Stonehenge sigue siendo uno de los grandes enigmas de la historia. No solo por la disposición exacta de sus megalitos o por los rituales que se pudieron celebrar allí, sino por una pregunta que ha intrigado a generaciones de investigadores: ¿cómo y desde dónde se transportaron las enormes piedras que lo componen? Esta vez, la clave para responderla no ha llegado de una losa de piedra ni de una herramienta antigua, sino de un elemento mucho más modesto: un diente de vaca.
Este hallazgo no parece gran cosa a simple vista, pero los análisis científicos realizados sobre ese molar han arrojado información sorprendente sobre la movilidad de los animales y, posiblemente, de los humanos que los acompañaban hace cinco milenios. Gracias a tecnologías como la espectrometría de masas y el análisis isotópico, un equipo internacional ha sido capaz de reconstruir el recorrido geográfico, la dieta y hasta el estado fisiológico de un bovino que vivió en el Neolítico. Todo ello a partir de una sola pieza dental hallada en el entorno de Stonehenge.
Un molar que habla del pasado
El diente analizado, perteneciente a una vaca adulta (Bos taurus), fue excavado en 1924 en la entrada sur del recinto de Stonehenge. Durante años permaneció almacenado hasta que fue seleccionado para un estudio isotópico reciente. Su conservación y origen lo hacían ideal para analizar tanto el contenido de estroncio como el de plomo y oxígeno, tres elementos clave para reconstruir los movimientos y la alimentación del animal.
El molar registró cerca de seis meses de crecimiento dental, abarcando desde el invierno hasta el verano del segundo año de vida de la vaca. Este intervalo permitió a los investigadores observar cómo variaban los isótopos en función del entorno y la dieta estacional. Por ejemplo, se detectó un cambio en los valores de carbono que indicaba una transición desde un entorno forestal en invierno a pastos abiertos en verano. Este tipo de variación es consistente con el patrón esperado en animales que se alimentan de forraje almacenado durante el invierno y pasto fresco en los meses cálidos.
Por otra parte, se aplicó un análisis de péptidos que permitió determinar el sexo del animal. El resultado mostró una alta probabilidad de que se tratara de una hembra, una información importante para interpretar los cambios en los niveles de plomo observados en el esmalte.

Estroncio, plomo y oxígeno: un mapa en un diente
El análisis isotópico del diente reveló patrones distintivos que permitieron deducir el posible origen geográfico del animal y su desplazamiento a lo largo del tiempo. El estroncio, que se incorpora en los dientes a través de la dieta y refleja el tipo de suelo sobre el que se alimentaba el animal, presentó un cambio claro desde valores más radiogénicos (asociados a suelos antiguos, como los de Gales) a otros más jóvenes, característicos de la región de Salisbury, donde se encuentra Stonehenge.
La proporción de isótopos de estroncio pasó de un valor invernal de 0,7144 a uno veraniego de 0,7110, lo que sugiere que el animal se desplazó o fue alimentado con productos de distintas regiones a lo largo de ese periodo. Tal como indica el artículo, “el cambio en la composición del estroncio desde c. 0,7144 a <0,711 podría interpretarse como una señal de migración significativa”, aunque también podría deberse a variaciones locales o al transporte de alimento.
Los isótopos de oxígeno, por su parte, ofrecieron información sobre la estación del año en la que se formó cada parte del esmalte, lo que permitió situar temporalmente los cambios observados. Estos datos apoyan la hipótesis de un movimiento gradual desde un entorno más boscoso a otro más abierto, consistente con un desplazamiento estacional o una gestión agrícola que incluía forraje invernal.

El plomo y una historia de maternidad
El caso del plomo fue diferente. A diferencia del estroncio, cuyos niveles mostraban una evolución más continua, el plomo presentó picos abruptos de concentración en determinados momentos del crecimiento del diente, especialmente en la sección correspondiente a la primavera. Esta alteración fue interpretada como un signo de estrés fisiológico, probablemente relacionado con la lactancia o el parto.
Según explican los autores, el plomo puede liberarse desde los huesos al torrente sanguíneo durante situaciones de estrés metabólico, como la gestación o la producción de leche. En este caso, los niveles de plomo aumentaron sin que hubiera un cambio paralelo en el estroncio, lo que indica que no se trató de un cambio en la dieta o en el entorno, sino de un proceso interno del cuerpo del animal.
“El pico de liberación de plomo, que tiene una composición isotópica distintiva, se produce en primavera, una época probable para el nacimiento de una cría”, explican los autores. Además, la firma isotópica del plomo coincidía con la de regiones paleozoicas como Gales, lo que sugiere que el origen geológico del metal estaba en esa zona, reforzando la idea de una conexión entre el animal y el lugar de procedencia de las famosas bluestones de Stonehenge.
¿Una vaca arrastrando piedras?
Uno de los aspectos más intrigantes del estudio es su posible relación con el transporte de los megalitos. Aunque no hay pruebas directas de que esta vaca en particular ayudara a mover las piedras, el hecho de que procediera de una región tan lejana y que su esqueleto fuera hallado en la entrada principal del monumento abre nuevas hipótesis sobre el papel del ganado en estos grandes desplazamientos.
El artículo sugiere que el hallazgo “aporta más peso a las teorías que vinculan Stonehenge con el suroeste de Gales”, donde se encuentran las canteras originales de las piedras azules. El viaje de este animal podría reflejar prácticas de movilidad más amplias, no solo de personas, sino también de recursos y animales que formaban parte de una logística compleja y organizada.
Además, la vaca fue enterrada en un punto clave del monumento, lo que podría indicar cierto valor simbólico. Su esqueleto estaba bien conservado, lo que sugiere que pudo haber sido cuidado o incluso conservado durante años antes de ser depositado, una práctica que los arqueólogos llaman “curación de restos”.
Tecnología al servicio de la arqueología
El trabajo publicado en Journal of Archaeological Science destaca por su sofisticación técnica. Los investigadores usaron métodos avanzados como la espectrometría de masas con acoplamiento inductivo (ICP-MS), análisis de isótopos de estroncio (87Sr/86Sr), plomo (207Pb/206Pb) y oxígeno (δ18O), además del sexado mediante proteínas (peptide-based sex determination).
La combinación de todos estos métodos permitió crear una narrativa precisa del recorrido, alimentación y estado fisiológico de un animal individual del Neolítico, algo que hasta hace poco habría parecido imposible. Además, el uso conjunto de isótopos con funciones diferentes (algunos reflejan el entorno, otros el metabolismo) ofrece un enfoque más completo, aunque también exige cautela en su interpretación.
El propio estudio señala que “deben tomarse precauciones al usar estroncio y plomo juntos como indicadores de migración, ya que no siempre reflejan las mismas fuentes ni momentos del cuerpo”. Esta advertencia es importante porque resalta las limitaciones y fortalezas del enfoque multielemental en contextos arqueológicos.
Lo que nos cuenta un solo diente
Este estudio es un ejemplo perfecto de cómo los pequeños hallazgos pueden generar grandes preguntas. Un solo molar ha permitido reconstruir no solo la vida y el entorno de un animal del Neolítico, sino también plantear nuevas hipótesis sobre el origen de uno de los monumentos más emblemáticos del mundo. La idea de que una vaca preñada recorriera cientos de kilómetros hasta Stonehenge —quizás participando en tareas rituales o logísticas— transforma la manera en que entendemos las sociedades prehistóricas.
También pone de relieve el valor de los restos arqueológicos almacenados durante décadas. Este diente, excavado hace más de 100 años, solo ha podido revelar su historia gracias al desarrollo reciente de tecnologías analíticas avanzadas. Con cada nuevo avance, objetos aparentemente banales como un fragmento óseo pueden convertirse en claves esenciales para descifrar el pasado.
Referencias
- J. Evans, R. Madgwick, V. Pashley, D. Wagner, K. Savickaite, M. Buckley, M. Parker Pearson. Sequential multi-isotope sampling through a Bos taurus tooth from Stonehenge, to assess comparative sources and incorporation times of strontium and lead. Journal of Archaeological Science, Vol. 180 (2025). DOI: 10.1016/j.jas.2025.106269.