En su cuento de 1844 “La hija de Rappaccini”, el autor gótico norteamericano Nathaniel Hawthorne describía a un anciano médico que cuidaba de un misterioso jardín de plantas venenosas. La conducta del anciano en presencia de sus arbustos y enredaderas “era la de alguien que camina entre influencias malignas, tales como bestias salvajes, o serpientes mortales, o espíritus malignos, que, si les permitiera un momento de licencia, le infligirían alguna fatalidad terrible”.
Es curioso, pero la mayoría de nosotros vemos a los jardines y plantas con una especie de confianza ingenua. Nunca recogeríamos una taza de café de la acera y beberíamos de ella, pero somos capaces de mordisquear bayas que encontramos en un paseo por el campo sin saber muy bien si son comestibles. O cuando una pareja tiene un bebé se apresuran a poner tapas de seguridad en los enchufes eléctricos pero ignoran esas plantas de la cocina y el salón, a pesar de que, por ejemplo, anualmente en EEUU unas 4 000 personas resultan heridas por los enchufes y casi 70 000 se envenenan por plantas.

No solo encontramos plantas peligrosas en la naturaleza, como el árbol de los dedos o Euphorbia tirucalli de las zonas tropicales de Latinoamérica, cuya savia corrosiva provoca ronchas en la piel, o la alucinógena Datura inoxia, que los aztecas llamaban toloatzin, que tiene una preciosa flor blanca y que está repleta de alcaloides como la atropina, la escopolamina y la hiosciamina. También tenemos plantas peligrosas en nuestros jardines y dentro de nuestras propias casas. Algunas tienen fama de ser tóxicas, como la flor de pascua, una de las plantas de interior más vilipendiadas, no es tan venenosa como su reputación haría creer: como miembro de la familia Euphorbiaceae, la savia es levemente irritante, pero nada más. Por cierto, recordemos que muchas de nuestras plantas de interior son, en realidad, plantas tropicales que provienen de las selvas de América del Sur y África, porque son capaces de prosperar en un clima con una temperatura continua de 10 a 20 grados centígrados. Así que en lugar de vilipendiar a la pobre flor de pascua, prestemos atención a estas otras que pasan desapercibidas a pesar de sus cualidades más tóxicas.
Lirio de la paz (Spathiphyllum spp)

Es una planta sudamericana de bonitas flores blancas con forma de vela que ahora se ha puesto de moda como purificadora del aire de la casa. Pues bien, en EEUU causa más intoxicaciones al año que con cualquier otra planta, posiblemente porque es muy popular en aquél país. La planta contiene cristales de oxalato de calcio que pueden provocar irritación de la piel, ardor en la boca, dificultad para tragar y náuseas.
Hiedra común (Hedera helix)

Esta omnipresente enredadera crece al aire libre pero también es una de las plantas en macetas de interior más populares. Las bayas son lo suficientemente amargas como para disuadir a la gente de comerlas, pero podrían causar problemas gastrointestinales graves y posibles delirios o problemas respiratorios. La savia de las hojas puede provocar irritación grave de la piel y ampollas.
Filodendro (Philodendron spp)

Con más de 700 especies descritas y aún muchas sin describir, se cultiva como planta ornamental. Todas las partes de la planta son venenosas porque contienen cristales de oxalato de calcio. Mordisquear una hoja solo puede provocar un leve ardor en la boca o un poco de náuseas, pero ingerirla puede provocar un dolor abdominal intenso y el contacto repetido con la piel puede provocar reacciones alérgicas graves.
Dieffenbaquia (Dieffenbachia spp)

Originaria de América del Sur, es conocida por su capacidad para inflamar temporalmente las cuerdas vocales dejando a las personas incapaces de hablar. Se cree que algunas especies se utilizaron como veneno para flechas en combinación con otras plantas. Contiene cristales aciculares (con forma de aguja) de oxalato cálcico llamados rafidios, además de otras enzimas que potencian su efecto tóxico. La mayoría de las intoxicaciones implican irritación grave de la boca y la garganta, hinchazón de la lengua y la cara y problemas estomacales. La savia también irrita la piel y puede provocar sensibilidad a la luz y dolor si entra en contacto con los ojos y problemas cardíacos si lo hace con la sangre. Su tallo es el que produce reacciones más intensas.
Disciplinilla de Cuba o árbol de los dedos (Euphorbia tirucalli)

Endémica de las regiones tropicales secas de África, podemos encontrarla en otdas als regiones tropicales del mundo, se ha vuelto popular en el diseño de interiores moderno por su llamativa forma arquitectónica. Recibe su nombre de los tallos largos y delgados que se asemejan a una suculenta. Al igual que otras euforbias, su savia corrosiva provoca erupciones cutáneas graves e irritación ocular. Requiere algo de poda para mantenerla con un tamaño razonable en el interior, y a menudo causa sorpresa que una sola sesión de poda pueda provocar una reacción dolorosa.
Cereza de Jerusalén o guindas de Indias (Solanum pseudocapsicum)

Su nombre viene por el fruto, que es similar a una cereza, a menudo se vende como planta de pimiento ornamental, pero en realidad está más estrechamente relacionada con la belladona. Todas las partes de la planta contienen los alcaloides solanina y solanocapsina que puede provocar debilidad, somnolencia, náuseas, vómitos y problemas cardíacos.
Acónito (Aconitum napellus)

Esta preciosa planta ornamental de flores azuladas -cuyo nombre viene porque el sépalo superior tiene forma de casco o capucha- tiene en su interior uno de los alcaloides más tóxicos, la aconitina. Uno de los peligros es que suele confundirse con una hierba comestible, y ha llegado a matar a quien la ha ingerido. Todas las partes de la planta son extremadamente tóxicas. Los jardineros deben usar guantes cada vez que se acerquen a él, y si vamos por el campo no debemos dejarnos tentar por su raíz blanca con forma de zanahoria: el actor canadiense Andre Noble murió a los 25 años después de comerla mientras hacía senderismo. La aconitina paraliza los nervios, reduce la presión arterial y, finalmente, detiene el corazón. Incluso el contacto casual con la piel puede provocar entumecimiento, hormigueo y síntomas cardíacos. La aconitina es tan poderosa que los científicos nazis la encontraron útil para sus balas envenenadas. En la mitología griega, el mortífero acónito brotó de la saliva del perro de tres cabezas Cerbero cuando Hércules lo arrastró fuera del Hades. Cuenta la leyenda que recibió otro de sus nombres comunes, acónito, porque los antiguos cazadores griegos envenenaban sus flechas para cazar lobos. Su reputación durante la Edad Media como ingrediente en la “poción de bruja” le valió un papel protagonista en la serie de Harry Potter, donde el profesor Severus Snape la elabora para evitar que Remus Lupin se transforme en hombre lobo.