es Zimbabue, hasta alcanzar el litoral en Sofala y de allí diseminarse hacia el norte.
Esta ruta se habría solapado con los grandes centros del poder africano medieval como Mapungubwe, Mapela y Great Zimbabwe, que florecieron entre los siglos XI y XV. Estos centros controlaban el comercio de oro, marfil y metales preciosos, y mantenían contactos con el mundo islámico a través de las ciudades-estado suajilis. El hecho de que se haya hallado también una cuenta de oro en la misma excavación de Ibo —procedente probablemente de Great Zimbabwe— refuerza la idea de que la isla no era un simple puesto pesquero, sino un nodo activo de un sistema comercial continental.
La riqueza del yacimiento va más allá de las monedas. En el mismo contexto arqueológico se recuperaron fragmentos de cerámica vidriada procedente de Irán y del golfo Pérsico, vasos moldados de tradición mesopotámica, un fragmento de piedra blanda tallada —posiblemente una tapa— con minerales característicos de Omán o Irán, y varias cuentas de vidrio originarias de la India y Asia Central. Estos objetos exóticos, depositados en un espacio doméstico, revelan una convivencia cotidiana con productos foráneos que solo era posible en lugares integrados en las redes de comercio de larga distancia.
Ibo, hasta ahora apenas conocida por su papel en la trata de esclavos del siglo XIX bajo dominio portugués, muestra así una historia mucho más antigua y vibrante. Lo que parecía una simple aldea costera era en realidad una comunidad plenamente conectada al mundo suajili y al comercio del Índico, siglos antes de que los europeos pisaran esas playas.
¿Una moneda suajili desconocida?
Aunque los investigadores no pudieron asignar las monedas a ningún monarca conocido del litoral suajili, las comparaciones con otras monedas acuñadas en Kilwa sugieren similitudes interesantes. El tamaño (15 mm), el uso de bronce plomado, y la técnica de acuñación apuntan a una posible relación. Además, una de las monedas presenta un pequeño orificio cerca del borde, lo que indica que pudo haberse usado como adorno o amuleto, una práctica documentada en otras ciudades suajilis como Songo Mnara.
La datación por radiocarbono del contexto donde se hallaron las monedas coincide con el periodo de máxima expansión del comercio suajili, entre los siglos XI y XII. Este detalle es crucial, ya que sugiere que las monedas son contemporáneas —y quizás parte— de las primeras emisiones monetarias de la región, anteriores incluso a muchas de las series conocidas de Kilwa.

Un nuevo capítulo para la arqueología africana
Este hallazgo no solo amplía el mapa comercial del océano Índico en la Edad Media, sino que también desafía las nociones tradicionales sobre el papel de las comunidades pequeñas en la historia. Ibo demuestra que no se necesitan grandes ciudades fortificadas de piedra para tener un papel activo en el comercio global. Pequeñas aldeas costeras, bien ubicadas y conectadas a rutas de intercambio, pudieron funcionar como puntos de redistribución de bienes, ideas y personas.
Además, el estudio ofrece una valiosa lección metodológica: a pesar del deterioro extremo de los objetos metálicos por la salinidad y el paso del tiempo, la combinación de análisis elementales e isotópicos permite desentrañar historias que, a simple vista, parecen perdidas para siempre.
La historia del comercio suajili ya no podrá contarse sin mencionar a Ibo y su suelo de basura cuidadosamente excavado. Lo que parecía marginal se revela ahora como fundamental. Y estas monedas, anónimas y corroídas, se convierten en testigos mudos de un pasado más conectado y dinámico de lo que habíamos imaginado.
Referencias
- Montero-Ruiz, I., Ruiz-Gálvez, M., Fernández, V., Madiquida, H., Herranz, D., & Mahumane, C. (2025). Lead isotopic provenance of some coins and other bronze items from an early Swahili site in Ibo Island (northern Mozambique). Azania: Archaeological Research in Africa, 1–26. doi:10.1080/0067270X.2025.2481762