El cine, la literatura y la televisión han hecho del hombre-lobo una de las criaturas más emblemáticas del género de terror. Más allá de la cultura popular y el folclore, sin embargo, la licantropía también protagonizó algunos de los episodios más sorprendentes de la historia durante la Edad Moderna. En este singular proceso, no solo los varones se asociaron con la capacidad de metamorfosearse en animal. En la Francia de los siglos XVI y XVII se documentan procesos judiciales contra mujeres acusadas de licantropía, un fenómeno que funde las creencias locales con la misoginia y el miedo colectivo a lo sobrenatural. A continuación, exploramos cómo se articularon los juicios contra las mujeres-lobo en la Francia moderna, qué argumentos se usaron para incriminarlas y cuál fue la función de estas acusaciones dentro de un entramado más amplio que perseguía la diferencia.
Licantropía y demonología en la Francia de la Edad Moderna
Durante la Edad Moderna, la licantropía se consideró un crimen vinculado a la herejía y la brujería. La creencia en que un ser humano podía transformarse en lobo se insertaba en la cosmología demonológica, donde el Diablo era capaz de conferir a sus siervos poderes extraordinarios.
En Francia, los tribunales eclesiásticos y seculares tuvieron que hacer frente a numerosos casos de personas acusadas de cometer crímenes asumiendo una forma animal. Los manuales de demonología y las actas judiciales muestran que los protagonistas de estos ataques no solo fueron hombres, sino que también hubo mujeres acusadas de deambular por los campos en forma de lobas, devorar niños y practicar actos de canibalismo. La licantropía femenina, en este contexto, se entendió como una práctica derivada de la brujería que se asociaba, además, a la transgresión de los roles de género.

Mujeres en los márgenes: la construcción de la sospecha
El perfil de las acusadas de licantropía encaja con los patrones de las brujas. En su mayoría, solían ser viudas, mujeres pobres, curanderas o personas que se apartaban de las normas sociales de la comunidad. La figura de la mujer-lobo, por tanto, condensaba los temores a la mujer indómita, sexualmente peligrosa o socialmente incontrolable.
Por otro lado, el lobo simbolizaba la ferocidad, la nocturnidad y la amenaza a la comunidad campesina. En el imaginario popular, era la bestia incontrolable que atacaba a los rebaños y los niños. Cuando se atribuía a una mujer la capacidad de convertirse en loba, se estaba proyectando sobre ella una animalidad peligrosa que legitimaba su exclusión y castigo. Así, según apuntan investigaciones recientes, las acusaciones de licantropía habrían servído para reforzar las jerarquías sociales y disciplinar a aquellas mujeres que escapaban del control patriarcal.

Juicios y testimonios, entre la fábula y la realidad procesal
Los registros judiciales muestran procesos plagados de testimonios confusos y confesiones arrancadas bajo tortura. Las mujeres acusadas admitían, en ocasiones, haberse transformado en lobas y haber recorrido los bosques en compañía de otros licántropos. Los relatos, sin embargo, respondían más a las expectativas inquisitoriales que a la experiencia real.
En muchos casos, las descripciones incluían escenas de banquetes donde los acusados afirmaban haber devorado carne humana, en particular de niños. Estas narraciones reproducen los tópicos demonológicos de la época y conectan los juicios de licantropía con los de brujería. Se mencionan, así, vuelos nocturnos, reuniones con el diablo, metamorfosis y sacrificios. La diferencia radicaba en el énfasis en la animalidad: la piel de lobo, las garras, el hocico y la ferocidad se presentaban como pruebas del pacto infernal.

El caso de los juicios colectivos
En algunas regiones francesas, los juicios por licantropía se produjeron en paralelo a las oleadas de los procesos de brujería. Se documentan persecuciones en las que varios acusados, tanto hombres como mujeres, se denunciaron, al mismo tiempo, como licántropos.
En estos contextos, la acusación contra las mujeres adquiría un carácter ejemplarizante. Se buscaba mostrar cómo incluso el género que se consideraba débil podía ser corrompido por el diablo hasta el punto de adoptar la forma de la bestia más temida por las comunidades rurales. El lobo, azote del ganado, se convertía así en la metáfora perfecta de la mujer que rompía con el orden natural.

Licantropía, brujería y canibalismo
Un rasgo recurrente en los juicios franceses contra las supuestas mujeres-lobo es la acusación de canibalismo. El motivo del devorar niños aparece como un elemento central en las confesiones, un símbolo de la inversión radical de los roles femeninos tradicionales. Si la maternidad representaba el ideal de la mujer cristiana, la mujer-lobo representaba su reverso monstruoso: en lugar de alimentar y proteger, devoraba y destruía. Este elemento hacía de la licantropía femenina un crimen particularmente aterrador. La sospecha de antropofagia no solo convertía a la acusada en bestia, sino en un enemigo absoluto de la comunidad.
Entre la medicina y la superstición
Aunque la mayoría de los juicios siguieron la lógica demonológica, también hubo intentos de explicar la licantropía desde perspectivas médicas. Algunos tratadistas de la Edad Moderna interpretaron la metamorfosis no como un hecho real, sino como un trastorno de la imaginación o una enfermedad melancólica.
Este enfoque coexistía con el discurso judicial sin contradecirlo necesariamente. Incluso la medicina podía considerarse compatible con la acción demoníaca. Como resultado, las mujeres acusadas quedaban atrapadas en una red donde cualquier comportamiento inusual podía leerse como signo de licantropía, ya fuera desde la superstición o desde la protopsiquiatría.

La progresiva desaparición de los juicios
A finales del siglo XVII, los procesos por licantropía comenzaron a declinar en Francia. El avance del racionalismo y el escepticismo ilustrado restó credibilidad a la idea de que se produjese una metamorfosis literal. Sin embargo, la figura de la mujer-lobo sobrevivió en el imaginario cultural como símbolo de transgresión y amenaza. El abandono de los juicios, sin embargo, no implicó el fin de la creencia, sino su transformación. Las mujeres-lobo pasaron a habitar el terreno de la literatura, el folclore y, más tarde, la cultura popular, donde siguieron representando los miedos asociados a la feminidad indómita.
Mujeres peligrosas
Los juicios contra las mujeres acusadas de licantropía en la Francia de la Edad Moderna muestran hasta qué punto la justicia, la religión y la cultura popular podían entrelazarse para reprimir lo que se consideraba anormal. La construcción simbólica de la mujer-lobo concentró los temores a la alteridad femenina, la animalidad y el pacto demoníaco. En la Europa de los siglos XVI y XVII, no solo se castigaban supuestos crímenes, sino que escenificaban un orden social que debía ser protegido de todo aquello que lo desafiara, incluso de las mujeres que, a ojos de sus contemporáneos, podían convertirse en lobas.