De villanos a iconos: los traidores más famosos de Inglaterra que terminaron convertidos en leyenda

En la historia inglesa, la traición ha tenido nombre y apellido. Reyes, nobles y conspiradores cambiaron el rumbo del reino y acabaron convertidos en leyenda.
Juan sin tierra.
Juan sin tierra. Fuente: Wikimedia Commons.

Aún así hay personajes clave de la historia británica que por sus acciones o las consecuencias de las mismas podemos catalogar de traidores. La literatura y más tarde el cine han convertido a más de uno en leyenda.

El reino de Inglaterra, unificado en el siglo x por los descendientes del rey anglosajón Alfredo el Grande, tuvo durante la Edad Media una serie de personajes que cambiaron el rumbo de su historia, como, por ejemplo, Guillermo I el Conquistador (1066-1087), quien implantó la dinastía normanda. No obstante, las crónicas han señalado para este periodo, inmerso en una gran inestabilidad por las invasiones y las guerras civiles, al rey Juan I, más conocido como Juan sin Tierra, como uno de sus primeros personajes «oscuros».

Juan sin Tierra, el villano de película

Si bien en su tiempo no fue acusado de traidor, la cultura popular lo ha convertido en el antagonista del legendario forajido Robin Hood.

La primera «traición» que cometió Juan sin Tierra fue su intento de usurpar el trono de su hermano, Ricardo I Corazón de León (1189- 1199), quien pasó la mayor parte de su reinado fuera de Inglaterra para luchar en las Cruzadas. Sin embargo, gracias a la fuerte oposición de la nobleza, que se había fortalecido en ausencia del rey, no logró dicha ambición. A su regreso, Ricardo perdonó a su hermano y lo designó como su sucesor, por lo que tras su muerte, en 1199, Juan logró coronarse como rey de Inglaterra.

El reinado de Juan I (1199-1216) no fue sencillo, ya que no paraba de acumular fracasos políticos.

No solo impuso numerosos y elevados impuestos para destinarlos a la guerra contra el rey de Francia, sino que terminó perdiendo la mayor parte de sus dominios franceses. El malestar entre la nobleza aumentó y por ello se forzó al rey a firmar en 1215 una Carta Magna. Este documento, que sentaba un precedente del sistema parlamentario, prometía reducir la autoridad real y proteger los derechos y privilegios de la nobleza. A pesar de todo, los problemas entre las diferentes facciones no cesaron, estallando una guerra civil que no terminó hasta la muerte del rey y la proclamación de su heredero, Enrique III.

La ejecución de Lady Jane Grey. Fuente: Wikimedia Commons.

La dinastía de los Tudor y sus decapitaciones por traición

Más de dos siglos después, tras la denominada Guerra de las Dos Rosas (1455-1487) que enfrentó a las casas de Lancaster y de York por el trono de Inglaterra, asciende la dinastía de los Tudor. El final de esta guerra constituyó un momento decisivo en la historia inglesa, pues no solo finalizó el periodo medieval y dio inicio el Renacimiento, sino que también supuso la supremacía absoluta de la monarquía. La mayor parte de la nobleza había muerto ejecutada o en el campo de batalla y sus bienes habían sido confiscados por la Corona, por lo que a los nuevos reyes no les resultó difícil establecer su poder.

Uno de los monarcas más conocidos fue Enrique VIII (1509-1547), segundo rey de la casa Tudor, ya que durante su reinado se produjeron grandes cambios políticos como la ruptura con la Iglesia católica. Ahora bien, el rey también será recordado por ordenar la ejecución por decapitación de diversos personajes como el teólogo y humanista Tomás Moro (1535), cuyo delito fue oponerse a la Reforma anglicana y, por tanto, a la Corona.

Aunque la ley inglesa determinaba que los hombres acusados de alta traición debían ser ejecutados mediante el método «hanged, drawn and quartered» («ahorcado, arrastrado o eviscerado y descuartizado») y las mujeres en la hoguera, en el caso de la nobleza se solía sustituir por la decapitación, considerada menos dolorosa. Así también murieron las reinas consortes Ana Bolena en 1536 y Catherine Howard en 1541, ambas acusadas de traición por adulterio. Otro condenado a muerte fue el consejero Thomas Cromwell, quien cayó en desgracia al negociar la fallida unión matrimonial entre el rey y Ana de Cléves.

María la Sanguinaria, Fuente: Wikimedia Commons.

Tras el fallecimiento de Enrique VIII y la prematura muerte de su sucesor, Eduardo VI (1547-1553), se produjo una crisis dinástica por la proclamación de dos reinas: la protestante lady Jane Grey y la católica María I. Finalmente, María I (1553-1558), apodada María la Sanguinaria (Bloody Mary) por su ferviente deseo de restaurar el catolicismo en Inglaterra, se hizo con el poder. Por su parte, lady Jane Grey fue encarcelada en la Torre de Londres y ejecutada por decapitación en 1554.

Ese mismo año la hija de Ana Bolena, la princesa protestante y futura Isabel I, sería arrestada por su posible implicación en la rebelión liderada por Sir Thomas Wyatt. Esta sublevación surgió a causa de la oposición a que la reina María I se casara con el príncipe Felipe, futuro rey de España. Los rebeldes fueron apresados y ajusticiados; sin embargo, la princesa Isabel, tras dos meses encerrada en la Torre, logró evitar su ejecución y pudo retornar a la Corte, convirtiéndose posteriormente en una de las grandes monarcas de la historia de Inglaterra.

El reinado de Isabel I (1558-1603), última de los Tudor, no estuvo exento de complots y ejecuciones. Entre 1570 y 1604, se destaparon hasta cuatro conspiraciones para terminar con su vida. Una de las más importantes fue la de Babington en 1586, donde un grupo de catorce hombres pretendía entronizar a la católica María Estuardo, prima de Isabel I y única hija del rey Jacobo V de Escocia (1513-1542). Una vez destapada la conjura y arrestados los conspiradores, fueron condenados a muerte por alta traición y ejecutados con la máxima crueldad. Por su parte, María Estuardo fue también apresada y condenada a muerte por decapitación.

Guy Fawkes, icono de la conspiración de la pólvora

La muerte de la reina Isabel I trajo consigo, al no tener hijos, la instauración de una nueva dinastía, la Estuardo, encabezada por Jacobo I (1603- 1625), rey de Inglaterra y Escocia. Pese a que era hijo de la difunta María Estuardo (católica), Jacobo había sido educado en el protestantismo, por lo que los intentos de restaurar una monarquía católica no cesaron.

En 1605, un grupo de caballeros católicos quiso matar al rey y a la mayor parte de la nobleza colocando unos barriles de pólvora en los sótanos del Parlamento.

No obstante, los conspiradores fueron delatados y Guy Fawkes, experto en explosivos, fue sorprendido custodiando la pólvora. Por ello, pese a tener un papel secundario, su nombre transcendió como símbolo del complot. El resto de los cómplices fueron también arrestados y declarados culpables por alta traición. Las ejecuciones fueron llevadas a cabo en público mediante el método «hanged, drawn and quartered». Solo Fawkes logró evitar dicha tortura, pues saltó desde el cadalso y se rompió el cuello. En lo sucesivo, el rey utilizó esta conjura como pretexto para endurecer las medidas anticatólicas.

El fracaso de la conspiración se conmemora cada 5 de noviembre en el Reino Unido mediante un encendido de hogueras y un espectáculo de fuegos artificiales. Del mismo modo, Guy Fawkes ha pasado a la historia como uno de los grandes traidores de Inglaterra. No obstante, y a raíz de la publicación en 1841 de una novela donde se retrataba de forma amable a Fawkes, se creó una imagen ficticia del conspirador. Por ello, con el paso del tiempo, pasó a ser un icono de la cultura popular. Asimismo, en los últimos años una máscara inspirada en el rostro de Guy Fawkes ha sido usada entre algunos grupos antisistema.

Oliver Cromwell
Oliver Cormwell. Fuente: Wikimedia Commons.

Oliver Cormwell, el ejecutor de la monarquía inglesa

Una de las figuras más controvertidas en la historia inglesa es la del político y militar Oliver Cromwell, sobrino de Thomas Cromwell, consejero del rey Enrique VIII. Su biografía no ha dejado de ser revisada y evaluada a lo largo del tiempo, por lo que ha generado división de opiniones. Hay quien considera a este acérrimo puritano un héroe revolucionario por terminar con la monarquía absolutista, mientras que otros lo tachan de tirano por implantar un mandato centrado en su persona. No obstante, no cabe duda de que marcó la historia de Inglaterra, ya que bajo sus órdenes se produjo uno de sus hechos más insólitos, la decapitación de un rey.

Durante el reinado de Carlos I (1625-1649), hijo de Jacobo I, los conflictos entre el monarca, que pretendía reforzar el poder de la Corona, y el Parlamento, que había ido adquiriendo cada vez más competencias, se fueron haciendo más frecuentes. El rey disolvió en varias ocasiones el Parlamento, estallando en 1642 una guerra civil que enfrentó a realistas y parlamentarios. Estos últimos, liderados por Cromwell, lograron grandes victorias en el campo de batalla.

La contienda terminó finalmente con la captura del rey, que fue acusado de traición. Nunca antes se había juzgado a un rey y era una situación que ni siquiera la ley contemplaba, por lo que el Parlamento tuvo que redactar nuevas disposiciones para continuar con el proceso. En definitiva, Carlos I fue declarado culpable de traición y condenado a muerte por decapitación en 1649, convirtiéndose así en el único rey ejecutado de la historia de Inglaterra. Su muerte puso fin a la monarquía absolutista y sentó las bases de lo que hoy es el Reino Unido, ya que a partir de entonces todos los reyes estuvieron sometidos al Parlamento.

Tras la caída de la monarquía, Cromwell instauró en primer lugar una República (1649-1653) y después un Protectorado (1653-1658), durante el cual ejerció poder absoluto como Lord Protector. Tras su muerte en 1658, la monarquía volvió a ser restablecida y el nuevo rey, Carlos II (1660-1685), ordenó en 1661 la exhumación de Cromwell con el propósito de llevar a cabo su ejecución póstuma.

La rebelión del ilegítimo duque de Monmouth

Un par de décadas más tarde, como venía siendo frecuente en la historia de la monarquía inglesa, se volvieron a suceder los intentos de derrocamiento de un rey. En este caso, Jacobo Scott, primer duque de Monmouth e hijo natural del rey Carlos II, aspiró al trono de su padre, quien no tuvo descendencia legítima.

Durante muchos años, gracias a su reputación como militar y a su condición de protestante, el duque gozó de gran popularidad entre el pueblo, quien lo prefería frente a su tío de fe católica, el futuro rey Jacobo II. En 1683, unos años antes de que Carlos II falleciese, Monmouth participó en el llamado complot de Rye House, mansión donde se pretendía emboscar al rey y a su sucesor para matarlos. El complot fue descubierto y sus participantes ajusticiados, salvo Monmouth, que tuvo que abandonar el país. Durante su exilio y a la espera de la muerte de su padre, el duque fue reuniendo partidarios a su causa. De este modo, en 1685, tras la proclamación de Jacobo II como nuevo rey, desembarcó en las costas inglesas para encabezar una rebelión con el objetivo de arrebatarle el trono. Monmouth se autoproclamó rey, pero sus aspiraciones se vieron truncadas por su derrota en el campo de batalla. Finalmente, el duque fue hecho prisionero y decapitado por alta traición.

Duque de Monmouth.
Duque de Monmouth. Fuente: Wikimedia Commons.

No obstante, Jacobo II no logró permanecer en el trono mucho tiempo, ya que tras la Revolución Gloriosa (1688), propiciada por el temor del Parlamento a que el rey reinstaurara el catolicismo, se vio obligado a abdicar en su hija María II y su yerno Guillermo III de Orange, ambos protestantes. Si bien esta revolución consagró la monarquía parlamentaria, no terminó con las aspiraciones de Jacobo y sus partidarios de devolver el trono a los Estuardo. De este modo, se produjo una serie de levantamientos jacobitas (1688, 1715 y 1745) en tierras irlandesas y escocesas, los cuales siempre terminaron en rotundos fracasos y con el exilio o ejecución de los rebeldes. A partir de entonces, la monarquía inglesa gozó hasta la actualidad de cierta estabilidad con las dinastías de los Hannover y los Windsor, y no volvió a reinar ningún monarca católico.

Lord Haw-Haw, un nazi inglés

Llegando a tiempos más recientes, podemos hablar de uno de los últimos ejecutados por traición en Inglaterra: William Joyce, más conocido como lord Haw-Haw. Su caso no fue el único en época contemporánea, pero sí uno de los más señalados. Por citar otros ejemplos, Rogert Casement fue llevado a la horca en 1916 por su papel en el levantamiento de Irlanda y John Armery fue ejecutado en 1945 por intentar reclutar a prisioneros de guerra británicos para que distribuyeran propaganda nazi.

William Joyce había sido desde muy joven simpatizante del fascismo, algo que no resultaba nada extraordinario porque el propio exmonarca Eduardo VIII, duque de Windsor, hizo gala de un perfil pronazi. Por su parte, Joyce se afilió al Partido Fascista Británico y a los pocos meses de estallar la Segunda Guerra Mundial viajó a Alemania, donde se puso bajo las órdenes de Hitler. El llamado lord Haw-Haw, debido a su particular pronunciación, logró obtener una gran repercusión mediática al trabajar en una emisora de propaganda nazi, desde donde difundió noticias falsas destinadas a desmoralizar a los británicos. Al final de la guerra, Joyce fue capturado y llevado a Inglaterra para ser juzgado, donde fue declarado culpable de alta traición y sentenciado a morir en la horca.

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