Así se traiciona en Portugal: héroes, traidores y venganzas en la historia portuguesa

Portugal también ha sido un país de traiciones, conjuras y mártires. Entre la gloria de sus exploradores y la grandeza de su pasado imperial, su historia guarda episodios oscuros de ambición, conspiraciones palaciegas y venganzas que cambiaron el rumbo de la Corona.
Batalla de Aljubarrota. Fuente: Wikimedia Commons.

La historia de Portugal, como la de toda gran nación pasada o presente, está preñada de grandes gestas acometidas por héroes nacionales, pero por ella también pasean personajes ambiguos, oscuros, tiranos o directamente traidores, algunos de ellos, en ocasiones, injustamente mancillados. Recordamos aquí a los más significativos, desde los que asesinaron a Viriato hasta al líder de la independencia de Brasil —considerado un héroe nacional en su país—, regicidas, espías contra la Corona y mercenarios en busca del mejor postor.

Viriato, un héroe nacional víctima de la conjura

Uno de los mayores héroes de la historia antigua portuguesa, personaje idealizado hasta un extremo legendario, muerto a manos de traidores, fue sin duda Viriato, el pastor reconvertido en líder militar lusitano que hizo frente a la expansión romana en Hispania a mediados del siglo ii a. C. Fue bautizado como «el terror de Roma» y, tras grandes gestas militares, su final sería trágico como el de tantos personajes magnificentes —y mitificados— de la historia.

Quinto Servilio Cepión juró darle caza y se adentró profundamente en Hispania tras las huellas del caudillo luso. Tras una larga guerra, en el año 139 a. C. (o 138, depende de la fuente consultada) un grupo de turdetanos integrado por Audax, Ditalco y Minuro, tres lugartenientes del propio caudillo luso, se encaminó al campamento de Viriato para negociar la paz. Las crónicas históricas están en este punto llenas de claroscuros, y es posible que algunos pasajes sean apócrifos, pero se acepta comúnmente esta versión: los tres turdetanos habían sido enviados por Cepión como embajadores, pero en realidad eran conjurados con una oscura misión: asesinaron al líder guerrero una noche mientras dormía. Cuenta la historia —que bien pudo ser añadida posteriormente— que cuando regresaron ante los romanos para reclamar su botín, Cepión los echó de allí con estas palabras: «Roma no paga a traidores».

Juan I. Fuente: Wikimedia Commons.
Juan I. Fuente: Wikimedia Commons.

Juan Fernández de Andeiro, entre dos coronas

Este noble gallego nacido en A Coruña en 1320 ofreció sus servicios al rey portugués Fernando I con la idea de vengar el fratricidio del rey español Pedro I a manos del entonces soberano Enrique II de Castilla. Tras la victoria de este último en la Primera Guerra Civil castellana, Andeiro huyó al país vecino y el monarca luso, ante su propuesta de traición, le nombró conde de Ourem —o de Andeiro—, y el español destacaría en importantes acontecimientos políticos portugueses.

Tras la Primera Guerra Civil Fernandina, que acabó con derrota del lado portugués, se convirtió en mediador entre Juan de Gante y Fernando de Portugal. Y se sospecha que el español pudo hacerse amante de la reina lusa, Leonor Téllez de Meneses, que lo convirtió nada menos que en su valido, lo que despertó numerosas envidias en la corte. Andeiro fue también el artífice del Tratado de Badajoz que se firmó en 1382 entre ambos reinos para poner fin a la contienda. Muchos nobles y militares lusos vieron en aquello, de facto, una futura anexión de Portugal a Castilla tras la muerte de su rey, y no iban desencaminados. Aquello avivó las iras contra el personaje, que aumentaron todavía más cuando, a la muerte del monarca, la relación entre Andeiro y la reina regente Leonor se volvió pública y comenzaron a gobernar juntos, ante la estupefacción del pueblo. Cuando, violando el tratado, Juan I de Castilla quiso proclamarse rey de Portugal, Andeiro y la reina tomaron partido por el bando castellano, lo que convertía al aristócrata en traidor también a Portugal, como antes lo había sido a su país de origen; aquello desembocó en una profunda crisis que culminó con la entrada de un grupo de rebeldes en palacio. El conde de Andeiro fue asesinado el 6 de diciembre de 1383 a manos del líder de los sublevados, el maestre de Avis, futuro rey con el nombre de Juan I de Portugal, mientras que Leonor fue desterrada.

Magallanes, Elcano y un esclavo filipino…

Ahora que se cumplen 500 años de la primera circunnavegación a la Tierra, en medio de conmemoraciones por medio mundo afloran también algunas sombras de dicha epopeya. La historia estaba llamada a ser muy diferente de no haber muerto el almirante Fernando —o Hernando— de Magallanes, cuando el 27 de abril de 1521 este fue asesinado por un grupo de indígenas de la isla filipina de Mactán. Aquel día también fue herido en la batalla un personaje considerado traidor por la historiografía, el esclavo Enrique de Malaca. Nacido en Sumatra (Indonesia) en 1495 (aunque hay dudas sobre su verdadero origen, que algunos apuntan como aristocrático), fue comprado por un joven Magallanes en 1511 a unos mercenarios filipinos mientras el marino luso se encontraba en el Archipiélago de las Molucas a las órdenes de Diogo Lopes de Sequeira. Precisamente Sequeira es considerado un personaje bastante oscuro de la historiografía lusa y el propio Magallanes arrostra un pasado no muy honorable. Ese mismo año de 1511, el nativo fue bautizado con el nombre con el que pasaría a la historia y se convirtió en mano derecha de Magallanes, con quien regresó más tarde a Europa. En la que habría de ser la expedición más importante del siglo xvi, Enrique de Malaca —al que todos conocían como «Enrique el Negro»— sería el intérprete de la tripulación, entre la que se contaba el español Juan Sebastián Elcano. El 20 de septiembre de 1519 partieron del puerto gaditano de Sanlúcar de Barrameda cinco navíos: el Trinidad, el San Antonio, el Concepción, el Victoria y el Santiago, rumbo a las Molucas.

Pero volvamos al trágico momento de la muerte de Hernando. La tripulación necesitaba recurrir al rey de Cebú, el rajá Humabón, y el único que podía intermediar con él era Malaca. Al parecer, Magallanes había prometido al esclavo que le sería concedida la libertad tras su muerte, pero no fue así. El nuevo jefe de la tripulación, el escritor y comerciante portugués Duarte Barbosa, a la sazón cuñado de Magallanes, ofendió al nativo y le ordenó marchar a Cebú, no sin antes confesarle que no sería liberado y que debería seguir al servicio de la viuda de Hernando, Beatriz.

Magallanes
Magallanes. Fuente: Wikimedia Commons.

Si la historia fue realmente así, Enrique de Malaca, enojado, urdió un plan: convenció al rey de Cebú para que invitara a parte de la tripulación a un festín y matarlos cuando se hallaran indefensos para luego apropiarse de los bienes de los occidentales. Así, 26 miembros de la expedición, la mayoría españoles, que acudieron al banquete, fueron ejecutados. El resto de la tripulación ordenó levar el ancla a toda prisa y el portugués João Lopes Carvalho tomó las riendas de la expedición con solo 108 supervivientes que fueron incapaces de mantener los tres navíos que único navío que quedaba en pie era el Victoria, comandado por Elcano, quien decidió partir con sus hombres (47 marineros) y 700 quintales de clavo por el oeste; para evitar a los portugueses, decidió navegar más al sur, a través del océano Índico, aunque las enfermedades y el hambre causan numerosos estragos.

El 18 de mayo de 1522, el Victoria supera el Cabo de Buena Esperanza, aunque tiene que hacer escala en las islas de Cabo Verde, pertenecientes a la Corona portuguesa. Tras aprovisionarse, Elcano zarpa a toda prisa con los 18 supervivientes de la tripulación, y el 6 de septiembre de 1522, tres años después de su partida, el navío, en un estado deplorable, arriba al puerto de Sanlúcar de Barrameda, tras haber completado la primera circunnavegación de la Tierra.

De Enrique de Malaca no se supo nada más, y las autoridades de la Corona hispánica nunca lo apresaron, sin embargo, para algunos estudiosos aquel traidor (sobre lo cual también hay controversia, pues pudo muy bien ser el rey de Cebú quien orquestó el complot) fue el primero en dar la vuelta al mundo antes que Juan Sebastián Elcano junto a su amo. El español que da nombre al buque-escuela y embarcación señera de la Armada Española fue el primero en darla en un solo viaje, pero lo cierto es que años antes, cuando Enrique de Malaca fue comprado en Filipinas y llevado a España, y años más tarde, en la expedición de su amo luso, volvió a su tierra de origen desde Occidente, completó, junto a Hernando de Magallanes, la circunnavegación del globo.

El hombre del conde-duque de olivares en Portugal

Tras la muerte sin herederos del rey Sebastián I de Portugal en la batalla de Alcazarquivir, y la de su sucesor, su tío-abuelo Enrique I, en enero de 1580, se instauró en el país un vacío de poder que aprovecharía el monarca español Felipe II para hacer valer sus supuestos derechos a la sucesión. Mientras las Cortes portuguesas debatían el asunto, se adelantó al Prudente en sus pretensiones Antonio, prior de Crato, que el 20 de junio de 1580 se proclamó rey de Portugal con una dudosa legitimidad —el supuesto origen bastardo del rey Manuel I—; sin embargo, su reinado apenas duró 30 días, siendo sus tropas vencidas por los españoles. Un año después, Felipe II era nombrado soberano como Felipe I de Portugal y se consagraba la anhelada Unión Ibérica.

A pesar de haber sido apoyado por gran parte de la alta nobleza y el clero, existía un fuerte sustrato de oposición al monarca español en el país vecino y con los años surgieron conatos de rebeldía que estallarían en una contienda en tiempos de Felipe IV y el conde-duque de Olivares. Es aquí cuando surge el nombre de uno de personajes considerados traidores de la historia portuguesa: Miguel de Vasconcelos. Secretario de Estado de la virreina Margarita de Saboya, encargada de liderar el poder hispánico en el país, el despótico gobierno (y los supuestos abusos) de Vasconcelos prenderían la mecha de la guerra. El hecho de ser portugués avivó las iras contra su persona. Nacido en Lisboa en 1590, era señor de la antigua Houra de Alvarenga y señor de Morgado da Fonte Boa. Su figura se tornó odiosa para los opositores lusos, pues de 1935 a 1940 sería el responsable de aplicar la política impositiva ordenada por Olivares desde Madrid.

El 1 de enero de 1640, aprovechando que el grueso de las tropas hispánicas se hallaba en Cataluña, donde la situación era todavía más grave, un grupo de rebeldes penetró en el Palacio Real de Lisboa, residencia de la virreina, y aunque Vasconcelos intentó refugiarse en un armario de su despacho, fue encontrado por la turba y arrojado por la fachada del edificio que da a la Plaza del Mercado lisboeta, muriendo por el impacto. Una vez en el suelo, su cuerpo fue mutilado por los ciudadanos congregados en el Terreiro do Paso y finalmente arrojado a las aguas del Tajo. Tras el asesinato de Vasconcelos, Margarita de Saboya trató de calmar los ánimos del pueblo, amotinado en la Plaza del Comercio de Lisboa. Al no conseguirlo, se encerró en su cuartel general y su poder colapsó. Finalmente, el nuevo gobernador permitió que partiese en exilio hacia España, pero la llamada rebelión portuguesa duraría 28 largos años hasta la subida al trono del duque de Braganza como Juan IV de Portugal y la claudicación de la Corona hispánica.

Tiradentes, el mártir de la independencia brasileña

En no pocas ocasiones en las que un país ha sufrido un proceso de independencia de parte de su territorio o de sus antiguas colonias, un personaje se torna héroe nacional para unos y traidor para los otros. Es el caso de uno de los artífices de la independencia de Brasil. Hablo de Joaquim José da Silva Xavier, popularmente conocido como «Tiradentes». Nacido en 1746 en São João del-Rei, en Minas Gerais, hijo de propietarios rurales de ascendencia portuguesa, Xavier era el cuarto de siete hermanos y sus padres fallecieron cuando era muy joven, por lo que se puso bajo la tutela de un padrino que era cirujano, familiarizándose con tareas relacionadas con la farmacia y la odontología, lo que le valdría su célebre apodo. También ejerció temporalmente como minero y luego, gracias a su experiencia, se convirtió en técnico en reconocimiento de terrenos y comenzó a trabajar para el gobierno en la extracción de recursos de la Metrópoli.

En 1780 se alistó en el ejército y un año después la reina María I lo nombró comandante de la patrulla de Caminho Novo, que garantizaba el transporte y suministro de oro y diamantes hasta la capital brasileña. Aunque Joaquim José pretendía ascender en su carrera militar, solo pudo llegar al puesto de alférez, puesto que los cargos más altos se reservaban para los nacidos en Portugal. Descontento, y ante las injusticias que observó en relación a las riquezas que se quedaba el gobierno portugués de la explotación de los recursos y la pobreza en la que vivía gran parte del pueblo, comenzó a realizar críticas a la Corona, que arreciaron tras vivir un año en Río de Janeiro. De regreso en Minas Gerais, comenzó a preconizar en Vila Rica la formación de un movimiento independentista para Brasil, que fue cosechando cada vez más apoyos. Todo se aceleró cuando la extracción de metal precioso decayó y el gobierno decretó un impuesto especial que todos debían pagar y además con carácter retroactivo. Tras ello, Minas Gerais pretendía declarar la independencia y los insurrectos salieron a las calles de Vila Rica, la capital del Estado, dando vivas a la República, pero antes de que la insurrección tornase en revolución, fueron delatados.

Tiradentes
Tiradentes. Fuente: Wikimedia Commons.

El vizconde de Barbacena suspendió el impuesto y ordenó detener y meter en prisión a los conjurados. Tiradentes se ocultó en casa de un amigo en Río, pero fue delatado por el coronel Joaquim Silvério dos Reis, quien por su traición recibiría de la Corona el título de Fidalgo (hidalgo). Frente a otros conspiradores, Tiradentes era uno de los que tenían una posición social más baja y aunque en un primer momento negó su participación, finalmente sería el único que asumiría su responsabilidad en la llamada Conspiración Minera. Aunque otros también serían condenados a la pena capital, finalmente María I conmutó sus penas por el destierro en Mozambique. Pero la Corona pretendía dar «ejemplo», que aquello no volviese a suceder y condenó a Tiradentes al cadalso.

Fue ejecutado el 21 de abril de 1792 en un patíbulo levantado en Río de Janeiro. Tras recorrer en procesión sus calles escoltado, fue decapitado y descuartizado, y con su sangre se firmó la certificación de la sentencia y se declaró infame su memoria. Su cabeza fue colocada, para escarnio público, en un poste de Vila Rica, mientras sus restos se repartían entre varias localidades a lo largo del Caminho Novo. Su casa fue destruida y sus familiares sometidos a escarnio público hasta el punto de tener que exiliarse. Hoy, Joaquim José da Silva Xavier es considerado un mártir y un héroe nacional en Brasil: el 21 de abril se celebra cada año el Feriado de Tiradentes.

El marqués de abrantes… ¿traidor y… asesino?

En 1824 un crimen conmocionó Portugal. Agostinho de Moura Barreto, marqués de Loulé, consejero del monarca Juan IV, fue hallado muerto la mañana del día 29 de febrero encima de un montón de escombros en un salón al que se asomaba una ventana desprotegida que daba a la tribuna del Pazo Real de Salvaterra de Magos, donde el día anterior se había representado una función con motivo de los Carnavales. Desde el primer momento se sospechó asesinato: el informe de la policía concluyó que era improbable una caída accidental dada la posición en la que se encontraba el cadáver, en ausencia de lesiones, salvo en la cabeza, que parecía haber sido golpeada con un objeto contundente.

Juan IV ordenó una investigación criminal y tras escuchar a decenas de testigos, nunca se supo la verdad. Se sospechaba de miembros de algunas facciones políticas en la corte y se relacionó la muerte con la posterior «Abrilada», una revuelta que tuvo lugar el mismo año en el mes de abril y que tenía por objeto la abdicación de Juan IV para restaurar el absolutismo de manos de su hijo, el infante Miguel, recién nombrado Generalíssimo del ejército, levantamiento que fracasó.

Entre los sospechosos de haber formado parte de la conjura se encontraba José Maria da Piedade de Lancastre Silveira, el marqués de Abrantes, quien había sido guardia real y amigo íntimo del príncipe regente. Era un personaje de gran calado que en 1807 fue enviado a Francia para tratar con Napoleón los intereses de Portugal, donde fue retenido como rehén, y entonces se mostró como un auténtico patriota al rechazar todas las propuestas del Gran Corso para atraerlo a su causa. De regreso en Portugal, tomó parte activa en las intrigas políticas que culminaron con el misterioso asesinato del marqués de la Loulé. Al parecer, José Maria habría cometido el crimen con ayuda de su lacayo Leonardo. Para evitar la cárcel, huyó a Italia en 1826 y después a Londres, donde murió al año siguiente en extrañas circunstancias, posiblemente envenenado.

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