No es común encontrarse frente a una criatura tan imponente como un murciélago de casi un metro de envergadura, escondido en el interior de un árbol tropical. Mucho menos si se trata de una especie que, hasta el momento, nunca había sido registrada en México. Sin embargo, eso fue exactamente lo que ocurrió en la selva Lacandona, en el sureste del país, donde un grupo de investigadores se topó con un descubrimiento que ha sorprendido a la comunidad científica y plantea preguntas urgentes sobre conservación y biodiversidad.
El hallazgo fue reportado en un estudio reciente publicado en la revista Check List, y documenta por primera vez la presencia del murciélago de nariz lanceolada (Phyllostomus hastatus) en territorio mexicano. Este murciélago, conocido por su gran tamaño y características morfológicas particulares, fue capturado en el interior de un árbol de ceiba en Chiapas, cerca del río Lacantún. “Reportamos Phyllostomus hastatus […] por primera vez en México”, indica el artículo, confirmando que este registro extiende el límite norte de distribución conocido de la especie en al menos 120 kilómetros.
Un gigante oculto en la selva
El Phyllostomus hastatus no es un murciélago cualquiera. Se trata de una de las especies más grandes del continente americano, superada solo por el Vampyrum spectrum. Su envergadura puede alcanzar hasta 60 centímetros, y su masa promedio ronda los 100 gramos. A diferencia de muchos otros murciélagos de su familia, este presenta un aspecto robusto y llamativo: piel oscura, nariz prominente en forma de hoja —una adaptación clave para su sistema de ecolocalización— y alas grandes y bien desarrolladas que le permiten volar largas distancias .
Lo más inesperado del hallazgo no fue solo su tamaño, sino el lugar donde fue encontrado. Este murciélago fue detectado dentro de un tronco hueco de Ceiba pentandra, también conocida como kapok, un árbol sagrado en muchas culturas mesoamericanas. Es la primera vez que esta especie es observada utilizando este tipo de árbol como refugio diurno, lo cual amplía lo que se conocía sobre sus hábitos ecológicos.
Los dos individuos capturados —ambos machos adultos— fueron encontrados en momentos distintos, en abril y julio de 2024, lo que sugiere que su presencia en la zona no fue un hecho aislado. En palabras del estudio, “la presencia de P. hastatus en la selva Lacandona probablemente no sea incidental”.

¿Cómo se identificó a la especie?
Detectar que se trataba de P. hastatus no fue tarea fácil. El equipo de investigación empleó trampas tipo arpa y redes de niebla para capturar ejemplares a lo largo del río Lacantún, dentro del municipio de Marqués de Comillas, en Chiapas. Tras su captura, se tomaron medidas morfométricas precisas —longitud de antebrazo, orejas, cola, peso corporal— y se compararon con registros existentes en la literatura científica.
Entre los rasgos distintivos que ayudaron a confirmar la identidad de los ejemplares destacan su nariz en forma de hoja bien desarrollada, la presencia de cola, una longitud de antebrazo superior a los 90 mm y un pelaje oscuro. Estos valores coinciden plenamente con los descritos previamente para esta especie en otros países como Colombia, Brasil y Bolivia.
Además, los investigadores descartaron otras especies grandes presentes en México, como Chrotopterus auritus o Vampyrum spectrum, basándose en diferencias claras en el tamaño de las orejas, la longitud del antebrazo y la presencia de cola.

Un nuevo residente en la frontera ecológica
El descubrimiento de este murciélago en la selva Lacandona tiene implicaciones biogeográficas relevantes. Hasta ahora, el límite norte conocido para P. hastatus se encontraba en Guatemala y Belice. Con esta nueva observación, su rango se amplía hacia el norte por al menos 120 kilómetros, lo cual modifica los mapas de distribución de la especie y la lista de murciélagos conocidos en México, que ahora asciende a 146.
Además, el hecho de que esta región haya sido declarada como Área de Importancia para la Conservación de los Murciélagos (AICOM Selva Lacandona) refuerza su valor como refugio para especies únicas. La coexistencia del Phyllostomus hastatus con otras especies como Desmodus rotundus, Carollia perspicillata o Trachops coffini, observada en el mismo refugio arbóreo, muestra una diversidad ecológica rica que merece atención prioritaria.
Pero esta biodiversidad también es frágil. El mismo estudio alerta que la región ha sufrido “una extensa deforestación y modificaciones del paisaje en los últimos 40 años”, impulsadas por la expansión humana y la explotación ilegal de recursos. La supervivencia de este nuevo residente depende, en gran parte, de las decisiones que se tomen hoy sobre el uso del suelo y la protección de sus hábitats.

¿Debería estar protegido?
La llegada de Phyllostomus hastatus a México no solo es un asunto de curiosidad científica, sino también de conservación. El hecho de que se hayan encontrado únicamente dos individuos en una zona concreta y en fechas distintas sugiere la posible existencia de una población residente, aunque pequeña. Uno de los ejemplares presentaba testículos escrotados, señal de que estaba en etapa reproductiva, lo cual indica que podría haber reproducción activa en la zona.
Dado que no existe ningún otro registro de esta especie en el país, los autores del estudio proponen que P. hastatus sea añadido a la lista mexicana de especies protegidas y amenazadas. Esto lo alinearía con otras especies de murciélagos de gran tamaño que ya cuentan con protección legal, como el mencionado Vampyrum spectrum.
Protegerlo también implicaría garantizar la conservación del ecosistema en el que habita. La Ceiba pentandra, además de ser biológicamente valiosa, tiene una importancia cultural y ecológica que la convierte en un pilar simbólico y funcional de la selva. Preservar estos árboles no es solo preservar especies: es mantener en pie uno de los últimos bastiones de selva tropical en el país.
Más allá del murciélago
El hallazgo del Phyllostomus hastatus en México es un recordatorio de cuánto queda por descubrir, incluso en territorios que creemos ya explorados. La selva Lacandona, a pesar de la presión que sufre por la deforestación, sigue albergando sorpresas biológicas que pueden cambiar lo que se sabe sobre la distribución y ecología de muchas especies.
Más allá del valor académico del descubrimiento, también invita a reflexionar sobre la urgencia de conservar estos entornos. Es posible que otras especies, todavía no documentadas o en riesgo de desaparición, compartan el mismo espacio. En ese sentido, cada hallazgo como este funciona como una llamada de atención científica y ética: lo que aún se puede proteger, debe protegerse ahora.
Además, casos como este evidencian el papel fundamental de la investigación de campo, muchas veces subestimada frente a otras disciplinas. Solo gracias al trabajo constante y meticuloso en zonas remotas como Chiapas es posible detectar movimientos, cambios de distribución y nuevos patrones que la ciencia aún no ha registrado.
Referencias
- Aranda-Coello JM, Hernández-Mijangos LA, Weber M (2025) First records of Phyllostomus hastatus (Pallas, 1767) (Chiroptera, Phyllostomidae), Greater Spear-nosed Bat, in Mexico. Check List 21 (4): 652–657. https://doi.org/10.15560/21.4.652.