La sexualidad griega antigua se ha convertido en uno de los principales objetos de estudio académico, en especial gracias a las investigaciones pioneras de figuras como Kenneth Dover y Michel Foucault. Sin embargo, entre los múltiples aspectos de la vida erótica en Grecia, la masturbación ha permanecido como un tema secundario y poco explorado. Un artículo reciente firmado por la historiadora Kelly L. Wrenhaven ofrece, por primera vez, un análisis exhaustivo de las representaciones literarias y artísticas del onanismo. Sus conclusiones son claras: los griegos despreciaban la masturbación porque la asociaban con la falta de autocontrol, el desperdicio de semen y la condición propia de los esclavos, los bárbaros y los marginados. El rechazo a la masturbación, por tanto, se convirtió en un mecanismo cultural para definir la identidad del ciudadano griego frente al "Otro”.
La masturbación y el “Otro” en la cultura griega
Uno de los hallazgos clave del trabajo de Wrenhaven es que, desde el punto de vista intelectual, la masturbación no se concebía como una fuente de placer aceptable, sino como un signo de alteridad. Los griegos la vinculaban con aquellas figuras que encarnaban la antítesis de la ciudadanía griega, es decir, con los esclavos, mujeres, jóvenes, extranjeros y ciertas criaturas híbridas, como los sátiros.
En contraste, el varón ciudadano debía definirse por la mesura y el dominio de sí mismo. El autocontrol (sōphrosýnē) era la virtud que distinguía al griego libre de los seres subordinados. Por ello, entregarse al acto solitario del onanismo equivalía a rebajarse a los niveles de la animalidad o la servidumbre. Esta diferenciación encajaba en lo que hoy llamaríamos un sistema de alterización sexual, en el que se trazaban fronteras ideológicas a partir de las prácticas ligadas al cuerpo.

Semen, fuerza vital y pérdida de control
La desconfianza hacia la masturbación se sustentaba también en razones fisiológicas y filosóficas. En la obra de Platón, especialmente en las Leyes, se sugiere que toda actividad sexual que no conduzca a la procreación debería rechazarse, pues equivalía a desperdiciar la semilla vital. El semen se concebía como una sustancia portadora de fuerza y energía. Derramarlo sin una finalidad reproductiva debilitaba al hombre y lo volvía vulnerable.
Así, el acto solitario simbolizaba la ausencia de moderación, el abandono a los placeres inmediatos y la incapacidad de regirse por la disciplina corporal que definía al ciudadano ideal. Incluso cuando se toleraba en jóvenes púberes, se interpretaba como una falta de control pasajera propia de la edad, pero nunca como un comportamiento digno de un adulto libre.

La risa cómica y el estigma social
La comedia antigua ofrece pistas para comprender cómo se percibía este fenómeno en la antigüedad griega. Aristófanes, maestro de lo obsceno, casi nunca asociaba la masturbación con los ciudadanos atenienses. Al contrario, reservaba este acto a los esclavos, los bárbaros o los personajes ridículos. En obras como Los caballeros o Las ranas, la referencia al gesto masturbatorio se utiliza como un recurso de humillación. Así, se refuerza la superioridad del espectador sobre el personaje degradado.
Incluso cuando un ciudadano aparece ligado a esta práctica en las obras teatrales, como el rústico Estrepsíades en Las nubes, la escena subraya su estupidez y vulgaridad. La risa se convierte así en un mecanismo de exclusión, que caricaturiza al individuo incapaz de gobernar sus impulsos. En este sentido, el desprecio hacia la masturbación también podía utilizarse como un arma para el ataque político y social.

Los sátiros y la animalización del deseo
Los sátiros desempeñaron un papel central en la construcción visual del estigma. Estas criaturas híbridas, eternamente excitadas y dotadas de falos desproporcionados, aparecen con frecuencia en vasos áticos entregados a la masturbación. El sátiro funcionaba como espejo grotesco del ciudadano griego: descontrolado, lujurioso y ajeno a la medida.
Las escenas en que los sátiros se complacen a sí mismos o buscan penetrar objetos y animales representaban el reverso de la civilización, aquello que un hombre libre debía evitar para mantener su estatus. La masturbación, en este marco, se convirtió en un símbolo de bestialidad y marginalidad. El lenguaje visual reforzaba, así, la frontera entre lo humano ideal y lo inhumano o bárbaro.

Esclavos y bárbaros: la degradación social
En la Atenas clásica, los esclavos solían caracterizarse como feos, torpes e incapaces de dominar sus pasiones. La iconografía y la comedia popularizaron la imagen del esclavo que, privado de un acceso legítimo al placer, recurría a la masturbación como único desahogo. Esta asociación tenía un claro efecto ideológico. Si el esclavo era siervo de sus impulsos, el ciudadano, por el contrario, debía mostrarse dueño absoluto de su cuerpo. La misma lógica se aplicaba a los extranjeros, presentados a menudo como “notorios masturbadores”, incapaces de comportarse según la medida griega. De este modo, la masturbación se convirtió en un marcador de inferioridad social y étnica, una metáfora de la incivilización.
El gesto cínico de Diógenes
Un caso singular lo ofrece el filósofo Diógenes de Sinope, célebre por masturbarse en público como parte de sus provocadoras enseñanzas. Su gesto tenía un valor performativo, pues desafiaba las convenciones sociales para demostrar que la vergüenza era una construcción artificial. Sin embargo, la potencia de su provocación residía, precisamente, en que el acto se consideraba socialmente repulsivo y degradante. Si Diógenes resultaba escandaloso era porque se apropiaba de un gesto asociado a esclavos y sátiros, y lo mostraba en el corazón de la polis.

Imágenes en la cerámica: humor, tabú y pedagogía
Los vasos áticos conservados muestran cómo la masturbación también se representaba de manera marginal, cómica o grotesca. Algunas copas del siglo VI y V a. C. incluyen figuras de jóvenes o bebedores que se masturban, pero casi siempre en escenas donde su conducta aparece ridiculizada o degradada. En ocasiones, incluso se compara el onanismo con la defecación, lo que reforzaba su asociación con lo repulsivo.
Este lenguaje visual tenía un carácter pedagógico. Al contemplar imágenes de sátiros, esclavos o muchachos incontrolados en situaciones humillantes, los ciudadanos se reafirmaban en su propia identidad de autocontrol y mesura. Así, la masturbación funcionaba como un recurso simbólico al servicio de la ideología cívica.
Masturbación y alteridad
La investigación de Kelly L. Wrenhaven demuestra que la masturbación, en la Grecia antigua, funcionó como un poderoso marcador de alteridad, vinculado a la falta de autocontrol, al desperdicio de semen y a la degradación social y étnica. Al relegarla a esclavos, mujeres, bárbaros, jóvenes inmaduros y sátiros, los griegos reforzaban la imagen del ciudadano ideal: moderado, mesurado y fecundo.
Referencias
- Wrenhaven, Kelly L. 2025. "Masturbation and the Other in Greek Art and Ideology". Journal of the History of Sexuality, 34.1: 1-37. DOI: https://dx.doi.org/10.1353/sex.00002.